El presidente argentino se reunió en el Palacio del Planalto con su flamante colega brasileño y advirtió que Nicolás Maduro es "un dictador que busca perpetuarse con elecciones ficticias". Coincidieron en la necesidad de "modernizar" el Mercosur. Elogio de las políticas de seguridad.
La cita se concretó en el Palacio del Planalto, dos semanas después de la jura del ex militar. Ambos mandatarios repasaron una agenda que incluyó el delicado vínculo comercial, las políticas de seguridad y el posicionamiento sobre Venezuela.
Macri destacó el vínculo con Brasil como una «relación estratégica», aunque admitió la necesidad de su gestión de «modernizar el Mercosur, para que se adapte al desafío del siglo XXI». Y agregó: «Estoy convencido de que el comercio impusal el desarrollo y por eso es clave agilizar las negociaciones externas en curso».
Después de exaltar los acuerdos para «combatir el narcotráfico, el crimen organizado y el lavado de activos», e incluir en la agenda bilateral «la transparencia y la lucha contra la corrupción», Macri se concentró en el diagnóstico sobre Venezuela. «Ratificamos la condena a la dictadura», subrayó.
Por su parte, Bolsonaro destacó como «un ejemplo» el posicionamiento de ambos país contra la administración de Nicolás Maduro. «Brasil y Argentina tienen una agenda muy rica, estamos comprobando nuestra convergencia de posiciones y nuestra identidad de valores en la defensa de la democracia y de libertad en la región», puntualizó.
El líder ultraderechista acompañó el diagnóstico con elogios a las políticas de Cambiemos. «Seguimos con interés y admiración los esfuerzos de Macri por levantar la economía argentina e integrarla al mundo. Bajo a su administración, la Argentina dio mayor eficiencia a la administración pública y enfrentó desafíos en el área de seguridad”, agregó el mandatario. En las últimas horas, el ultraderechista flexibilizó la tenencia de armas de fuego para los civiles.
El viejo debate comercial
El vínculo comercial en el status actual del Mercosur, especialmente en las limitaciones como bloque común para negociar con países externos a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), compuesta por Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela, Cuba y Panamá, fue otro de los ejes del primer acercamiento entre los mandatarios. Ni la Unión Europea, ni Gran Bretaña, ni Singapur, ni China (que es el primer inversor externo de Brasil) aparecen dentro de esas excenciones de negociación de libre comercio que la administración de Cambiemos quiere sellar con más interés que el mostrado por Itamaraty desde hace un lustro.
La salida para comunicar posibles cambios sería un «perfeccionamiento» de los mecanismos del Mercosur. Una virtual liberalización de los márgenes para negociar con países externos, a partir de la derogación o reforma de la resolución 32 del año 2000 que establece las restricciones.
El «Mercosur del Siglo 21» será la definición para proyectar una zona aduanera con amplios márgenes de negociación, pero con una relación comercial entre Argentina y Brasil que, gracias a la abrupta devaluación del peso frente al dólar, registró en noviembre el tercer mes consecutivo con superávit comercial sobre la economía amazónica y el más alto desde junio de 2014. La cifra, incluida en el informe de Intercambio Comercial Argentino (ICA) del INDEC, le aportó al Presidente una perspectiva positiva diez días antes de la asunción de Bolsonaro. En el Ministerio de Hacienda aguardan que esas cifras queden ratificadas en la medición que se conocerá el próximo lunes.
Si el próximo reporte confirma la tendencia, Macri tendrá el superávit comercial sobre Brasil que hubiera querido contar desde que llegó al poder y no sobre el último año de su mandato. Para Bolsonaro se trata de un número rojo en el comienzo de una gestión que todavía no tiene elecciones por delante: todo lo contrario al padecimiento de su par argentino que transitará seis meses de elecciones provinciales desdobladas con posibles derrotas consecutivas hasta las PASO nacionales de agosto.
