Zaida Mamani, el dolor de una madre migrante, pobre e imputada por el crimen de su hija de 10 años

Por: Luciana Rosende

El crimen de Joselin Mamani, en 2019, causó conmoción. Tres años después, los principales movimientos en la causa apuntan a investigar la personalidad y la vida de su madre. No sabe qué hay en el expediente y nunca conoció a su abogado defensor.

Zaida Mamani llegó de Bolivia a los 19 años. A los 23 tuvo una beba. La llamó Joselin Nayla. El padre de la nena las abandonó. La mujer trabajaba haciendo changas de costura para mantener a su hija. Vivían juntas en una casa del Barrio 14 de Febrero en Longchamps, zona sur del Gran Buenos Aires. Hasta el 7 de enero de 2019. Esa mañana, Zaida salió a hacer unas compras. La niña de 10 años quedó sola. Cuando la madre volvió, la encontró agonizando en el piso de la cocina, cubierta de sangre. Le habían dado –se sabría luego- más de 40 puñaladas. La entrada no había sido forzada y no faltaba nada en la vivienda. La causa tuvo pocos avances y no hay detenidos. Pero sí tres imputados. Dos hombres –la ex pareja de Zaida y su hijo-, y una mujer: la mamá de Joselin.

Se enteró el 26 de octubre del año pasado. Recuerda con precisión la fecha y el impacto que le causó el operativo en la puerta de su casa, cuando varios policías llegaron para notificarla. Desde entonces tiene un abogado defensor al que todavía no conoce. Le dijeron que lo podrá ver el lunes próximo, en plena feria judicial. Aún no tuvo acceso a la causa, pero sí fue sometida a varias pericias, psiquiátricas y psicológicas. La última fue este miércoles. A las tres primeras había asistido sin saber que estaba siendo investigada como sospechosa. Creía que se trataba de encuentros con psicólogas para brindarle contención. Pero no. En la causa interviene la fiscal Fabiola Juanatey, de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) especializada en Violencia de Género del Departamento Judicial Lomas de Zamora.

“Quiero saber por qué estoy imputada, por qué estas pericias. Me sorprendí totalmente cuando me dieron la noticia. Antes me decían ‘quedate tranquila, es para descartar’. No tengo mucho conocimiento de estos casos, cómo se hacen, y no había nadie que me ayudara a entender”, dice la mujer, en diálogo con Tiempo. Habla por teléfono desde la misma casa donde fue asesinada su nena. La voz se entrecorta, entre la mala señal y el llanto.

Soledad

Zaida está sola. No tiene una red en el barrio. No mantiene contacto con su familia. Sus vínculos son su nueva pareja y la iglesia evangélica a la que asiste. Entre las pocas personas que la acompañan desde que su hija fue asesinada a puñaladas está Yunuem Díaz, socióloga y militante anarquista, quien participa de una agrupación que asiste a “sobrevivientes de abuso y madres protectoras”. Yunuem llegó con Zaida hasta los Tribunales de Lomas de Zamora ante cada pericia. En la última medida, esta semana, también se sumó el vicecónsul del Estado Plurinacional de Bolivia en La Matanza, Mauricio Pinaya Peñaranda. Pero sólo hasta la puerta, nadie pudo entrar con ella.

Para Yunuem, la imputación de Zaida tiene una única explicación: que la mamá de Joselin se casó con el hijo de su ex y uno de los imputados en la causa. “Zaida no ha tenido ningún acompañamiento institucional en estos tres años. Nada que llevara a desentrañar quién es el asesino. La última vuelta de tuerca es que ella contrajo matrimonio con uno de los imputados y la justicia en lugar de hacer las pericias de ADN, investigación de los teléfonos, interrogatorios del imputado -que fue violento con Zaida emocional y sexualmente-, en lugar de todo eso la pasan a considerar sospechosa”, cuestiona la socióloga.

Zaida está embarazada de cinco meses. Ahora sabe que después de las pericias sobre su personalidad puede llegar la elevación a juicio. ¿Y la detención?

Violencia

Cuando se difundió, el crimen de Joselin causó conmoción. Porque era una nena y por la saña con que la apuñalaron –sobre todo, en el rostro-. Entre las primeras notas que se publicaron sobre el caso, algunas apuntaban a las relaciones sentimentales de Zaida, especialmente con padre e hijo sospechosos.

“Mis vecinos, mi familia, todos me hicieron a un lado por lo que se publicó en su momento. El día del entierro me retaban, me trataban como si fuera una prostituta”, dice Zaida y vuelve a llorar. “Mi familia siendo mi sangre me hizo a un lado a pesar de que sabían que yo vivía mal. Muchas veces me fui queriendo separarme. Pero él siempre volvía con su perdón, me hacía vivir en su manipulación. Tenía amenazas. Por todo eso digo ‘qué tonta fui por no denunciar”, dice sobre su vínculo con Carlos Correa, uno de los imputados.

“Ese hombre tiene antecedentes de homicidio, de haber violado y golpeado a exparejas. Zaida no se consideraba víctima a sí misma antes de esto. Vivió un ciclo de violencia muy cruento”, relata Yunuem. Y agrega: “Vos como víctima te unís con un imputado y fuiste. Pasás de víctima a victimaria”, dice sobre el casamiento entre Zaida y Rubén Correa, hijo de Carlos. “Ahora está sentada en el banquillo de los acusados. La revictimizan y violentan mucho. Tiene que contar sus relaciones previas, es demasiado. Y el asesino sigue libre”.

Justicia

“Como mamá yo estoy dispuesta a todo. Quiero que se sepa quién hizo esto. Me dijeron que iban a hacer otro allanamiento a mi casa. Yo dije que sí. Me dijeron ‘vamos a hacer pericias de huellas, de sangre, de celulares’. Pero no hubo ninguna respuesta. Soy una mamá que está pidiendo justicia. A mí me duele como mamá lo que he vivido en todos estos años. La culpa que tengo por no denunciar la violencia que yo sufría. Tienen que investigar bien. Lo único que pido es que se investigue bien. A mi ex pareja una sola vez le tomaron declaración. Para mí es una injusticia que me imputen y voy a luchar porque a mí me duele”, insiste Zaida.

“Mi bebé era todo para mí. La tuve a los 23. A pesar de que su papá me había dejado por otra chica, yo la crié con todo mi corazón. Era una niña cariñosa, que me daba abrazos, que siempre me daba alegría, me hacía reír. Jugábamos. Que de la noche a la mañana me la arrebaten fue muy duro. No quiero que esto quede impune. Por eso pido ayuda. A mi hija no la tengo más en mis brazos, pero el día de mañana la voy a tener allá arriba. Mi hija no tenía la culpa, no tenía por qué morir de esta manera. Yo me preguntaba en qué fallé, no entendía qué me estaba pasando –relata- Que me imputen fue un golpe más”.

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