Nicolás Maduro va por su tercer mandato en un marco nunca tan cuestionado. Las predicciones son las más diversas. La oposición busca instalar un triunfo anticipado y se descuenta quién se lo atribuirá, sea cual fuera el recuento final, que se prevé prolongado. Tensa calma en Caracas. La mirada externa.
Las fake news van y vienen con el viento, las encuestas que divulgan los equipos de prensa confirman que no hay pronóstico claro de qué puede pasar y la comunidad internacional vuelve a arremolinarse sobre el país del infinito petróleo.
El padrón cuenta con alrededor de 21 millones de personas habilitadas para votar. Al respecto, dos factores tendrán que ser tenidos en cuenta. El primero es el efecto de la emigración durante los años más duros de la crisis económica. Los números varían y las cifras oficiales escasean, pero varios cálculos privados señalan que son 16 millones las personas que podrían participar en el comicio. Los y las restantes estarían ya en otras latitudes, pero su domicilio aún estaría anotado en territorio venezolano. La posibilidad de inscribirse desde el extranjero fue escasa y demasiado trabajosa en los consulados.
El segundo factor clave es la participación. En busca del famoso termómetro callejero, en Caracas las ganas de ir este 28 de julio a votar se muestra dispar. En zonas de clase media y alta los apoyos se inclinan fuerte hacia González Urrutia pero no todos aseguran que concurran a los centros de votación.
Los barrios –término similar a la villa argentina, lo que resulta casi un insulto para quienes habitan zonas más pudientes de esta ciudad– concentran el aparato organizacional político del oficialismo, que en los sectores populares ordena mucho de la vida cotidiana. El sistema uno por diez, como lo llaman, está naturalizado y funciona exactamente como parece: cada referente del chavismo debe asegurar diez votos. Además están las organizaciones sociales, en su mayoría cercanas al gobierno, que potencian la verticalidad del convencimiento sobre la necesidad imperiosa de un nuevo apoyo masivo a Maduro.
Es ese entramado con el que el presidente aspira a asegurar este domingo un piso muy alto de votos en todas las localidades del país. Vale también señalar que Venezuela es un país mucho menos concentrado que Argentina, con varias ciudades populosas e interpretaciones sociales muy diversas sobre qué y cómo votar.
La estrategia de la oposición comenzó a acelerarse en la última semana. María Corina Machado dijo el sábado, en entrevista con Infobae, que existen sectores del chavismo que ya se predisponen a negociar ante un triunfo de su designado. Esta puntada tira del hilo que busca instalar un triunfo anticipado que, en caso de que los números finales del Consejo Nacional Electoral digan lo contrario, permitan elaborar una narrativa general de fraude. Nada permite ser taxativo en los augurios en este país y todo puede ocurrir al mismo tiempo.
Sin embargo, la Justicia venezolana realizó un comunicado en el que instó a que nadie olvide que es el CNE el que dictará el resultado final. Esto hace referencia a que es probable que, pocas horas después del cierre de las mesas, Machado y González Urrutia tomen en cuenta recuentos rápidos elaborados por sus testigos, figura similar a los fiscales de mesa.
Con la victoria autoproclamada, en las tensas horas hasta el resultado final habrá que mirar con atención el posicionamiento de medios extranjeros y otros países, con principal importancia de la administración Biden de EE UU.
No cuesta imaginar tampoco que uno de los primeros en festejar la victoria de la oposición sea Javier Milei, luego de las declaraciones del vocero Manuel Adorni que aseguró que el gobierno argentino desea que se respete el derecho a votar en Venezuela. Entendemos que los venezolanos están cada vez más cerca de recuperar la plena democracia”.
Machado tuiteó un agradecimiento a Milei por el “apoyo a nuestra causa, a los valores democráticos y a la libertad”.
Es esa perspectiva internacional la que tiembla desde el momento en que Maduro habló del “baño de sangre” en caso de un triunfo opositor. Luego vino la polémica con Alberto Fernández, que se sumó al viaje cancelado de representantes de los gobiernos de Lula en Brasil, de Petro en Colombia y de Boric en Chile.
Del otro extremo del espectro político, Machado y González Urrutia alinearon apoyos en la derecha internacional que intentó arribar al país y fue frenada en seco por el gobierno de Venezuela. El representante del partido español Vox, Víctor González, y el diputado libertario argentino, Alejo Bongiovanni, fueron deportados apenas tocaron tierra. Del mismo modo, representantes del excandidato de ultraderecha chilena, José Antonio Kast, tampoco fueron habilitados a ingresar como veedores de la elección.
¿Cuál será la reacción de la población a los resultados, sean cuales sean? Si gana Maduro, ¿el este de Caracas pisará las avenidas? Si gana Machado, ¿bajarán los cerros tapizados de barrios populares? Preguntas que conviene hacerse ante la relativa tranquilidad que expresan casi todas las personas con las que se conversa en esta ciudad por momentos desmesurada. Acaso síntoma visible, el viernes sí mostró un frenesí de compras en supermercados y almacenes. Había que apurarse a evitar la veda de alcohol, que ya rige para todo el país hasta el final del domingo.
El voto para las elecciones de este domingo en Venezuela funciona bajo un sistema electrónico. El sistema, que desde el gobierno de Maduro califican de “infalible”, resultó a su vez apoyado, aunque con reservas, por la oposición. El Consejo Nacional Electoral, integrado en su cúpula por tres representantes del oficialismo y dos de la oposición, recibirá y compilará la información de las mesas de todo el país. El resultado, según prometieron, debería aparecer con cifras casi definitivas antes de la medianoche del domingo al lunes.
Se trata de un paso a paso no tan inmediato como podría creerse: una vez hecha la fila, en la mesa las personas deberán confirmar su identidad con su huella digital, la cual ya se encuentra registrada. Luego se llega al biombo con la pantalla que muestra a los candidatos. Elegida la opción, se imprime un ticket verificatorio que luego se introduce en una urna. El último paso es curioso: la autoridad de mesa deberá impregnar un dedo meñique de cada votante con tinta indeleble, para constatar que votó.
En su último Nico Live, antes de las elecciones, el presidente venezolano se mostró distendido. Además de su diálogo con invitados, como es habitual, en esta ocasión llamó la atención de una estatuilla que mostraba en su escritorio: una imagen de Néstor Kirchner saludando con su brazo izquierdo en alto. Anoche, en un acto, Maduro, dijo: «Venezuela es la alternativa a Milei».
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