Se exacerba la volatilidad financiera por las trabas al acuerdo con el FMI

El encuentro virtual entre el equipo económico y la número dos del Fondo Monetario, Gita Gopinath, el último viernes, llamó la atención de los mercados porque no sucedió antes del cierre, de forma tal de influir en el derrotero de ese día. Cuando trascendió, la jornada financiera ya estaba concluida.

El viernes fue un terremoto. El riesgo país, un indicador que sigue con atención el mundillo de los especuladores, subió un 1,5% y arañó los 800 puntos básicos. Ese fue el reflejo de la caída de la cotización de los títulos de deuda en dólares de la Argentina: los más comerciados retrocedieron entre 0,65% y 0,8%.

En tanto, anteayer el Banco Central debió desprenderse de U$S 350 millones de su escasa tenencia, una caída superior a cualquier otra ocurrida en un día en el que no hubo pagos por vencimientos fuertes de deuda.

Pero esa es la foto. A lo largo de febrero, el riesgo país acumuló una suba de 162 puntos que equivale a un inmenso 26,2%. Calcúlese que los valores de los demás factores destacados de la economía viajan al 1% (devaluación) o al 2,5% (inflación) mensual.

Además, en el segundo mes del año, se derrumbó la Bolsa. El índice S&P Merval perdió un 15% en dólares en el mes.

La causa de este deterioro es un retiro de los inversores financieros hacia posiciones más prudentes y menos expuestas a la volatilidad argentina.

Detrás de este movimiento se encuentra la certeza de que el país enfrenta una crisis por falta de dólares. En ese escenario, el retraso en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional pone nerviosos a los inversores ya que consideran que esa es la única red de resguardo.

Según la consultora LCG, a la Argentina la faltan U$S 8000 millones para cerrar sus cuentas externas. El gobierno fantaseó desde antes de asumir con distintas fuentes de financiamiento. A 15 meses de asumir, no apareció ninguna de ellas.

Así, las alternativas para cerrar ese agujero de dólares se limitan a dos reales: el mercado internacional de deuda voluntaria y el FMI.

Respecto de la primera, la suba del riesgo país de esta semana, a un nivel que no se observaba desde noviembre, «aleja la posibilidad de volver a los mercados para financiar los vencimientos», informó LCG.

Queda el organismo que dirige Kristalina Georgieva. Pero es allí donde las trabas a un nuevo acuerdo aparecen a cada momento.

Ahora se sabe que en la reunión que mantuvo con Milei en Washington dos semanas atrás, la mandamás del Fondo derivó al presidente argentino con el Poder Ejecutivo de Estados Unidos «para influir en la opinión del staff».

Pero, casi al mismo tiempo, el ministro de Economía, Luis Caputo, se retiró con las manos vacías de la reunión que mantuvo con el jefe del Tesoro de EE UU, Scott Bessent. Pero al igual que con otros encuentros con personalidades del exterior y acreedores del país, Caputo aseguró que en ese cónclave el estadounidense se comprometió a impulsar el nuevo acuerdo con el FMI en las condiciones que plantea el equipo económico, es decir, sin una devaluación, algo que las fuentes del Tesoro y del Departamento de Estado (Ministerio de Exteriores) de EE UU niegan.

Dos problemas

No fue una sorpresa que el gobierno de Milei fuera a pedir ayuda al gobierno de Donald Trump. Siempre se dijo que se iba a esperar el triunfo de Trump para presionar al FMI ya que, sin ese respaldo, el programa económico no superaría las revisiones de los burócratas del Fondo.

Pero los tiempos de Trump y su gabinete se mostraron mucho más lentos que los de Argentina y las palmadas en la espalda no alcanzan para modificar las posiciones del staff y del directorio del FMI.

Con el FMI hay dos problemas centrales. El primero lo planteó la portavoz del organismo, Julie Kozack, un mes atrás cuando señaló que faltaba «consolidar» un plan fiscal, monetario y cambiario. Eso significa que para los burócratas del organismo las contradicciones de la hoja de ruta del gobierno son evidentes: para mantener el dólar barato debe rifar cada vez más reservas para sostener la brecha en un nivel del 15%, por lo tanto, no hay garantías para el pago de las diferentes deudas externas, especialmente los U$S 44.000 millones que la Argentina le debe al organismo multilateral.

El otro problema que plantea el FMI, y por lo tanto el gobierno de Estados Unidos, es que exista un acuerdo político general que garantice que un nuevo pacto entre la Argentina y el FMI, necesariamente de largo plazo, será respetado por todas las fuerzas políticas.

Pero la criptoestafa y la ausencia de la oposición en el Congreso durante el acto de apertura de sesiones ordinarias del Congreso (ver páginas 3 a 6) demuestran que se está lejos de un acuerdo así.

La certeza de los mercados financieros es que sin dinero del FMI ni de los mercados de deuda, no hay posibilidades de cerrar el agujero de dólares que le faltan a Caputo.

Imparable

El nerviosismo de los inversores derivó en volatilidad y caída de los activos argentinos. La presión sobre los dólares financieros es fuerte y el Banco Central debió vender casi U$S 1000 millones en enero para evitar que la brecha con el dólar oficial supere el 15%. «Si este efecto (la presión sobre el dólar) no se ve (con una suba del valor) es por la presencia directa del BCRA interviniendo en títulos para sostener paridades y por el impacto del dólar blend derivado de las mayores liquidaciones del agro, aprovechando la baja de retenciones y la oportunidad de carry (intervención indirecta del BCRA)», explicó LCG.

La brecha en torno del 15% sería el «techo implícito» al que el Ministerio de Economía se sujeta desde mediados de diciembre. Pero estas intervenciones «son a costa de reservas», agregó la consultora. Así, las reservas netas siguen en terreno negativo, en alrededor de U$S 7000 millones, «aún después de haber contado con un superávit comercial de U$S 19.000 millones y pagos de deuda acotados durante todo el año pasado».

«Esto es, en definitiva, lo que entendemos que suma incertidumbre a nivel local y frenó la baja del EMBI», en referencia al riesgo país, agregó la consultora.

Las improvisaciones para zafar de este problema, el gobierno intentó aumentar la oferta de dólares en el mercado a través de la baja de retenciones para que los productores vendieran sus tenencias de soja y maíz y las exportadoras anticiparan liquidaciones. También, al habilitar a los bancos a otorgar préstamos a personas y empresas con ingresos no dolarizados ya que por norma deben liquidarse en el mercado de cambios. Incluso, subió la tasa de interés en la última licitación de deuda del miércoles pasado para sostener la demanda de pesos y evitar que se vayan al dólar.

El gobierno quiere ganar tiempo, pero no hay manera de cerrar la cuadratura del círculo: no hay dólares para pagar todas las demandas y no hay consenso con EEUU para llegar a un nuevo acuerdo con el FMI. «