Estados Unidos venció a Irán en el partido más simbólico del Mundial, a la espera del partido que definirá el futuro de la selección en Qatar 2022, esta tarde a las 16 contra Polonia. Se esperan tantos hinchas argentinos sin entrada que la FIFA redoblará la seguridad en la periferia del estadio.
En la última carta, les conté de Irán y Estados Unidos. Ayer estuve en el estadio. No fue un gran hecho futbolístico pero tuvo una carga de emoción distinta a otros partidos y tuvo su intensidad, la búsqueda del golpe a cada arco. Ganó y pasó Estados Unidos. Así que mientras esperan el partido de la Argentina con Polonia, de lo que también les voy a escribir, los voy a distraer un rato con algunas imágenes de anoche.
Las vuvuzelas lo inundan todo, es un ruido constante que penetra los oídos, como una invasión de rinocerontes nerviosos. Va a costar sacarlo de la cabeza. Se ven muchos asientos vacíos en Al Thumama pero los hinchas de Irán y Estados Unidos construyen una atmósfera que lo desborda. Iu-Es-Ei, Iu-Es-Ei, Iu-Es-Ei se escucha en una de las cabeceras y es como si fuera una provocación porque enseguida viene la demostración de fuerza y también de mayoría. ¡Irán! ¡Irán! ¡Irán! Son más, se sienten más, no hay discusión ahí. El estadio se enciende.
Todavía no se cantaron los himnos, lo que dará más potencia al escenario, lo que pondrá en su lugar a este partido. Un rato antes, en las llegadas a los estadios, se mezclaban las camisetas iraníes, las blancas y verdes, las rojas y verdes, con las rojas, azules y blancas estadounidenses. Algún grito, algún cara a cara, nada que no haya pasado en otros partidos. Pero adentro la separación fue precisa, un lado para cada uno.
Estados Unidos tiene un gran mediocampo. Lo forman Yunus Musah, Tyler Adams y Weston McKennie. Tienen 20, 23 y 24 años y juegan en Valencia, Leeds United y Juventus, en ese orden. Gregg Berhalter, su entrenador, armó el segundo plantel más joven del Mundial después de Ghana, un promedio de 25 años y dos meses que en su mayoría juega en Europa. No es la MLS lo que está en la cancha. Christian Pulisic entra en esa media. El jugador del Chelsea hizo el gol de la clasificación. Después terminó en el hospital, aunque ya dijo que está bien. Lo siguen de cerca para lo que viene, el cruce con Países Bajos en octavos de final. Pulisic es necesario para este equipo. Tim Weah también. Jugador del Lille, hijo de George Weah, presidente de Liberia. En el primer tiempo le cobraron un fuera de juego por tener la rodilla adelantada, sólo para el offside automatizado. Weah nació en Nueva York, tiene ciudadanía francesa y liberiana. Tiene 22 años.
Pero el pulso del fútbol se lo entrega el medio, lo que juegan Adams y McKennie. El gol fue lo que armó McKennie, fue Sergiño Dest entrando al área por el lateral y Pulisic tirándose sobre la pelota casi como un sacrificio. Salió ahí lesionado. Pero Estados Unidos se desarmó. Sin McKennie, sin Pulisic, retrocedió en el campo. A Irán no sólo le faltó fútbol, también le faltó fuerza. Empujó sobre el final porque el empate le daba la clasificación, reclamó un penal dentro de los nueve minutos que adicionó el árbitro. Y se desplomó en el campo con la eliminación.
“Lo hicieron, Dios los ama”, celebró Joe Biden durante un acto apenas terminó el partido. El presidente de Estados Unidos había hablado con el equipo unas horas antes: “Pueden hacerlo, les dije”. Mientras la selección de fútbol masculino lo hacía, ganaba, el Departamento de Estado aprobaba una venta de armas por cerca de mil millones de dólares a Qatar, el país del Mundial. Diez aeronaves no tripuladas, doscientos interceptores Coyote Block 2, también lanzadores, radares de radiofrecuencia, un sistema electrónico contra drones, equipos de comunicaciones, software y además la capacitación al personal de las fuerzas qataríes. “Esta venta -difundió Washington- propuesta apoyará los objetivos de política exterior y de seguridad nacional de Estados Unidos ayudando a mejorar la seguridad de un país amigo que sigue siendo una fuerza importante para la estabilidad política y el progreso económico en Medio Oriente”. Un avance más en la alianza que incluye tener al oeste de Doha la base militar estadounidense más grande de la región.
Para los jugadores iraníes, consolados por sus rivales al final del partido -que nunca fue violento en el juego, en ningún momento desleal- queda el honor de haber sido una de las selecciones que ignoró el pedido de FIFA de evitar pronunciamientos políticos. Apoyaron las protestas en Irán adentro y afuera de la cancha, en el himno y en las conferencias de prensa. CNN publicó horas antes que jugaron amenazados de muerte por el gobierno de la República Islámica, que negó esa versión.
