La obra literaria de Kenzaburo Oe se centró en la voluntad de transmitir las transformaciones de la sociedad moderna. Fue reconocido, además, por su posición fuertemente antibelicista que lo llevó a defender la paz y a manifestarse contra la guerra nuclear. Perteneció a la generación en la que la Segunda Guerra Mundial, dejó una profunda herida, a la vez que una gran esperanza de un mundo mejor.
“Bastaron apenas dos días. Dos días de agosto y una voz temblorosa terminaron con la imagen que los japoneses habían construido del mundo a lo largo de siglos -escribió el escritor, editor y traductor Christian Kupchik en el suplemento de Cultura del diario El país de Montevideo el 14 de octubre de 1994, año en que Kenzaburo Oe ganó el Nobel de Literatura-. El 6 de agosto de 1945, Hiroshima encontró un lugar en la posteridad a partir de su aniquilación. Estaba hecho: el primer ataque atómico contra una comunidad civil ya era una realidad. El 14 de agosto del mismo año, el Emperador renunció por vez primera a su dignidad celestial y dejó que la radio expandiera su luctuoso mensaje. La situación era impensable por partida doble: Hirohito no sólo había accedido a aparecer como un ser humano resolviendo dirigirse personalmente a su pueblo, sino que además comunicaba lo que nadie en Japón quería escuchar. Sí, la capitulación era definitiva. (..) Kenzaburo Oé era entonces un niño de apenas diez años. Nació en 1935 en Shikoku, un pequeño pueblo situado al oeste del país.” Esa experiencia fue la primera gran marca que recibió en su vida.
La llegada de su hijo Hilari en 1963 fue, quizá, fue la segunda gran herida de su vida. Según lo consigna Télam, nació con hidrocefalia y fue diagnosticado como autista. Este hecho se reflejó en su literatura con títulos como «Una cuestión personal» o «Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura».
Estudió literatura francesa en la Universidad de Tokio, una formación que marcó su literatura: siempre se lo consideró muy influido por la narrativa gala, especialmente por Jean Paul Sartre.
«Un trabajo extraño» (1957) fue un texto importante en su periplo literario, pero saltó a la fama de la mano de «Cuadernos de Hiroshima» (1965), relato de su viaje a esta ciudad del sur de Japón en 1963 y años posteriores con el fin de entrevistar a las víctimas del bombardeo atómico de 1945.
Más tarde, en 1970, también publicaría «Cuadernos de Okinawa», una bitácora de viaje donde Oe narra sus encuentros con los residentes de este conjunto de islas del sur de Japón, y cuestiona las condiciones de vida en esta región y el poder ejercido por el gobierno central sobre la misma.
En 1958, ganó el reconocido premio Akutagawa para jóvenes autores con «La presa», sobre un piloto afroestadounidense cautivo en una comunidad rural japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, y ese mismo año, publicó su primera gran novela, «Arrancad las semillas, fusilad a los niños», una fábula social sobre los niños de un centro correccional en Japón durante la guerra.
Su consagración decisiva llegaría en 1994 cuando obtuvo el premio Nobel de Literatura. Entre los fundamentos del jurado figuró su capacidad para crear «con una gran fuerza poética un mundo imaginario donde la vida y el mito se condensan para formar un retrato desconcertante de la frágil situación humana».
Además del Nobel en 1994, el escritor fue galardonado con otros premios de prestigio como el de Literatura en la Universidad de Tokio en 1957 y el Akutagawa en 1958. Fue considerado el más importante entre escritores jóvenes en el archipiélago, cuando tenía tan solo 23 años.
Hasta sus últimos años continuó siendo un gran luchador por la paz como lo fue durante toda su vida.