Videojuegos de acá: corren, tiran, saltan y no paran de crecer

Por: Federico Trofelli

La industria argentina del videojuego facturó el año pasado casi 87 millones de dólares, un 20% más que en 2019, y emplea cada vez más gente, desde programadores y diseñadores hasta guionistas y testeadores de juegos. Tres cuartas partes de su producción se exporta.

Si los protocolos de distanciamiento social que motivó la pandemia supusieron un freno para muchas actividades, otras, como la industria de los videojuegos, creaciones que en buena medida surgen del aislamiento reconcentrado de los programadores frente a sus pantallas, no los sufrieron en absoluto. Por el contrario, el sector vive un boom inédito en el país. Actualmente se disfrutan en el mundo 239 videojuegos “industria argentina”, y 80 de ellos fueron desarrollados el año pasado.

Con o sin virus, la industria de los videojuegos mantiene un crecimiento sostenido y genera miles de millones de dólares al año en todo el planeta. La Argentina, que tiene una pequeña cuota de ese mercado, se subió a ese tren hace dos décadas, y desde entonces avanza a pasos agigantados. Tiempo dialogó con emprendedores y académicos, que consideran, entusiastas, que el desarrollo del sector en el país, si bien incipiente, es a la vez prometedor e ilimitado.

El escenario actual y su evolución puede leerse en los informes del Observatorio de la Industria Argentina de Desarrollo de Videojuegos, una iniciativa mixta impulsada desde 2017 por la Universidad Nacional de Rafaela (UNRaf) –la primera que tuvo una licenciatura en la materia– y la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos Argentinos (ADVA), donde confluyen gran parte de los estudios de programadores del país.

De acuerdo a los últimos datos, la industria de los videojuegos en la Argentina facturó en 2020 casi 87 millones de dólares. En 2019 habían sido 72 millones. El 74% de ese producto fue exportado, principalmente a los Estados Unidos, Canadá y en menor medida a la Comunidad Europea; el resto se consume en el mercado interno.

Ezequiel Heyn es director de comunicación de ADVA y fundador de Purple Tree, un estudio de videojuegos que genera servicios y productos para consolas como PlayStation, Xbox o Nintendo. “Creamos juegos como Golazo!, que es de fútbol; o Ponpu, con el que ganamos muchos premios internacionales; y otro más chiquito que es una especie de tejo y se llama Pets No More”, cuenta, y explica que es difícil “conseguir gente, además el tipo de cambio disociado no ayuda”. En efecto, esta es una industria donde la actual oferta de recursos humanos no está satisfaciendo la fuerte demanda, y el tipo de trabajo, básicamente remoto, es una puerta al mercado laboral internacional.

“La industria creció más de un 20% este año –precisa Heyn– y viene teniendo un impulso estable en los últimos años debido a dos factores: ya hay carreras que están apuntando a la creación de videojuegos, con un muy buen nivel educativo; y por otro lado, hubo un fuerte apoyo estatal a través de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (AAICI) para posicionar a las empresas en los eventos más importantes de videojuegos de afuera”.

Epicentro de esa dinámica son eventos como la Exposición de Videojuegos Argentina (EVA 2021), que se llevó adelante entre el 1 y el 4 de septiembre de modo virtual, con rondas de negocios, presentación de juegos y expositores de todo el mundo. Este encuentro, que se realiza hace 19 años, tuvo talleres sobre programación, arte y diseño, guión y musicalización, además de seminarios que indagaron en las propicias perspectivas de la industria local.

De los datos del Observatorio se desprende que hay 1916 profesionales de los videojuegos en actividad, de los cuáles 1264 tienen dedicación full time, otros 148 lo hacen part time y unos 504 son programadores freelance. Se precisa además cuáles son las áreas donde escasea personal calificado: el “game design”, el rubro central de la actividad; la comercialización de videojuegos, en un mercado global con jugadores muy poderosos; y la “gestión de comunidad”, con actividades en red y, básicamente, competiciones cooptadas por productoras de videojuegos del exterior que arrastran sus propios sponsors.

En cualquier caso, la gama de rubros que demanda la industria es enorme: además de programadores, por supuesto, se buscan técnicos, artistas gráficos, guionistas, sonidistas, actores y actrices que aporten las voces de los personajes, también traductores y, un rol crucial a la hora de comprobar si un desarrollo funciona o no, los testeadores de videojuegos.

