Ronda Cultural era un programa del ex Ministerio de Cultura que cerró apenas asumió Macri. Sus integrantes se organizaron como una asociación sin fines de lucro para mantener la actividad. Hoy su equipo es más grande, recorre más museos y convoca a más gente.
Pero lo que podría haber sido parte de un afiche multicolor promocionando el éxito de un grupo de emprendedores, sus integrantes prefieren contarlo como la experiencia «de resistencia y construcción de un movimiento político que fue para adelante cuando todo se caía». Así al menos lo define Valeria Escolar, la directora del proyecto que hoy cuenta con más miembros que en su etapa anterior, vincula un mayor número de espacios culturales y convoca a más personas identificadas con su forma de relacionarse con la historia y el arte.
«Ahora somos casi 30 personas y, desde julio, ya tenemos una estructura en la que todos los que trabajamos recibimos una remuneración. Así que logramos formar la plataforma de trabajo que queríamos en un momento a contracorriente», cuenta Escolar a Tiempo. «La mayoría tenemos otros trabajos», aclara, «pero durante estos años fuimos invirtiendo, laburando a pulmón y poniendo tiempo, esfuerzo y militancia». Por eso Ronda Cultural fue mucho más que una salida laboral. «Funciona también como un refugio, como un espacio de pertenencia donde te encontrás con cosas que te hacen feliz. Implica mucho laburo, pero la satisfacción es enorme». Y esa satisfacción no es sólo de quienes trabajan en Ronda.
Primavera cultural
Son las 2 de la tarde y es 21 de septiembre. Los bosques de Palermo están colmados de personas que disfrutan del sol que da la bienvenida a la primavera. Pero una veintena prefiere sumarse a otro plan en el barrio y se reúne en la esquina de Lafinur y Juan María Gutiérrez. Allí, frente a una centenaria casona de inspiración renacentista, los esperan Anabella y Santiago, quienes serán los «mediadores» que durante unas tres horas los pasearán por el Museo Evita y el de Arte Popular José Hernández. Junto a ellos está Lucía, quien tendrá a cargo el control del tiempo y el cuidado de que el grupo se mantenga unido durante todo el recorrido.
«Hablamos de mediadores porque los ‘guías’ lo que hacen es tender puentes entre los museos y el público. Nuestra narrativa busca generar un diálogo entre lo que nos rodea cotidianamente a través de historias y anécdotas», detalla Escolar. «Se piensa cómo interpelar al otro desde sus conocimientos. Hay que tener en cuenta que en cada paseo participan personas con doctorados que viven recorriendo museos con otros que quizás entraron por primera vez en su vida a un museo con nosotros», añade la joven cuya trayectoria describe la suerte de las políticas culturales del país.
Ronda se inició como un proyecto que presentó a la Secretaría de Cultura de Nación durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Una vez aprobado, también se transformó en la tesis de licenciatura de la directora para su carrera de Gestión Cultural en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Creció a la par que la Secretaría se transformaba en Ministerio, sumó recorridos y planes para distintos públicos. Para completar la propuesta llegaron a integrar cuatro elencos de diez artistas que hacían intervenciones que se fusionaban al relato de los guías. Según recuerda Escolar, en tres años pasaron 33 mil personas por sus paseos. Pero apenas asumió el macrismo la situación cambió.
«Lo primero que pasó fue que empezaron a despedir a los que facturaban como monotributistas. Después nos sacaron los minibuses. Pero decidimos sostener la actividad y armamos paseos culturales caminados. Ahí las intervenciones artísticas las hacíamos las mismas personas que formábamos parte del equipo», añade Escolar. Pero esa etapa no duró mucho. El 28 enero de 2016, un mes y medio después de que asumió Macri el programa cerró. «Esa mañana llegamos al edificio y el personal de seguridad nos mostró las listas negras con los despidos. En todo el Ministerio fueron más de 400 despedidos y Ronda entero estaba ahí».
Historia de un regreso
El cierre no las amilanó. «Cada quien hizo su proceso de luto o resiliencia. Pero cuatro de nosotras decidimos seguir», detalla Escolar. «Teníamos la autoría del proyecto y las redes sociales, algo que fue clave porque nos permitió mantener el vínculo con el público desde la comunicación. Conservamos Ronda Recomienda, que es una agenda de actividades en museos», cuenta Escolar. Y como Ronda había dejado huella, alguien siguió el trazo.
«El primer paseo que hicimos de esta etapa fue muy emocionante porque me llamó una compañera que trabajaba en el museo del Cabildo para decirme que una escuela de Mendoza estaba buscándonos por todos lados. Nos preguntó si seguíamos activas y nos puso en contacto. Así que nos subimos a su micro de dos pisos y armamos el paseo ahí. Ahora todos los años vienen para que repitamos esa experiencia», recuerda.
Eso les dio el impulso que faltaba. Las cuatro echadas del Ministerio, con experiencia en la gestión cultural, no tardaron en obtener la persona jurídica. Lo que siguió fue una nueva convocatoria, esta vez de la Asociación de Amigos del MALBA que querían volver a tener un paseo. Se contactaron también con los Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes y armaron el primer paseo caminado. «Si no tenemos bus, lo hacemos a pie. Porque el paseo es una experiencia distinta», explica Escolar.
Los llamados les dieron impulso e hicieron una convocatoria para sumar gente a Ronda. Pidieron un auditorio en el Palais de Glas y, para su sorpresa, 75 personas colmaron el predio estatal. «Se incorporan un montón de personas con energía nueva que nos vinieron muy bien. Porque en todo ese tiempo nosotras alternábamos: una estaba siempre sosteniendo a la otra. Y entre los que se sumaron había gente que también había sido despedida de otros lugares del Estado». Uno de ellos es Ariel Chittaro, uno de los despedidos del INTI, que acompaña la conversación a un lado ya que tiene a cargo la Comunicación del proyecto. O Anabella, una de las mediadoras que está en la visita del día y que fue despedida del Museo Sívori, adonde hoy sigue guiando aunque para Ronda.
¿No vuelven más?
«Tras el golpe del ’55, la dictadura manda a destruir todo tipo de bienes usados en los hogares de tránsito que había creado la Fundación Eva Perón. También trata de borrar las siglas de cualquier ornamento», explica justamente Anabella en una de las habitaciones donde funcionó uno de los refugios temporarios para mujeres y niños sin recursos durante el peronismo. «No vuelven más», acota Irene, de 40 años, poniendo en relación la historia con el presente. Ella conoció Ronda en 2018 y ya visitó el Centro Cultural de la Ciencia (C3) en otro de sus recorridos. Entonces y ahora lo hizo con sus hijos en edad de primaria «porque los paseos son amenos».
Alejandra, a su costado, recuerda que su tía tenía un monopatín que le entregó la Fundación Eva Perón. Ella tiene 50 y conoció Ronda por Facebook hace dos años. Desde entonces fue recorriendo distintos museos y agradece la posibilidad de acceder sin pagar entrada. «Todos los caminados son a la gorra. Porque para garantizar el acceso a la cultura creemos que tiene que ser de libre participación. Entonces, el que puede colaborar para que todo esto exista, genial. Pero si no podés colaborar podés venir igual», explica Escolar. «Nos empuja la pasión por promover una política cultural de acceso y, al mismo tiempo, con nuestro trabajo le demandamos al Estado que eso exista».
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