Minutos después de que España ganara el Mundial, el presidente de la Federación de Fútbol de ese país, Luis Rubiales, tomó del rostro a la jugadora Jenni Hermoso y le estampó un beso sin su consentimiento. El gobierno español pide su renuncia.
Insólitamente no podemos escribirnos sólo sobre fútbol después de una final de un Mundial.
“Es una forma de violencia sexual que sufrimos las mujeres de forma cotidiana y hasta ahora invisible”, tuiteó la Ministra de Igualdad del Gobierno de España, Irene Montero.
Tipeo estas líneas después de seguir el escándalo durante todo el día. Rubiales salió a pedir disculpas. Se vio obligado a hacerlo. Pero no fue su primera reacción. Frente a las críticas iniciales les dijo “gilipollas” y “tontos del culo” a los que señalaron su abuso. “Fue un pico de dos amigos celebrando algo, no saben ver lo positivo”, había dicho ante las primeras consultas.
No es el único hecho juzgado del presidente. A esto se suman otros vídeos donde se lo ve en el palco junto a la reina Letizia y la infanta Sofía celebrando la victoria mientras hace gestos tocándose los genitales.
Las futbolistas, las de ayer, las de hoy, las de mañana, ya saben de deseos no respetados. Les escribo esto un 21 de agosto, miren la casualidad: es el Día de las futbolistas en Argentina en homenaje a las Pioneras que en 1971 les ganaron a Inglaterra en el Mundial de México. Esas jugadoras me enseñaron que las huellas de las heridas machistas quedan en nuestros cuerpos y en la propia historia de la disciplina. Y no se borran, eh. El deseo de jugar fue violentado durante siglos.
Pero las cicatrices están ahí también para no olvidar. Para tener memoria. Lo que a veces no tenemos en cuenta es que van a seguir apareciendo lastimaduras.
Ahora un varón que ejerce una posición de poder sobre una futbolista -es ni más ni menos que el presidente de su Federación- le cierra la boca por la fuerza, así como en algún momento a las jugadoras las echaron de las canchas, o las tocaron -las abusaron- en pleno juego, o las agredieron verbalmente, o les dijeron -todavía hoy les siguen diciendo- que en algunos torneos no pueden jugar por “ser nenas”. Quisieron cerrarles las puertas del fútbol.
La periodista Ana Requena Aguilar escribió en eldiario.es que lo que ocurrió “se llama cultura de la violación”. “Un patrón sociocultural -describió- que reproduce la idea de que los cuerpos de las mujeres están siempre disponibles para los hombres”.
El hecho se volvió un tema de Estado. Yolanda Díaz Pérez, la ministra de Trabajo, vicepresidenta segunda del Gobierno, pidió la renuncia de Rubiales. “Ha vejado y agredido a una mujer. Sus excusas no sirven en absoluto”.
Andrea Menéndez Faya, otra colega, escribió en El Confidencial: “Jenni Hermoso tendría que estar hoy celebrando que es, como ella misma dijo, campeona del puto mundo, y nada más. No tendría que recibir llamadas en su teléfono preguntando si quiere hablar del beso de Rubiales”.
La jugadora dijo en un primer momento que “no le había gustado”, aunque después salió un cable de la Agencia EFE en el que calificó el gesto de “amistad y gratitud”. Esos testimonios a EFE fueron cedidos por la propia Federación española.
El sitio Newtral recupera lo que establecen las leyes. En España, la Ley del Deporte considera “actos sexistas en el deporte” cualquier actuación en una competición que suponga “acoso, entendido por tal toda conducta no deseada”. La Federación, en tanto. ubica a la acción de “atraer con un abrazo en el intento de besarles” y “besar a la fuerza” como “situaciones, actitudes y comportamientos relacionados con la violencia sexual”.
Me pregunto qué partidos estamos jugando cuando jugamos. ¿Es sólo fútbol? ¿Es una final? ¿Es un Mundial y nada más? ¿O estamos acaso frente a la posibilidad de pensar y construir un deporte y un mundo un poco más justo y sin violencia?
Les mando un abrazo y recuerden que leo sus mensajes. Ah, y celebren que las Murciélagas nos hicieron campeonas del mundo.
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