Se suele minimizar el daño brutal que un triunfo de Javier Milei le haría a la democracia argentina sosteniendo que no tendría poder institucional. Se hace el poroteo parlamentario y se llega demasiado fácil a la conclusión de que sería un presidente débil. Contaría como máximo con ocho senadores de 72 y con entre 41 y 50 diputados sobre 257. A esto hay que sumarle que no tendría ningún gobernador propio y quizás ninguna de las 2000 intendencias del país. Sería un caso inédito.
El politólogo Andrés Malamud comparó el posible futuro del país con hechos ocurridos en la historia reciente y no tan reciente del Perú. Dijo que Milei tiene como destino ser Alberto Fujimori o Pedro Castillo, si ganase. Es decir: o cierra el Congreso o estará siempre a tiro de juicio político por su falta de mayorías. Malamud omitió un detalle: Fujimori no cerró el Congreso con una decisión administrativa. Hizo un golpe de estado clásico con las fuerzas armadas, el cinco de abril de 1992, luego de haber sido electo dos años antes. ¿Las fuerzas armadas argentinas quieren volver a transformarse en un partido político después de la tragedia de la que fueron autoras en el siglo XX? Milei, a través de Victoria Villarruel, ¿apuesta a reeditar el partido militar que tanta oscuridad trajo a la historia argentina? Suena un poco descabellado, es cierto, al igual que parecía inimaginable hace tres años que un extremista de derecha sacara el 30% de los votos.
Cuando se hace la cuenta de la debilidad institucional que tendría La Libertad Avanza, se da por sentado que gobernaría dentro de los límites del marco constitucional y democrático. ¿Seguro?
Milei podría buscar una alianza con el ala dura de Juntos por el Cambio y entonces fortalecer su posición institucional. Eso sería un juego político legítimo dentro de la democracia. Un fujimorazo sería simplemente un golpe militar.
Hay otro punto que también se omite al minimizar el riesgo que implicaría un triunfo de la extrema derecha. Las reformas estructurales que propone, es cierto, son complejas de ejecutar de manera rápida. Sin embargo, es fundamental señalar que hay varias decisiones que el presidente toma sin pasar por el Congreso: el tipo de cambio, el valor de las tarifas de los servicios públicos, la tasa de interés y, aunque haya una ley, el modo de actualización de las jubilaciones, que implican el 57% del presupuesto del Estado Nacional. Puede ser que la privatización de la UBA sea un objetivo que un gobierno de extrema derecha no pueda cumplir de la noche a la mañana, pero devaluar el dólar oficial y dejar que el precio lo ponga «el mercado» se hace de un día para el otro. Lo hizo Alfonso Prat Gay al inicio de la gestión de Macri y consiguió el gran éxito de duplicar la inflación. Darle un manotazo a los depósitos en pesos para impedir que sean usados para comprar dólares (un plan bonex) es de un día para el otro. La combinación de estas dos cosas: la megadevaluación que pide el FMI –al que Milei considera casi socialista–y el manotazo a los depósitos equivale a pulverizar a la clase media. Ahí aparece la necesidad de recostarse en las fuerzas armadas para tener gobernabilidad. Las propuestas de Milei son las mismas que tenía José Alfredo Martínez de Hoz en la última dictadura militar. ¿Pueden hacerse sin autoritarismo?
Hay que comenzar a señalar los peligros a los que se está exponiendo el pueblo argentino y no en el mediano plazo. Son cosas que pasarán el lunes 11 de diciembre si la extrema derecha y el grupo de fundamentalistas que rodean a Milei llegan a la Casa Rosada. Es mañana. Está a la vuelta de la esquina. «
claudia
3 September 2023 - 13:00
urgente