El ingeniero en sistemas Pablo Navajas es el director técnico de todos los proyectos, tanto ajenos como propios, de Three Ordinary Guys Studio. “Proveemos recursos que puedan insertarse en algún equipo para desarrollar un producto en particular, aportamos en la creación y toda la ingeniería de un juego”, señala. La empresa la fundó con su hermano, en 2012, en Córdoba, “y desde entonces hemos recorrido el largo camino del emprendedor en una industria que creció de manera exponencial en los últimos años en la Argentina. Es una actividad multidisciplinaria, donde el rango de perfiles de trabajadores es enorme: desde un programador o artista hasta un psicólogo o abogado. Esta industria ofrece un proceso creativo único, en la que confluye todo lo multimedia”.

“Es evidente que la oferta de recursos capacitados es muy limitada –sostiene Navajas–, comparada a la demanda que existe en un contexto en el que se puede ofrecer servicios desde acá a cualquier parte, y que además somos baratos pero con calidad, por lo cual nos requieren cada vez más”. Él y su hermano Mauricio son profesores universitarios, y reconocen que la suerte de esta industria está atada estratégicamente al ámbito académico (ver aparte), desde donde hoy se brindan herramientas formativas que hasta hace pocos años no existían en el país.

Three Ordinary Guys, añade Navajas, busca que el personal se capacite constantemente. “Acá no casi no hay recursos senior, es decir, programadores con experiencia de ocho o diez años. La industria argentina del videojuego tiene apenas dos décadas, y en Córdoba se trabaja hace siete, ocho años como mucho. Entonces, el recurso humano es escaso y lo que hay tiene que seguir capacitándose”.

“El país tiene una muy buena combinación de calidad-precio que promueve que los inversionistas que conocen el escenario local puedan explotar esta situación”, resume Navajas, y completa: “La idiosincrasia del emprendedor argentino, que tiene que remarla constantemente y estar muy atento a los cambios del entorno y de las reglas de juego, genera una capacidad de adaptación única, y eso a esta industria le da más posibilidades”.

Ofertas de carreras formativas

La Universidad Nacional de José C. Paz (UNPaz) fue una de las pioneras en el país en incorporar a su currícula una carrera relacionada con esta flamante industria. José Guerra Prado, docente y coordinador de la Tecnicatura Universitaria en Producción y Diseño de Videojuegos, explica a Tiempo que “hay muchísimos profesionales en el país pero, según relevamientos hechos por asociaciones como ADVA y FUNDAV (Fundación Argentina de Videojuegos), la mayoría provienen de carreras que pueden considerarse afines al sector, pero no tienen formación específica en videojuegos”.

La UNPaz comenzó a ofertar esta tecnicatura en 2015 y poco después se sumó la Universidad Nacional de Rafaela, que fue la primera en tener una licenciatura. “Es un camino lógico al evaluar planes de estudio: este año incorporamos también la licenciatura –añade Guerra Prado–, entonces los primeros técnicos recibidos podrán incorporar más conocimiento a su formación y actualizarse. Y esto significa un paso hacia la investigación: estamos convencidos de que los videojuegos no solo son entretenimiento. Tienen un gran potencial pedagógico y didáctico para aplicar en educación o en salud”.

Los números de un sector en auge

De acuerdo al último informe estadístico del Observatorio de la Industria Argentina de Desarrollo de Videojuegos, el 71% de los estudios de programación fueron creados entre 2015 y 2020.

Respecto de la magnitud de los proyectos, el 53% de las firmas del sector son consideradas microempresas; el 36%, pequeñas; y el 11%, medianas. El 40% de los programadores son monotributistas, y un 21% se maneja en la informalidad.

En cuanto a sus actividades, en un 42% los estudios desarrollan y venden juegos propios; un 36% proporciona servicios a otras empresas; y un 22% se vuelca al desarrollo de software, apps, diseño web, animación y otros productos audiovisuales.

Los estudios consultados indicaron que desarrollaron 239 juegos desde el inicio de sus actividades, de los cuales 80 fueron realizados en 2020. Además, hay otros 127 videojuegos argentinos ya terminados pero que aún no fueron publicados.

En relación a las fuentes de financiamiento, un 66% de las empresas utiliza recursos propios del emprendedor, dueño o socio; un 9% recurre a fondos provenientes de publishers; un 6% recibe subsidios del sector público: y apenas un 4% vuelca a la actividad fondos obtenidos por premios y concursos. El 51% de los estudios afirma haberse resignado la posibilidad de hacer nuevas inversiones o llevar adelante proyectos por falta de fondos.

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