El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi tiene sobre su escritorio un peritaje de 187 páginas elaborado por expertos en lenguaje sobre tres de los ocho cuadernos presuntamente escritos por el chofer Oscar Centeno. Es una prueba nueva y hasta ahora desconocida. «En los tres cuadernos se observan procesos de edición, de distinto orden y peso para el desarrollo del texto: agregados, supresiones, tachaduras y sobrescrituras. Estos fenómenos ponen en cuestión que el destinatario sea el mismo sujeto de la escritura, o sea, que se trate de un texto autorreferencial». Centeno, o quien sea que los haya escrito, arrancó en 2008 anotando los viajes que hacía como si fuera una lista atemporal de supermercado que se va confeccionando a medida que surge la necesidad o el faltante. No va dirigido a nadie; es una suerte de ayuda memoria. Pero en los otros dos cuadernos le escribe a una (¿unas?) tercera persona. La escritura es de un tirón, con una misma tinta de lapicera y carece de las variaciones típicas de quien manuscribe. Nadie escribirá mañana exactamente igual que antes de ayer. En los cuadernos correspondientes a los años 2013 y 2015 esas alteraciones no aparecen. Antes de ayer y mañana parecen un mismo día.
Los tres cuadernos fueron editados. Durante y después de la escritura. Y, a raíz de ello, «no es posible definir un perfil autoral uniforme porque los tres evidencian, al menos, dos tipos de intervenciones: las realizadas a posteriori y las que afectaron el proceso de escritura», dice el informe.
Hasta ahora se sabía que en dos cuadernos, peritos del empresario Armando Loson habían encontrado más de 1600 anomalías vinculadas sólo con él, titular del Grupo Albanesi. Esas irregularidades fueron constatadas por Martínez de Giorgi a través de un peritaje oficial de la División Scopometría de la Policía Federal. De eso se habló en los últimos días.
Este trabajo que revela hoy Tiempo Argentino es otra cosa.
En enero pasado, en plena feria judicial, Martínez de Giorgi ordenó la «realización de un peritaje, a partir del examen de los gestos gráficos que surgen de los cuadernos manuscritos, incluidos sus agregados y correcciones» para «determinar el perfil lingüístico de su autor, de acuerdo con un análisis morfosintáctico, las diferencias que se observen» y que a partir de «un análisis semántico, establezca las diferencias que pudieran advertirse entre los cuadernos».
El 4 de julio pasado, el juez recibió el trabajo elaborado por la perito de oficio, María Valentina Noblía; los peritos colaboradores Alejandro Renato y Julia Zullo (todos de la UBA); Salvio Martín Menéndez, experto también de la UBA, de la Universidad de Mar del Plata y del CONICET, y la consultora técnica de parte Marsolaire Andriuska Quintana González.
El reporte consigna que «las revisiones posteriores a la escritura original se observan en el aspecto material de los textos, en forma de tachaduras, correcciones, sobrescrituras, supresiones e inserciones. Estas revisiones, en algunos casos, están previstas en el mismo proceso de escritura original y, por eso, se registran espacios en blanco –a veces completados con otra tinta, a veces incompletos–, comillas escritas antes de su contenido o cláusulas insertas sobre el texto ya escrito en espacios muy limitados».
El peritaje concluye que «estas intervenciones pueden deberse a un proceso de autocorrección o bien a la eventual participación de terceros en la edición final de los texto».
Las irregularidades se multiplican. En el primer cuaderno, que corresponde al período 2008/2009, «faltan partes de texto, como parece indicar la aparente supresión de páginas entre el 25/4/08 y el 11/5/08. (…) No aparece ninguna aclaración que lo señale, en un texto en el que metódicamente se indican todos los movimientos realizados, incluso los de los días en los que no tiene más actividad que estar ‘a disposición’ o ‘de vacaciones’. (…) Resulta plausible considerar que se trata del resultado forzado de la supresión de páginas y la información de las actividades correspondientes a esos días».
«Estas modificaciones plantean un texto que tiene un sujeto de la escritura, pero también un editor (él mismo o un tercero) que lo modifica. (…) En la producción material del texto o posteriormente se han producido intervenciones de manera directa o indirecta, a través de préstamos, copias, reproducción parcial de otros textos, que no se corresponden con un único sujeto de la escritura», explica el documento al que accedió este diario.
Mientras el primero de los cuadernos parece una agenda, el segundo se encamina a un libro. «A diferencia de lo que puede esperarse de este tipo de registros, que se organiza por una sumatoria de entradas de información que se van encadenando aleatoriamente a lo largo del tiempo, la composición de este cuaderno responde a la de un texto escrito, planificado como unidad. O sea, el texto se desarrolla conforme a un plan y a un objetivo».
Eso queda claramente plasmado en el tercer cuaderno, correspondiente a 2015. «El cuaderno se estructura a partir de una entrada inicial en la que se define el objetivo (testimoniar y denunciar) y en la que se anticipa su contenido o eje temático (el accionar de los funcionarios del Ministerio de Planificación)».
Mientras en el primer cuaderno se observan «cambios en el trazo de la letra y variación en la tinta, esperables en una escritura que se desarrolla diariamente a lo largo de un período extenso», en los otros dos la escritura es «uniforme y prolija, con escasas variaciones en el trazo de la letra y cambios en la tinta. Esta regularidad hace suponer un proceso de escritura continuo, realizado en pocas etapas», sostiene el reporte.
En el segundo cuaderno peritado, correspondiente a 2013, los expertos detectaron una situación insólita. «A raíz del borrado del nombre ‘Marcelo’ y la sobrescritura del nombre ‘Armando’ se produce un quiebre en la coherencia textual por un conflicto referencial, ya que la segunda mención de Marcelo no coincide con su antecedente, porque fue cambiado el nombre, provocando un caso de ambigüedad referencial: ¿de quién se habla? ¿De Marcelo o de Armando?».
Un dato puede aclararlo todo: en la Causa Cuadernos hay dos “Armando”: uno es Rodolfo “Armando” Poblete, del Grupo Romero, pero todo parece indicar que a quién quisieron involucrar sobrescribiendo su nombre fue a Armando Loson. Sobre el nombre tachado, Marcelo, hay uno solo investigado en el expediente: Marcelo Mindlin, de Pampa Energía y calificado como uno de los empresarios preferidos del ex presidente Mauricio Macri. «