Estados Unidos será rival de Países Bajos, primera en el Grupo A. El otro cruce de los dos primeros confirmados en Qatar será entre Inglaterra y Senegal. Inglaterra goleó 3-0 a Gales. Terminó la primera fase con nueve goles aunque no pudo convertirle a Estados Unidos, selección con la que empató. Pero su poderío está a la vista. Jugará con un equipo como Senegal, duro en lo físico y que se las arregla incluso sin su mayor figura, Sadio Mané. Se trata de un gran trabajo de Aliou Cissé, que llegó a octavos de final como jugador en Corea-Japón 2002, dos décadas atrás, y ahora lo consigue como entrenador después de haber sido campeón de África. Dejó afuera a Ecuador, la selección de Gustavo Alfaro que parecía encaminada a pasar de fase. Le había hecho un gran partido a Países Bajos pero esta vez se le escapó cuando apareció Kalidou Koulibaly unos minutos después de haber conseguido el empate con el gol de Moises Caicedo. El Mundial pierde a Alfaro, se lamentaban ayer en los centros de prensa algunos periodistas de Europa que también disfrutaban de sus conferencias de prensa.
Los siguientes cruces de octavos de final se definen hoy. Son los que nos cierran el estómago porque ahí está la Argentina. Al mediodía de ahí primero se comenzará a resolver el Grupo D. Será difícil que le saquen a Francia el primer lugar. Tiene seis puntos y tiene a Kylian Mbappé en estado de furia. Su rival será Túnez en otro partido con clave histórica. Túnez fue protectorado francés hasta que en 1956 consiguió su independencia. Suma un punto en el grupo y la tiene muy jodida para clasificarse. Debería ganar por una buena diferencia y esperar un empate entre Dinamarca y Australia, que juegan el otro partido con altas probabilidades de segundo puesto para alguna de las dos selecciones.
Más abierto está el grupo de la Argentina. Las cuentas son bastante sencillas. Si le gana a Polonia y Arabia Saudita no le gana por tres goles o más a México, será la primera. Si llegara a empatar, podrá entrar segunda mientras ocurra lo mismo en el otro partido o México gane por menos de cuatro goles. Ya sabemos que una derrota es el pasaje de vuelta.
Ahora que ya están con nervios piensen en los últimos minutos de la Argentina con México. El gol de Lionel Messi fue la descarga, el de Enzo Fernández fue el vuelo. Esos momentos finales del partido conectó a los jugadores. Sí continúa en ese tono puede hacer un buen partido contra una selección que sabe defenderse, que entrega la pelota al rival y espera encontrar los espacios en ataque. Sus dos figuras están en las dos puntas. Uno es el arquero, Wojciech Szczesny, al que hasta ahora no le hicieron goles. Mantiene su arco invicto en los últimos seis partidos contando a su selección y a Juventus, su equipo. El otro es Robert Lewandowski, que le da jerarquía en el ataque. Aprovechan mucho las bandas, la velocidad de sus laterales para salir rápido. Pero el asunto va a ser quebrar el armado defensivo polaco.
Hay varias historias con Polonia. Dos partidos mundialistas, uno en Alemania 74 que la Argentina perdió 3-2 y que Andrés Burgo recordó acá por una incentivación, y el otro en 1978 que se jugó en Rosario. La selección ganó 2-0 con dos goles de Mario Kempes, que evitó un tanto polaco tirándose como un arquero y haciendo penal. Ubaldo Matildo Fillol se lo atajó a Kazimierz Deyna. Pero hay otro partido con Polonia que tiene un costado más oscuro. Fue el amistoso que se jugó en Chorzow el 24 de marzo de 1976, el día del último golpe cívico militar en la Argentina. El partido fue lo único que emitió la televisión argentina, exceptuado por el comunicado 23 de la junta militar.
Pero para los que crecimos con el fútbol de los ochenta, Polonia es un torneo de verano en Mar del Plata y una acrobacia de Enzo Francescoli. El 8 de febrero de 1986, River le ganó 5-4 a la selección polaca con el gol de chilena del uruguayo. Fue un partido para guardar los recortes de los diarios y las revistas. “Fue el gol más bello que la selección de Polonia haya recibido alguna vez”, dijeron en la televisión de Polonia como lo reconstruyó Roberto Parottino acá.
Mientras revisan ese partido en el recuerdo, les dejó otros artículos de Tiempo. También Beto escribe sobre Pablo Aimar, sus lágrimas y el “ganar es vivir, perder es morir”. Burgo aborda esos temas que no se suelen abordar en el periodismo deportiva, la denuncia a Thiago Almada por doble abuso sexual agravado.
El estadio 974 va a ser el escenario de los hechos. Queda Ras Abu Aboud y está hecho con containers que se van a desmontar una vez que termine el Mundial. Su nombre es el prefijo telefónico de Qatar y tiene la mitad de capacidad que el Lusail, el estadio de los primeros dos partidos. Hay muchos hinchas argentinos sin entradas, lo que preocupa a la seguridad.
En Barwa, el barrio argentino de Doha, se espera el partido con música. Pocas hinchadas tienen cantitos con tanta letra, tan elaborados, quizá la de Brasil. Pero tienen la fuerza del nombre, del grito, el Irán, Irán, incluso el Iu Es Ei, Iu Es Ei o el Deutschland, Deutschland. Así que polemizo un poco con esta pavada. Todo bien con las letras, pero el Argentina, Argentina siempre fue más efectivo.
Hasta la próxima carta,
AW
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