Columna de análisis para el sitio Katehon.com del especialista Miguel Ángel Barrios.
Desde la implosión de la Unión Soviética estamos siendo oyentes, en el sentido estricto de la palabra, de esta discusión de los estrategas de los grandes centros. En el fondo, no sólo los acontecimientos mundiales generan incertezas más que certezas en el sistema mundo, sino que también caen hechas trizas las categorías conceptuales que crean y recrean las Relaciones Internacionales en su carácter de disciplina de fuerte raíz anglosajona.
El internacionalista español Celestino del Arenal, refiriéndose al concepto de Relaciones Internacionales, dice: «Sin entrar de nuevo en la cuestión terminológica, y aceptada en principio la expresión relaciones internacionales, señalábamos en la Introducción, que la expresión relaciones internacionales designa tanto a un sector de la realidad social como a la consideración científica de la misma. Definiríamos a las relaciones internacionales como aquellas relaciones entre individuos y colectividades humanas que configuran y afectan a la sociedad internacional en cuanto tal.» (Celestino del Arenal. Introducción a las Relaciones Internacionales. Editorial Tecnos. Madrid. 2000, pág. 424). La proliferación de teorías y del paradigma del Estado y del Poder, y su instalación en ámbitos universitarios norteamericanos y su complementariedad con los centros de poder del Pentágono.
«Las relaciones internacionales como ciencia se han desarrollado, así, en un contexto absolutamente exclusivista y cerrado, más que por expresa voluntad de los estudiosos anglosajones, por la decisiva dependencia que las relaciones internacionales como ciencia han tenido y tienen en relación con la propia política exterior de los Estados Unidos, y por la ignorancia que esos estudiosos tienen de otras lenguas y de otros mundos científicos y culturales, producto de una mezcla de provincianismo y de imperialismo cultural y científico. No en balde, a las relaciones internacionales, le han identificado con un carácter de ciencia americana o ciencia anglosajona». (Celestino del Arenal. Obra citada, pág 68).
Es decir, que las relaciones internacionales se consolidan universitariamente asociadas a la hegemonía de los EE UU y a la visión cultural imperial norteamericana, desconociendo o abordando secundariamente, o para mejor decir, desconociendo los aportes filosóficos y teóricos de otras corrientes del pensamiento internacional, que vienen desde la Antigüedad o del Derecho de Gentes de la escolástica o de la geopolítica, inherente a la acción y estrategia de los Estados.
Y, como afirma el antropólogo brasileño Renato Ortiz, las Ciencias Sociales se encuentran atravesadas por un fuerte proceso de anglosajonización (Renato Ortiz. La supremacía del inglés en las ciencias sociales. Ed.Siglo XXI. BsAs. 2009), y hoy en la mayoría de las carreras de ciencias sociales resulta más prestigioso ser citado en inglés, por ser más cotizado, que buscar ideas. La producción del conocimiento en un mundo que postula la diversidad no puede ser jerarquizada únicamente por la hegemonía del inglés. En el fondo, es un positivismo con nuevo rostro, en pleno siglo XXI.
Nuestras carreras de Relaciones Internacionales corren el riesgo de cumplir la función de correa transmisora de la colonización pedagógica que tanto nos advirtió Arturo Jauretche, de imperialismo cultural como señaló Hernández Arregui, de colonialismo civilizatorio al decir de Fermin Chávez, o de reemplazar ejércitos con libros como nos ensenó Jorge Abelardo Ramos y anteriormente la Generación del 900 de Manuel Ugarte. (Miguel Ángel Barrios. El Latinoamericanismo educativo en la perspectiva de la integración regional. Ed.Biblos. BsAs. 2.011).
El geopolítico español Ángel Castiñeira Fernández piensa y explica la globalización como un fenómeno mucho más rico, complejo y contradictorio que la «americanización» o «mcdonalización» del mundo. Dice que el mundo del siglo XXI será multipolar y, por lo tanto, es necesario que los bloques emergentes empiecen e verlo desde sus propios ojos: Hoy el elenco de pensadores que se estudian y leen es en más del 90 % estadounidense o europeo.
