Uno de los datos centrales de las elecciones de este domingo 13 de agosto será el nivel de participación. Las encuestas que circularon en los últimos meses tienen ese talón de Aquiles. Los encuestadores ponen esa advertencia cuando se les consulta sobre los movimientos de las horas previas a las PASO.
El fenómeno del ausentismo en algunas elecciones provinciales, sin embargo, ha sido sobredimensionado en el discurso mediático. Hay varios datos que matizan la idea de hay un “derrumbe” en el interés por asistir al cuarto oscuro. En Tucumán, por ejemplo, el nivel de participación en la contienda que le dio el triunfo al peronismo fue superior al 80%, muy similar al de 2019. En Jujuy fue del 74; en San Juan del 73%. En ambos casos son niveles similares a los de hace cuatro años.
En Chubut hubo en descenso marcado, 69% de los ciudadanos habilitados asistió a las urnas. Pero el día anterior a las elecciones, la ciudad más poblada de la provincia, Comodoro Rivadavia, había vivido una tormenta de dimensiones bíblicas. Hubo vientos de más de 150 kilómetros por hora. Se rompieron las ventanas de las casas, los autos, y hubo zonas sin luz. Miles de personas decidieron quedarse en sus hogares el domingo.
La provincia en la que sí hubo un fenómeno de caída de participación fue Córdoba. Tuvo la más baja desde la recuperación democrática para una contienda por la gobernación: 68,3%.
El fenómeno de ausentismo, en rigor, se produjo en los terruños que hasta ahora sólo realizaron primarias y todavía no la elección general: Chaco (58%), Santa Fe (61%), Mendoza (70%).
Los datos permiten señalar que quizás sean las PASO las que están generando menos entusiasmo, en las que es habitual que haya menor concurrencia. Si este domingo la participación supera el 70%, estará en línea con el promedio histórico. Hace cuatro años, en el 2019, en una campaña candente, la participación en las primarias fue del 75%.
La frialdad
Las legislativas del 14 de octubre de 2001 suelen tomarse como ejemplo de una expresión de la sociedad enojada con el conjunto de la dirigencia política. El nivel de participación fue del 75% a nivel nacional, es decir, dentro de los márgenes históricos.
El gran protagonista de esa jornada fue el voto anulado. En la CABA llegó al 21% y en Provincia de Buenos Aires al 13. Las corporaciones mediáticas tradicionales en aquel momento construyeron una idea: sumaron los nulos a los que no fue a votar y empezaron a instalar que el 50 por ciento de la población rechazaba la política. Con ese criterio, en Estados Unidos, donde el voto no es obligatorio y lo habitual es que concurra alrededor 50% a las urnas, siempre gana el “voto bronca”.
Un elemento que marcó esta primera parte de la campaña electoral fue la frialdad. “La calle está fría”, repitieron durante estas semanas los dirigentes peronistas que trabajan en el territorio. La mayoría de los análisis le atribuyen la apatía a la situación económica y a que Juntos por el Cambio no puede capitalizar en ese terreno. Las campañas de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich no se han centrado en cuestionar al gobierno por la inflación, como indicaría el sentido común, ya que el fracaso rotundo del gobierno de Mauricio Macri está muy fresco.
Hay otro aspecto que explica la apatía: la proscripción de Cristina. Desde el año 2007 hasta ahora, CFK ha sido la gran pasión de la política argentina. A favor o en contra, la vicepresidenta es una de las grandes pasiones de la historia nacional. Su ausencia en el escenario electoral le quitó sal, pimienta, ajo, y todos los ingredientes que se quieran imaginar. El lawfare atenta contra la democracia en todos sus niveles, también en el deseo de participar.