La saxofonista lanzó “Bardo”, su séptimo disco. Su mirada del jazz, la necesidad de tocar en vivo y la historia detrás del video que se hizo viral en el que un nene baila con uno de sus potentes solos.
“Venia componiendo bastante en marzo del año pasado, pero nunca llegaba a grabar porque me la paso tocando. Pero las constantes giras se pararon en seco, tomé esos temas y los empecé a dar vuelta. Los primeros tres meses de cuarentena, era tocar en la terraza y el balcón todo el día, y así fui armando estas canciones. De hecho me quedaron muchos temas afuera, por lo que no descarto una segunda parte de Bardo en unos meses. Pero bueno fue un renacer y me mantuvo súper ocupada todo el 2020. La música siempre es salvadora y la pandemia no fue la excepción”, confiesa Burich sobre su séptimo disco.
El nombre del álbum refiere cómo algunas culturas llaman al momento entre dos vidas: “Siento eso, como que fue una bisagra, como un intermedio, pase de quinteto a cuarteto y me abrí a mostrar muchos estilos que los toco desde siempre, pero que quizás no era lo que venía mostrando. Siempre en código jazzero, pero me puse a explorar todas las experiencia que me tocaron vivir siendo música”.
A los 40 años Burich siente que llegó a esa etapa que puede dejar salir lo que las influencias y experiencias vividas dejaron en ella como artista: “Por eso en este disco hay mucho de música latina, cosas modernas, libres, algo de blues, de rock. Para mi pasar por muchos géneros es una experimentación y un constante aprendizaje. Busco hacer música que me renueve todo el tiempo. Cuando uno siente amor por lo que hace, tiene que dejarse llevar, siempre, sin temor.”
Burich estudió en Instituto Superior de Arte de La Habana (Cuba) y fue parte de diferentes agrupaciones de salsa y latin jazz en esa ciudad. Luego rechazó una beca para estudiar en Berklee (Boston, EE.UU.), una de las mecas de los músicos concertistas, para desarrollar más el aprendizaje por experiencia. “Para mí, tocar es vivir” afirma la saxofonista. Luego decidió establecerse en Londres, donde ingresó al Goldsmiths College para estudiar el programa de jazz. Pero luego viajó a New Orleans y vivió algunos años en Nueva York, tocando todo el tiempo.
Su afán de seguir perfeccionándose no se detuvo y de vuelta a nuestro país, hace ya más de 10 años, mantuvo esa actitud y nunca la detuvo nada: “Ladies Jazz Orquesta fue un proyecto que me permitía jugar con eso que traje de afuera con cosas nuestras como el tango o lo folklórico. Ahora es una nueva etapa y vemos que sale. Estoy contenta de poder seguir soplando, esa es mi catarsis”.
“La música es esperanza. Mi trabajo es un servicio para la gente, el que escucha quiere volar, sentir algo con lo que uno hace. Tenemos la obligación de crear algo que nos movilice. El jazz es un género que se retroalimenta de esa experiencia de intercambio”, destaca.
Si bien Burich comenzó a los cinco años a tocar el piano, cuando a los trece encontró el saxofón se dio cuenta que es un canal único: “Para mí es lo más parecido a la voz humana, hay una conexión con el cuerpo y la postura que es distinto a todos los otros instrumentos que uno se cruza a la hora de hacer música. Necesito tocar tanto como respirar. Me hace bien soplar. No terminé la secundaria para irme a tocar y viajar. Eso forjó mi destino”.
Hace unos meses se viralizó un video donde un niño bailaba al son de un solo de Yamile. “El jazz es así, no hay nada estructurado, es improvisación, es sentir y dejar salir. Fue muy loco. El pibe se puso a participar. Luego lo conocimos y toca la batería re bien. Pero ese video fue algo que se dio y cuando lo subí, de casualidad, no me imaginé que iba a tener tanta repercusión. Tuvo muchas reproducciones y le llegó a gente grosa: desde historiadores del jazz a músicos muy importantes. Me llamaron hasta de un canal de la televisión de Estados Unidos, salimos en diarios en Italia, fue una locura”, repasa.
En septiembre espera volver a tocar en vivo. “Hasta hace una semana estaba tocando en el vacunatorio del CCK, para ponerle onda. Estaba todos los días cinco horas y tuve algunas ideas que me gustaría desarrollar. Yo soy de hacer, pero improviso sobre la marcha para ver cómo resolver. Soy inquieta y los proyectos siempre tienen el mismo objetivo: seguir tocando.”
Bardo
Séptimo disco de Yamile Burich. Yamile Burich (composición, saxo alto, soprano y tenor), Gustavo Silva (piano), Ramiro Franceschin (guitarra), Leonel Cejas (contrabajo) y Sebastián Groshaus (batería). Disponible en plataformas digitales.
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