Pero hay un correlato inevitable entre el liderazgo mundial y la construcción de los relatos explicativos del mundo. Y a veces, no sólo explicativos, sino también prescriptivos. Comienzan a aparecer laboratorios de ideas, think tanks, en la India, en Irán, en Rusia, en China, con perspectivas y visiones geopolíticas radicalmente distintas de las de los europeos y la americana. Y no solo narradores. La primera guerra del golfo la vimos a través de CNN, en 1991. En marzo de 1993, la segunda guerra del golfo, la mitad de la población la vio en el canal Al Jazeera.
Esta segunda guerra no tuvo nada que ver con la que vimos por CNN. Esto tiene que ver con si somos capaces de narrar el mundo. Es decir, un reto geopolítico importante para el mundo y para América Latina es: o narras el mundo o te lo narran. Y eso significa: o tienes una voz y una perspectiva propia desde las cuales evaluas y describes cómo va el mundo y cómo quieres estar, o viene otro y lo hará por ti». (Ángel Castiñeira Fernández. «La Unión Europea está contra las cuerdas: o se fortalece o se muere». Diario Clarín. BsAs. 27 de Junio de 2010, pág. 24).
Además, este universo de pensadores y estrategas que circulan en el ámbito académico en su mayoría son funcionales con los núcleos de decisión de la política exterior de los Estados Unidos, por lo que sus «categorías científicas» son mecanismos de la narración del imperialismo cultural.
Esto se agrava aún más, porque en nuestras universidades repetimos por acción u omisión, se repite acríticamente a los «científicos» de la narración, y se va creando una cultura de la impotencia de plasmar un pensamiento crítico y una Epistemología desde la Periferia, que tanto ocupó y preocupó a Fermín Chávez.
El resultado son mallas curriculares, especialmente en Teoría de las Relaciones Internacionales, de una narración caótica, descontextualizada, sin tiempo-espacio y menos con un hilo conceptual, excepto la narración. Y la novedad incesante de la «aparición» de nuevas «teorías» que forman parte de la narración continúa, y que son abordadas como si se tratase de la teoría de la relatividad de Einstein. Basta observar someramente la temática en América Latina de los Congresos de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, para comprobar lo antedicho. Siempre, una jerarquización positivista es tácita a sus programas.
Por supuesto, no podemos generalizar, y hay excepciones a la regla, pero son las menos. Y no, subordinarse a estas «premisas tácitas» puede conducir al aislamiento del «sistema meritocrático científico». Sólo basta decir, que en la mayoría de las carreras de Relaciones Internacionales no existe la cátedra de Geopolítica, ni de Historia de las Relaciones Internacionales de América Latina. O, cierto «consenso» en afirmar que el pensamiento latinoamericano comienza con la CEPAL y Raúl Prebisch.
Sin embargo, es una parte de la realidad. La otra parte es la de aquellos que nos resistimos a que nos narren, y que con nuestros aciertos y errores, mantenemos en alto una tenaz búsqueda de la verdad basado en un nacionalismo cultural y político latinoamericano.
Uno de los referentes más prestigiosos de esta resistencia es Alberto Methól Ferré. «Siempre he tenido aprecio a las perspectivas espacio-temporales de la historia, y rechazo en la historia las narraciones sin espacio. Toda Historia es la dinámica de los pueblos para ser dignos en tiempo y espacio, por lo que toda historia es geopolítica y toda geopolítica es historia», (prólogo de Alberto Methol Ferré a Barrios, Miguel Ángel, El Latinoamericanismo en el Pensamiento Político de Manuel Ugarte, Ed.Biblos, Bs.As. 2007, pág. 10).
¿A qué se debe esta larga introducción?