La derecha regional
Casi en forma inédita para la historia de la región, los dos principales socios del Mercosur son gobernados por dos vertientes de la derecha regional: en Brasil, con una flamante experiencia que cristaliza el peso de las Fuerzas Armadas en su vida civil y bajo un programa económico de drásticas reformas liberales y políticas, posiblemente más agudas que las vividas en Chile. En Argentina, con un proyecto que buscó superar el bipartidismo vernáculo a partir de un candidato del establishment que, a tres años de su gestión presidencial, afronta los costos negativos de una política económica marcada por el endeudamiento externo, la recesión, el desempleo, y con una devaluación de la moneda que le permite respirar provisoriamente ante el margen de acción de Brasil. Para la revalidación de sus títulos en octubre próximo, Macri buscará capitalizar los atributos de orden y seguridad que agitó Bolsonaro, pero como un sustituto para un debate económico que podría llevarlo al ocaso.
En la porosidad de las derechas de ambos países se mueven las fichas de Macri y de su flamante par brasileño. El magnate argentino tiene una desventaja para la política doméstica amazónica que el ex capitán conoce en detalle: la buena relación y admiración que Macri le dedicó al médico y numerario del Opus Dei, Geraldo Alckmin, cuatro veces gobernador del Estado de San Pablo y dos veces candidato a presidente por el Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB). En 2006 quedó en segundo lugar del PT de Inacio Lula Da Silva con el 41% de los votos. En octubre pasado, su segunda candidatura presidencial en 12 años quedó afuera del balotaje y obtuvo el cuarto lugar con el 4,76% de los sufragios.
La evolución electoral de Alckmin simboliza el derrotero del espejo que Macri siempre miró en Brasil. Su identificación lo dejó al borde de un traspié diplomático inesperado. Fue a mediados de septiembre de 2017, cuando recibió en la Casa Rosada al alcalde de San Pablo, Joao Doria, heredero político de Alckmin. El apoyo quedó diluido antes de la última campaña electoral, pero Macri estuvo a un paso de repetir el error que cometió con las últimas elecciones presidenciales norteamericanas cuando apoyó a la candidata demócrata, Hillary Clinton, que fue derrotada por Trump. En el caso brasileño hay un matiz, porque en segunda vuelta el PSDB llamó a votar por Bolsonaro.
Pero aún así, el espejo electoral paulista en el que Macri se miró durante los últimos quince años se rompió en octubre bajo la irrupción del ex capitán ultraderechista que ganó las presidenciales con una campaña basada en fake news y mensajes de Whatsapp. En la cita de este miércoles, Macri espera confirmar en los hechos las señales anticipatorias que escucharon sus adelantados de confianza: en la mesa habría menos coincidencias en materia comercial que en cuestiones como Venezuela.
A diferencia de Buenos Aires, Brasilia afronta la «fase más cercana» del éxodo migratorio venezolano en una frontera tan caliente como la que comparte con Colombia. No es el caso argentino: tanto los diplomáticos cariocas como norteamericanos lo definen como «beneficiado por una inmigración de mejor calidad que el éxodo fronterizo que recibe Brasil».
A esa partida de múltiples cartas en juego Macri llegó flanqueado por Faurie, Pompeo y los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne; de Justicia, Germán Garavano; de Seguridad, Patricia Bullrich; de Defensa, Oscar Aguad y por uno de los principales especialistas económicos e industriales de la Casa Rosada sobre Brasil y China, como es el titular de la cartera de Producción y Trabajo, Dante Sica.
La gestión Cambiemos tiene conexiones en desarrollo con el naciente gabinete de Bolsonaro. Garavano, por caso, tiene un vínculo de confianza con su flamante par brasileño, el ex juez Sergio Moro, que forjó su carrera con la investigación del escándalo Lava Jato y con el encarcelamiento de Lula, el único candidato que le habría ganado a Bolsonaro en octubre.
Desde este lunes la comunicación oficial verdeamarella está en manos del general del Ejército, Otávio Santana do Rego Barros, nombrado como portavoz de la Presidencia. El uniformado se suma a los cinco oficiales de las Fuerzas Armadas que ocupan Ministerios en un gabinete de 22 carteras.
Una parte de ese elenco recibió a Bullrich y Aguad. Ambos transitaron una agenda de cooperación militar y policial promovida por Estados Unidos e Israel, dos aliados clave para Cambiemos que ahora observan a Bolsonaro con la misma expectativa que tuvieron sobre Macri antes de la crisis económica que jaqueó a la segunda mitad de su mandato.
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