Ciervos Pampas jugó su primer amistoso internacional entre equipos que buscan visibilizar la diversidad sexual ante Tamanduás-Bandeira, en San Pablo. Después del partido participaron en la Marcha del Orgullo en el país que tiene la tasa más alta de asesinatos a personas de la comunidad LGBT en el mundo.
Emilce “Mimí” Sosa, ex jugadora de la selección argentina de vóley, juega actualmente en Brasília Vôlei, su cuarto club en una de las ligas más poderosas del mundo. Casada con la voleibolista brasileña Milka Medeiros, Sosa había advertido el año pasado en una entrevista con Tiempo “el miedo” a Bolsonaro: “Hay mucha violencia. Se habla de la comunidad gay contra Bolsonaro”. El 13 de junio pasado, el Supremo Tribunal Federal de Brasil tipificó la homofobia como un delito similar al racismo, una decisión que Bolsonaro calificó como un “completo equívoco” y que espera ser legislada en un Congreso con mayoría conservadora y evangélica. Desde hace una década, Brasil es el país con la tasa más alta de asesinatos a personas de la comunidad LGBT en el mundo. Según un informe de la ONG Grupo Gay de Bahía, hubo 4422 muertes entre 2011 y 2018. Un asesinato cada 16 horas. La situación empeoró desde la asunción de Bolsonaro, quien dijo en 2011 a la revista Playboy que prefería tener un hijo muerto en un accidente antes de que fuese homosexual.
Ciervos Pampas, que volverá el año que viene a competir en el torneo empresarial de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), juega con medias arcoíris, como la bandera símbolo del orgullo LGBT. Durante los partidos, ellos se llaman “chicas”, un modo de reírse y hacerse más fuertes. Y gritan el nombre de jugadas que distraen a los rivales. “¡Dale Diva!”. “¡Britney Spears!”. Nacido en 2012, Ciervos Pampas planea jugar también en 2019 por primera vez la Bingham Cup, un torneo que organiza la International Gay Rugby (IGR), que reúne a todos los equipos de diversidad sexual del mundo. “Nosotros -completa Caio Varela, ya de vuelta en Argentina- no respondemos a la lógica hegemónica del rugby, y nos encanta que así sea. El partido en San Pablo fue una experiencia increíble. No lo ganamos, pero no importa. Volvimos más unidos, comprometidos, algunos chicos nunca habían viajado a otro país. Y la marcha fue extremadamente simbólica: sirve como contraposición a todo lo que defiende Bolsonaro, no porque haya sido LGBT, sino porque habla de libertad y derechos”.
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