Porque luego que fue despreciada la geopolítica por muchísimos años -asociándola al nazismo y a la doctrina de la seguridad nacional- por los estrategas de los centros de poder, aunque ellos de hecho realizan análisis geopolítico, como H. Kissinger, S.Huntington, Z.Brzezinski, R.Kaplan o P. Kennedy, etc., comienza a reflotar la «teoría» de que la geopolítica volvió, aunque para nosotros nunca se había ido. En el año 2009, realizamos un Diccionario Latinoamericano de Seguridad y Geopolítica, rescatando una epistemología propia (Barrios, Miguel Ángel -director-, Diccionario Latinoamericano de Seguridad y Geopolitica, Ed. Biblos, Bs.As. 2009)
Seguramente, pronto en muchas Universidades se repetirá en breve la narración de Walter Russell en relación al «regreso» de la geopolítica (el artículo de Walter Russell). Puntualizamos que el Dr. Andrés Rivarola Puntigliano ya escribió sobre este punto, bajo el título «El retorno de la geopolítica: una perspectiva suramericana».
Resulta llamativa la similitud del título que toma Russell de su artículo, del realizado mucho antes por el profesor de la Universidad de Estocolmo y colega, el Dr. Andrés Rivarola Puntigliano.
Una vez ubicado en el tema, tomaremos a dos geopolíticos norteamericanos o pensadores de centros hegemónicos, para demostrar que no hay un pensamiento neutro y «academicista», con la diferencia que nosotros lo decimos abiertamente, que nuestra verdad esta motorizada en la materialización de la Patria Grande.
El afamado profesor Paul Kennedy, historiador de la Universidad de Yale -Estados Unidos-, sostiene que los asuntos internacionales «no andan bien en el mundo político y social e incluso que están comenzando a desmoronarse». (Paul Kennedy. El mundo, señores, está desquiciado. Diario Clarín, BsAs. 30 de abril de 2014, pag. 33). Y luego realiza un bosquejo del escenario mundial tratándose de situarse como un funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Del relevamiento que realiza Paul Kennedy se desprenden las siguientes «recomendaciones» y «conclusiones:
– En América Latina el problema agudo actualmente es el «espantoso y obstinado deslizamiento de Venezuela hacia la catástrofe. El caso venezolano daría para un estudio de cómo un hombre -Hugo Chávez- pudo llevar a la ruina a todo un país». (Paul Kennedy. Ídem). En este punto, podemos ver el ataque feroz de Kennedy a Hugo Chávez, para nosotros tiene una causa, el Comandante Hugo Chávez ha sido el geopolítico que planteó a través de la Unasur y la Celac, la independendencia definitiva. Hay que enterrarlo en la visión de Kennedy.
– El África padece el flagelo de «sociedades divididas, atentados terroristas, violencias transfronterizas y graves problemas ambientales». (Paul Kennedy. Ídem). En ningún momento, Kennedy, siendo un prestigioso historiador, analiza las causas y los actores que llevaron al África al saqueo colonial. Y donde los Estados Unidos han creado el Comando del África o Sexta Flota en su Plan de Militarización Mundial.
– El «gran enigma que es Irán, poco estable en lo interior y beligerante en lo exterior». (Paul Kennedy. Ídem). Tampoco surge en este punto un análisis más agudo sobre las injerencias de Estados Unidos en Medio Oriente, sus intervenciones y su desconocimiento de un universo cultural que vaya más allá del etnocentrismo.
– Por otra parte, «es difícil creer que el ascenso de China a la dominación hegemónica regional pueda darse de manera pacífica» (Paul Kennedy, Idem). Kennedy esconde que la principal hipótesis de conflicto de los Estados Unidos hoy en base a su Estrategia de Seguridad Nacional es China y el área Asia-Pacifico.
