Se lo conocía, sobre todo, por sus «hombrecitos urbanos con sombreros, llenos de narices quinternianas», según palabras de Rep, que se convirtieron e íconos de su obra. Se trata del artista plástico Antonio Seguí, quien vivía en Francia desde 1963 y murió este sábado, 26 de febrero, en el Hospital Alemán de la Ciudad de Buenos Aires debido a una complicación de una operación de cadera. Tenía 88 años.
Nacido en Córdoba, más precisamente en Villa Allende, el 11 de enero de 1934, llevó siempre a su provincia natal en el corazón, a pesar de vivir lejos de ella. Periódicamente abandonaba su taller de Arcueil, en las afueras de París, para visitarla como una forma de revitalizarse y revitalizar así su obra que siguió desarrollando y enriqueciendo hasta el final. “No se me ocurre qué hacer que no sea trabajar”, dijo en una entrevista en París en 2019, a los 85 años, cuando presentó una exposición de más de 50 obras en la Biblioteca Nacional de Francia.
Fue en Córdoba donde estudió en diversas academias y desde donde salió al mundo muy tempranamente, a los 17 años, para ponerse en contacto con el arte europeo y seguir estudiando, cosa que hizo en la Ecole des Beaux Arts de París y en la Academia de San Fernando de Madrid. Fue en esa ciudad donde lo deslumbraron las creaciones de Goya, Daumier y otros maestros. “Siempre tuve espíritu de aventura, siempre estuve picado del deseo de viajar y de hacer cosas dijo en su última entrevista en la cordobesa Cadena 3.”
La primera exposición individual la realizó en Córdoba en el año 1957. En 1958 recorre, entre otros países de América Latina, México, donde aprende la técnica del grabado. En 1963, cuando decide instalarse definitivamente en Francia, participa de la Bienal de Pintura Joven organizado por por el Museo de Arte Moderno de París. Este constituyó un punto de inflexión en su vida, a partir del cual comienza una exitosa carrera plástica reconocida a través de la adhesión del público y de múltiples premios que fueron unos 40 lo largo de su trayectoria artística. En su extensa vida realizó más de 300 exposiciones y sus obras figuran en las colecciones de 90 museos del mundo entre los que se cuentan el Pompidou y el MoMa. Además, fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y Letras y perteneció hasta su muerte de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras de Francia. Todo esto, sin perder su típico acento cordobés que lo acompañó hasta el fin de sus días como una imborrable marca de identidad.
En su pintura, que recibe la influencia expresionista de George Grosz, Otto Dix y también del mexicano José Clemente Orzo, es posible reconocer rastros de la historieta como textos y señales. Su expresionismo tiende a la ironía a través de la cual alude a la realidad política de América Latina. Pero no son estas las únicas fuentes de su quehacer artístico. Fue declarado admirador del arte precolombino y del arte africano.
Una de sus pasiones, según consta en una entrevista realizada en febrero de 1992 en Barcelona, fue el coleccionismo que comenzó con una colección de estampillas que heredó de su padre que no tuvo fuerzas para continuar y que, en su momento, vendió para poder viajar. Más tarde llegarían las colecciones de arte precolombino y africano que invadieron su ambiente. “Colecciono cosas con las que me gusta compartir mi vida”, dijo en esa ocasión.” Y agregó: “En las cerámicas que colecciono privilegié la representación del hombre y de los animales. Para mí, esa es la condición primera. De todas esas cerámicas, mi preferencias se inclinan por la de la cultura Nazca. Encuentro en ellas un buen ejemplo del refinamiento de la sociedad. Fueron realizadas con la más grande perfección técnica. Los dibujos, las formas y los colores son admirables. De todos modos, es difícil establecer una jerarquía entre ellas. Cada cultura, dentro de su diversidad, encierra intereses diferentes.”
Su escultura tiene la fuerte impronta de su pintura. Son planas, bidimensionales. Cuatro de ellas realizadas en acero pintado y una en madera están emplazadas en su provincia natal, lo que constituye otra prueba de que seguía perteneciendo a ella porque en ella pasó su infancia, de la que siempre dijo que era la cantera de su trabajo plástico. “Mi mirada se clavó en mi infancia” le dijo al diario cordobés La voz, en 2017. El Hombre Urbano está ubicada en el Nudo Vial Mitre, La mujer urbana –él se declaraba un ferviente feminista- se ubica en Nudo Vial 14 y Niños urbanos en el Parque del Aeropuerto de Córdoba y en el Valle de Calamuchita se encuentra El gaucho urbano. La realizada en madera, Voy volando, realizada en madera pintada en el aeropuerto mismo de Córdoba. A instancias de Seguí, se fundó, además, el Centro de Arte Córdoba, al que donó más de 500 obras. Sin duda, fue el más internacional de los artistas cordobeses.
Sus esculturas se encuentran también en Colombia, Francia, Italia, Bélgica, Portugal y Marruecos.
Buenos Aires, también formó parte de su creación no solo de su pintura, que incluyó el ícono porteño del Obelisco, sino también en el mural cerámico que se inauguró en la Estación Independencia de la Línea E de subterráneos en 2011, Saliendo, formada por 600 cuadrados cerámicos de 20 centímetros de lado. El artista dijo que ese mural era “un reflejo de la gente que pasaba por ahí” y se manifestó muy contento de que en Buenos Aires se mantuviera la tradición de la cerámica.
También se destacó como ilustrador. Basta con citar Historia de París, cuatro relatos de Mario Benedetti que fueron publicados en 2007 y Don Hipólito navegante (2012). Según lo contó el propio artista, mientras trabajaba en sus cuadros utilizaba hojas de un block de dibujo para descargar la pintura excedente del pincel para que no se notara su impronta. Se formaban así en las hojas involuntarias pinturas abstractas que luego utilizaba como fondo de sus ilustraciones en las que trabajaba como óleo en barra e incluso con carbonilla.
Creador prolífico que trabajaba de lunes a lunes para interrumpir su trabajo solo cuando viajaba, dejó una obra tan voluminosa como admirable. El mundo de las artes plásticas y de la cultura en general lamenta la pérdida de uno de los mayores artistas argentinos con proyección internacional que dio el siglo XX y lo que va del siglo XXI.