La directora del musical “Le Petite Mort” utiliza escritos de Roland Barthes, entre otros, para abordar en forma poética y performática uno de los sentimientos más potentes y complejos.
“Es un proyecto que estaba imaginando, macerando en la mente hace un par de años, como parte de esta necesidad de seguir contando el amor en todas sus formas”, dice sobre los orígenes de Le Petite Mort. En ese entonces estaba con Amado mío, una historia entre dos hombres, y enseguida la llevó el entusiasmo y el esfuerzo Tita, llamarada pasional, un homenaje a la gran Tita Merello. “Ya Amado mío hablaba del amor de estos tiempos con celulares, donde no hay magia alrededor de la historia de amor, y esta vez me pareció que podía interpelar a otro público. No hay conflicto, es simplemente cómo se transita el amor entre mujeres de distintas edades, y es muy performático y subtextual, no es una obra escrita de manera literal, con situaciones cotidianas; es poética.”
A través de canciones emblemáticas en distintos idiomas que hicieron historia sobre el amor, como “El amor”, de Massiel; “Parole parole”, “Sapore di mare”, “Volare”, “se van contando distintos momentos de esta historia entre dos mujeres que pueden tener una diferencia de 10, 15 años. Son dos realidades y dos energías distintas, y el tema es cómo se puede compatibilizar eso. Hoy en día alguien de 25 años vive la sexualidad de manera completamente distinta a alguien de más de 40. Es una cuestión cultural y de cómo se fue desarrollando todo el entendimiento del amor.”
Más allá de la creencia de que cada vínculo es distinto y depende de muchas cosas, la autora señala que “el tema de la edad es un conflicto que siento que es real: es inevitable esa asimetría en las vivencias. Son etapas que se tienen que vivir y a lo mejor son frecuencias que no están en el momento indicado. Pero hay un amor, una pasión, una atracción que jode ahí, que presiona en el cotidiano y después el día a día se empieza como a debilitar porque hay distintos intereses”.
Si el proyecto no llegó a su concreción antes de este junio no es por ninguna razón particular. “Uno no maneja los tiempos -sintetiza con sencillez-. Tenés un sueño, un proyecto y después tienen que pasar muchas cosas para que todos se acomoden y se pueda concretar. Y más en nuestra situación que es una cooperativa. Además tenía que dar con las personas justas y seguro que también acomodar una sensibilidad personal, porque cuando no me contratan siempre hago algo autoral, personal. Hay algo de vivencia que tiene que ocurrir para que digas: es el momento, porque son esos espectáculos que nacen de necesidad de contarlo y no de una necesidad de trabajar para ganar plata.”
La obra recorre escritos de Roland Barthes, en especial de Fragmentos del discurso amoroso. “Los textos te llegan. Si no estudias literatura o sos alguien que escribe, capaz te llega La divina comedia y de repente te pega. Eso es lo lindo que tiene la literatura. Y si te llega, tenés posibilidad de profundizarlo, lo mismo que un repertorio musical: las canciones que elegimos, por ejemplo, ‘Abril’ (Acit) al principio no las entendía y cuando empieza a entender, empieza a buscar y se abre el panorama.”
Ese encuentro con el texto en el caso de Ambrosio se produjo el verano pasado. “Me pareció un flash. Cuando hice Amado mío utilicé textos de (Pier Paolo) Pasolini, que me iban marcando el camino. Acá estas reflexiones me parecían que estaban súper alineadas al punto de vista con el que quería abordar la historia. Es todo un instante lo que cuento.”
Y porque de ese instante es de lo único que se siente en condiciones de hablar. “Hablar del amor sigue siendo lindo, porque es lo que mueve el mundo. Parece trillado, pero el amor en cualquiera de sus formas es lo único que vale la pena, todo lo demás no lo entendemos. Creo que ahí hay mucha más información que en un texto o en una polémica para tratar de entender algo, que para mí es incomprensible, que es el mundo de hoy.”
En su estado de WhatsApp dice: Quirón en casa 12. “Es el personaje que sufre por el mundo eternamente, que le duele todo. En este último tiempo tengo una sensibilidad particular, creo que desde la postpandemia. La pandemia pudo haber pasado por otros lugares, y a mí me pasó por esta sensación, este sentimiento de qué pasó, no es normal. Entonces te da vuelta todo: los afectos, la manera de ver el mundo, tu compromiso con lo que hacés. En mi caso lo exorcizo haciendo este tipo de espectáculos. Tenemos que empezar a pensar en la intuición como una fuente de conocimiento”.
Dirección: Valeria Ambrosio. Dirección Musical: Matías Chapiro. Coreografía: Sebastián Codega. Vestuario: Florencia Blejer. Iluminación: Valeria Ambrosio. Sala Cástor y Pólux (Tacuarí 955).
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