– Vemos que una gran potencia arrogante, la Rusia de Putin, habla de diplomacia mientras sus fuerzas especiales encapuchadas y matones locales continúan con su intimidación». (Paul Kennedy, Ídem). Kennedy, directamente, nada dice del golpe de estado neonazi ocurrido en Ucrania, que desató la crisis de Crimea.
Y llega a la «conclusión» final, «que nuestro mundo está desquiciado» (Paul Kennedy, Ídem), sin decir una sola palabra del papel de los Estados Unidos como actor estabilizador o desestabilizador del sistema mundo.
La otra nota, muy didáctica del imperialismo cultural de las Relaciones Internacionales, es del The New York Times, de David Brooks. Este es un profesor de alta estrategia de la Universidad de Yale, y cuenta que interrogó a Charles Hill, legendario funcionario del Departamento de Estado, antes de dedicarse a la docencia sobre la situación mundial, y le respondió: «La gran lección que enseña la historia de la alta estrategia es que cuando un sistema internacional entra en una fase de deterioro, aparecen nuevas fuerzas políticas ideológicas en la región en el nuevo orden por venir.» (David Brooks, The New York Times, «Un nuevo e incierto orden mundial, con los viejos juegos de poder», Nueva York. En diario La Nación, Bs.As. Argentina, 30 de abril de 2014, pag. 1-2). Y añadió: «El antiguo orden, alguna vez conocido como el Siglo Norteamericano, se ubica dentro de la era moderna, una era que parece estar apagándose después de más de 300 años. La era que lo reemplace no será moderna y no será para nada agradable». (David Brooks, The New York Times, Ídem).
«Cuando habla de orden moderno, Hill se refiere a un sistema de Estados que refrena los dos grandes vicios de las Relaciones Internacionales: el deseo de dominio regional y el deseo de eliminar la diversidad». (David Brooks, The New York Times, Ídem).
En este último párrafo se aprecia de manera fulminante la visión y acción imperialista de Hill de las Relaciones Internacionales tanto como desde el análisis de la política internacional como de las categorías conceptuales que utiliza jerárquicamente, donde presenta a EE UU como garante del «orden» moral. A tal punto, que sólo ve la posibilidad de que el mundo ingrese a la era moderna bajo la tutela de los EE UU.
Y además advierte, que China, Rusia e Irán se oponen al sistema de pluralismo liberal norteamericano y que «Estados Unidos enfrenta el dilema de morir de mil heridas». Y cita «el soberbio artículo de Walter Russell Mead en Foreigh Affairs, donde sostiene que la geopolítica está de vuelta y para vengarse». (David Brooks, The New York Times).
«Para colmo hay gente dispuesta a morir por la Madre Rusia o por Alá, pero es mucho más difícil convencer a alguien de que muera por un conjunto de procedimientos pluralistas para proteger lugares remotos». (David Brooks, The New York Times, Ídem). Se olvida decir, que los «procedimientos pluralistas» son la violación del derecho internacional y la militarización del mundo.
Queríamos con estos dos ejemplos, y en momento de tensión geopolítica mundial reafirmar lo que nos enseñó Juan Perón hace más de 60 años, sólo los Estados continentales industriales serán soberanos en el siglo XXI. Y que ese camino se llama Mercosur, Unasur, y la Celac, en un mundo geopolítico pluripolar y multicéntrico, como nos dio testimonio de acción y vida Hugo Chávez.
Nuestra exigencia es replantearnos una Geopolítica de la Integración Latinoamericana y Caribeña, y que nuestras carreras de Relaciones Internacionales sean abono de esta estrategia, y no mecanismos de un imperialismo cultural.
Para ello, debemos entender de una vez por todas, que la única y verdadera política es la política mundial, como afirmo Juan Domingo Perón y su continuador Hugo Chávez.
Miguel Ángel Barrios -Argentina- es doctor en educación y en ciencia política. Autor de reconocidas obras de integración latinoamericana y referente del pensamiento latinoamericano.
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