Que una persona hablara sola fue, durante casi toda la historia de la humanidad, síntoma de insanía: los que hablaban solos eran locos. Algo cambió en el siglo XXI y hoy es común ver gente “hablando sola” por la calle, más pendientes de sus auriculares bluetooth que de la realidad.
Algo de ese mirada ácida y oblicua de la vida moderna sobrevuela cada página del último libro de la humorista gráfica Alejandra Lunik, que se titula, claro, Hablo sola (Hotel de las Ideas). Dentro de él conviven más de 150 historias que se desarrollan y se resuelven en una única viñeta. En todas, la autora se encarga de plasmar pequeñas escenas en las que esa modernidad aparece retratada con tanta gracia como contundencia.
Lunik es una gran observadora, capaz de manejar con eficacia el arte del gag visual. Sus piezas humorísticas combinan con equilibrio lo gráfico y lo textual, para reírse de algunas obsesiones cotidianas. En especial, de aquellas vinculadas al imaginario de lo femenino.
Las mujeres que habitan en sus páginas expresan sin vergüenza sus deseos y temores como si no hubiera nadie más que ellas en el mundo. Al otro lado del libro, los lectores y lectoras podrán comprobar que a veces hablando solas también es posible dialogar. Si es con risas, entonces mucho mejor