En “Sobre las nubes”, la directora María Aparicio se asoma a la cotidianidad de la gran ciudad meditárrenea, donde se crió. La película muestra a distintos personajes transitando su día a día en el espacio público, y cómo todo aquello repercute en la dimensión privada. Se puede ver hasta el miércoles 22, en el Gaumont.
Como siempre, se juega en una cancha, por así decirlo. Un espacio que tiene sus límites y sus reglas. En cine -y acaso en todas las expresiones artísticas- eso se llama condiciones de producción: financiamiento, que se cuenta en tiempo, gente, equipos y otros. “Como no iba a ser un rodaje continuado -dice Aparicio-, y sabíamos que queríamos filmar en muchos lugares del centro de la ciudad, que son muy distintos entre sí y tampoco queríamos intervenir demasiado, el blanco y negro ayudaba un poco a encontrar un tono común a todos los sitios. La cantidad de locaciones son muchas, son muchos personajes, entonces me gustaba esa idea de un elemento formal que pudiera emparentar a los protagonistas y a los espacios. Después, por otro lado, me interesaba la fotografía analógica. Yo había fotografiado mucho el centro de la ciudad porque viví acá toda mi vida, en el centro de Córdoba, y siempre que le explicaba la película a mis compañeros me remitía a esas fotos, para tratar de comunicar esa idea que tenía sobre cómo filmar la ciudad.
-¿Entre qué años se filmó la película?
-En 2017 empecé a trabajar con Pablo Ratto, que es el productor, en el desarrollo del film, en los intentos de encontrar maneras de hacerla presupuestariamente. En 2018 empezamos a filmar las primeras cosas y en 2019, otras que también se reescribieron para hacer un rodaje de cuatro semanas, más convencional, en 2020. Pero vino la pandemia y tuvimos que frenar un año entero y en ese año también reescribí, y finalmente rodamos en abril de 2021. Y ese blanco y negro, y haber hecho la mayoría de los exteriores antes de la pandemia, nos permitió disimularla: casi no hay barbijos, no se hacen menciones. Desde el comienzo estaba decidido que fueran cuatro personajes con esta especie de quinto personaje que era medio misterioso, y que era el único que aparecía en las cuatro historias.
Historias que no reflejan a Córdoba Capital, como cantaba Rodrigo, sino la ciudad en la que nació y creció Aparicio. “No me sentiría muy cómoda haciendo un estudio antropológico o sociológico, porque también lo que me interesa es la narración, una manera de contar una historia. En ese sentido trato de contenerme en esa idea de delimitar personajes que no se cruzan nunca entre sí: me permitía tener una ciudad un poco más colectiva de lo que implica vivir la ciudad; quería que hubiera una especie de diversidad de personas, edades, trabajos, realidades.”
Sobre las nubes es un muy buen ejemplo de cómo las ciudades son las personas que la habitan, y cómo ellas también son la arquitectura y la materialidad que transitan. Que nunca es la misma todos los días y tampoco es la misma para todos. De ahí que las decisiones que enumera Aparicio dan como resultado un espíritu: no todas las películas tienen uno, y acaso eso insondable e indecible que, por pereza o falta de término más preciso, llamamos espíritu, sea lo que diferencia el hecho artístico del resto de las obras que componen el quehacer en el arte.
“Es una mirada sobre la vida que pude vivir en mi ciudad y de alguna manera la trasladé a la ficción. Hay tantas miradas sobre el entramado humano como personas en el mundo.” De ahí que en su film aparezcan escenas como las de Juana hablando con dos chicas religiosas practicantes que le dicen si le pueden leer la Biblia: “Una vez me frenaron para decirme eso y me paré a escucharlas porque realmente me interesaba saber cómo pensaban ellas. Se me ocurrió una escena en relación a eso, sin ninguna ridiculización, sólo para mostrar detalles que se derivan de vivencias en la ciudad. Y Juana la usa para una pequeña improvisación en el taller de teatro. Me gustaba cómo las situaciones del espacio público resuenan en el espacio más privado de los personajes”.
La película carece de cualquier tono nostálgico. Y eso, haya sido o no una decisión, también aporta a su espíritu: un tránsito que se parece mucho a una deriva, en la que los personajes son llevados y se dejan llevar antes que intentar imponer su voluntad, incluso su voluntad de acción, sobre las cosas que les van surgiendo. La única excepción se da sobre el final: en la voz de quien abre y cierra la película, suena “Dirigible”, de Ariel Borda, una “canción emblemática del resurgimiento de la Democracia”, que había fascinado a María y a su hermano cuando de chiquitos la escuchaban en el bar que tenía su viejo. “No sé por qué. Pero leyendo un poco la letra y viendo los detalles de la canción pensé que tenía todo que ver con lo que la película intentaba contar.” La vida tiene un precio y un local, allí el comercio crece y nos domina, allí siento a la tarde soledad, dice “Dirigible” entre otras cosas.
Sobre las nubes.
Dirección: María Aparicio. Guión: María Aparicio, Nicolás Abello, Emanuel Díaz.
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