La 48º edición del acontecimiento cultural más importante del año que cierra el lunes 13 no es ajena a la situación económica del país. Las ventas disminuyeron sensiblemente. El libro se volvió un objeto caro para los empobrecidos bolsillos argentinos.
“Las ventas están con una caída del 35 y del 40%”, dice a Tiempo el presidente de la Cámara Argentina del Libro, Juan Pampín. El cálculo se hace en relación con el año anterior y sobre la base de los ejemplares vendidos hasta el momento. “La feria no es una isla, refleja el momento económico y el humor social. Más allá de que la gente vaya con la idea de comprar algo, no siempre lo puede hacer”.
“Hay una gran incertidumbre sobre los consumos básicos: el alimento, los servicios, la salud. En ese clima, la gente tiene miedo de gastar un dinero que después no pueda reponer”, señala.
La concurrencia fue aumentando a medida que el momento más crítico del mes -los últimos días de abril- se alejaba. “La feria empezó fría, después, de a poco, se fue sumando gente. Más allá de eso, la realidad es que hubo muchísimo público que fue a pasear, a participar de las actividades y la firma de autores, antes que a comprar”, agrega. Signo de época: el público sigue estando ahí, pero “no hay plata”.
A pesar de que las grandes editoriales no experimentaron una caída tan pronunciada, la baja llegó a sentirse hasta en sellos como Planeta y Penguin Random House. “Las ventas están aproximadamente un 20% abajo si lo comparamos con los mismos días de feria del 2023, más o menos en línea con lo que pasa en el mercado en general”, dice a este diario Valeria Fernández Naya, directora de Marketing y Comunicación de Penguin. Desde la editorial Planeta, por otra parte, hablan de una caída de entre el 10 y el 11 por ciento.
Para las pequeñas editoriales, el panorama es aún más desalentador. En una conversación con Tiempo, Ramiro Mases, editor del proyecto colectivo Rara Avis (un pequeño sello dedicado al ensayo, la dramaturgia y libros notables como Correspondencia Erótica, de Virginia Woolf y Vita Sackville-West), señala una caída que va del 30 al 40 por ciento en las ventas.
Mases no habla sólo en representación de Rara Avis, sino también de las más de diez editoriales que conforman la cooperativa TyPEO (Territorio y Producción Editorial Organizada), la cual comparte espacio en la Feria con el colectivo Todo Libro es Político, compuesto por otra decena de editoriales.
El contraste es grande cuando Mases recuerda sus primeras ferias: “Todos los compradores tenían bolsas gigantes con libros. Se llevaban entre 4 y 6 de un mismo stand. Hoy realmente no existe esa posibilidad”.
El editor atribuye la merma a dos factores: “lectores pobres y libros caros”.
Por un lado, hay una caída estrepitosa del poder adquisitivo y, por el otro lado, el aumento del precio del papel genera incrementos muy altos en el valor de los libros.
Respecto a este último punto, subrayó la importancia de contar con una política estatal que “regule el precio del papel o intervenga de alguna forma positiva, aunque sea generando competencia en la comercialización de este insumo que es fundamental para la industria editorial y hoy en día está cartelizado”, dice en referencia a la concentración en pocas manos de la producción del papel para libros.
Mariano Blatt, poeta y editor de Blatt & Ríos, cuenta a Tiempo que en esta edición están vendiendo un 35% menos de ejemplares en comparación con el año pasado.
“Las personas se están llevando un sólo libro. Las que pueden. Hay mucha gente que no puede llevarse ninguno”, dice y agrega: “el aumento especulativo del precio del papel y la inflación hace que los libros argentinos sean caros incluso en dólares en comparación con otros mercados como el español”.
Más allá de ser un punto de encuentro para el público general, la Feria es un espacio para la retroalimentación interna de la industria del libro. A las Jornadas profesionales acuden, por ejemplo, libreros de otras partes del mundo para comprar obras argentinas.
El año pasado, estas jornadas arrojaron resultados positivos: la devaluación favoreció la adquisición de libros argentinos para el mercado internacional. Sin embargo, en la actualidad, el panorama es diferente: los libros no sólo se encarecieron para los consumidores locales, sino que también lo son para su comercialización en el extranjero.
Mientras que actualmente las novedades argentinas arrancan con un valor promedio de 20 dólares, el año pasado el promedio se situaba en la mitad de esa cifra.
Leonora Djament, la directora editorial de Eterna Cadencia, expresó a este diario: “Vinieron menos libreros y distribuidores del exterior y los que vinieron se encontraron con libros caros en dólares, con lo cual compraron mucho menos. Con el correr de los días las ventas mejoraron un poco pero la mayoría de los stands bajaron sus ventas entre un 20% y 40% respecto del año pasado”.
“El panorama es complejísimo: estamos con serios problemas tanto en el mercado interno como en el mercado externo producto de todas las medidas económicas y financieras que se han tomado y del brutal ajuste económico que vivimos”.
Diego Erlan el editor de Ampersand, coincidió en que el impacto se sintió desde las jornadas de profesionales. “La caída de ventas en las librerías es muy fuerte e intuimos que lo poco invertido estuvo destinado a libros más generales”, dijo y apuntó una baja del 37 por ciento.
Otras editoriales como Godot y Sigilo situaron la caída en alrededor de un 40 por ciento. Maximiliano Papandrea, el editor de Sigilo, destacó que a pesar de todo hay algo que sobrevive: “Lo más lindo de la feria siempre es encontrarse con los lectores. Preocupación generalizada, pero el espíritu comunitario intacto”.
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