Un Pedro Sánchez que sonríe, una España que se ahonda en la grieta

Por: Ricardo Gotta

El actual presidente se mostró exultante en el Parlamento. Logró la investidura para un tercer mandato: el acuerdo con catalanes, vascos y gallegos, entre otras cuestiones, implica una amnistía que enfureció a la oposición que salió a la calle. La mención a Milei y la crispación de un grupo de militares retirados.

«Buenos días. Egun on. Bon dia. Bos días.

«Su saludo en la Cámara Baja de las Cortes Generales estuvo cargado de simbolismo. Lo mismo que su discurso, pesado en acusaciones y en desarrollo ideológico. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, madrileño de Tetuán, de 51 años, socialista empedernido, líder indiscutido del PSOE, lograba un esforzado 179-171 para su tercera investidura, con la que podría llegar a nueve años de gobierno consecutivo. Expuso mucho más que un programa, justificó los intrincados acuerdos con catalanes, vascos y gallegos de variopintas ideologías y no se abstuvo de apuntar a la España de derecha y ultraderecha. Hasta mencionó a Milei (ver recuadro).

Exultante, mientras la oposición en la legislatura y también en las calles, escandalizada, utilizaba términos como «golpe de Estado», «liquidar la democracia», «humillación». Día a día, durante los últimos diez, miles y miles le cambiaron la fisonomía a la madrileña calle Ferraz, frente al edificio de ladrillo a la vista que resulta ser la sede central del PSOE. Ayer se mudaron unas cuadras y fueron unas 170 mil según el gobierno, un millón acusaron los protagonistas. Desbordaron la plaza de Cibeles, el paseo de Recoletos y el del Prado, la calle de Alcalá y la de Montalbán. No deben haber «metido las patas» en la fuente de Cibeles, pero sí el centro madrileño retumbó con el grito fuerte arropado por el PP y Vox: «No en mi nombre: ni amnistía, ni autodeterminación, ¡por la libertad, la unidad y la igualdad!».

Esa España fuertemente movilizada no se ciñe apenas a la derecha. Para lograr los imprescindibles votos, Sánchez se valió no sólo de los diputados de su PSOE (121) y de la izquierda Sumar (31) sino de Junts per Catalunya (7), la Ezquerra Republicana (7), el Partido Nacionalista Vasco (5), EH Bildu (6), Bloque Nacionalista Galego (1) y la Coalición Canaria (1). Los acuerdos incluyen generosísimas rebajas de impuestos para la Generalitat de Catalunya, que transita una situación financiera catastrófica. Pero la piedra de la discordia es una amnistía para los catalanes que participaron del intento de secesión en 2017.

Muchos de ellos permanecen entre rejas. No así Carles Puigdemont i Casamajó, el líder de Junts, que celebra el acuerdo desde su exilio en Bélgica: la amnistía también lo alcanzará y podrá regresar a España para retomar su carrera política. Incluso para un nuevo referéndum en Catalunya que censara la intención separatista en la población. Nadie descarta que se reproduzca en otras regiones. Y nadie asegura que sea la segura ventana a la independencia: el gobierno (incluso con sus fuertes disidencias internas, dentro del PSOE y con algunos aliados de izquierda) plantea que en los diferentes territorios, un sector está a favor de la República, cruzado con sentimientos nacionalistas. Y pone los ejemplos de referéndums que truncaron independencias como el de Escocia en el Reino Unido, o el de Quebec en Canadá.

Mientras la derecha, incluso cuando en realidad todavía no se conoce públicamente la letra en detalle de los acuerdos acusa que todo el entente es ilegal e inconstitucional.

Lo concreto es que en esas desavenencias se encarna una de las patas de la grieta. En definitiva, una gruesa nube transitoria sobre varias cuestiones sociales que también generan crispación en España. 

Foto: AFP

La resurrección

«Sánchez siempre parece tener un as en la manga para salir adelante», más de una vez le afirmó a Tiempo, una destacada periodista española. Recuerda, además, de qué modo, Sánchez defiende su actual postura, ciertamente diferente a la de hace años: «Hemos hecho de la necesidad virtud».

El actual presidente gobierna España desde el 7 de junio de 2018. En su primera etapa fue investido por la 12° Legislatura, horas después de que el PSOE impusiera una moción de censura sobre el presidente Mariano Rajoy, Sánchez fue avalado con 180 votos (contra 169 y una abstención). También en 2020 acordó con siete agrupaciones: el 7 de enero de 2020 tuvo 167 apoyos contra 155 (18 blancos). Los 8 de Juntos votaron a la derecha.

Las municipales del 28 de mayo de este año le resultaron adversas. El PP arrasó en buena parte del país. El crecimiento de Díaz Ayuso: el de Vox y su poder de negociación, el corrimiento de España a la derecha: de eso se hablaba. Algunos pronosticaban el fin del ciclo Sánchez. Pero él realizó una jugada de ajedrez: le puso coto a su segundo mandato y apostó por nuevas legislativas. No fue el más votado, pero su rival, Alberto Núñez Feijóo (PP), no lograría mayoría. Así, el jueves pasado, la presidenta de la cámara, Francina Armengol le comunicó que podría seguir habitando el Palacio de la Moncloa.

Sus desafíos no son nimios. Por empezar, armar el nuevo gabinete. La arquitectura de las alianzas es compleja. Esta vez Sumar fue su principal aliado y no Unidos Podemos, que hace seis años tenía 70 diputados y ahora sólo cinco: una fuerza testimonial. En aquella noche de la derrota en las elecciones, no obstante nadie le quitaba la sonrisa a Sánchez. «El bloque involucionista del PP con Vox ha salido derrotado», dijo, mientras levantaba el brazo a su ministra de Trabajo y una de sus vicepresidentas, Yolanda Díaz Pérez, hija de militantes comunistas y la responsable de una jugada maestra: convirtió su Movimiento Sumar en partido y creció notablemente. Ahora no sólo querrá mantener su ministerio sino entra en la puja por más. Pero aquella noche, su presidente le avisó: «La derecha está desfondada».

Luego partió al Luna Rossa, en el centro madrileño a degustar su pizza favorita, a la que denomina «cojonuda».

«Fusilar a 26 millones de hijos de puta»

Medio centenar de altos mandos militares retirados, nucleados en la Asociación de Militares Españoles (AME), mediante un comunicado pidieron lisa y llanamente a los miembros de las Fuerzas Armadas activos que destituyan al presidente Pedro Sánchez para convocar a nuevas elecciones generales. No sólo eso. Según La Vanguardia, algunos de los generales de división, generales de brigada, coroneles, tenientes coroneles, comandantes y capitanes, todos retirados integran un grupo de WhatsApp en el que se manifestaron a favor de la dictadura franquista y se regocijan afirmando que habría que «empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta».
La democracia española se mantiene lo suficientemente fuerte como para que este episodio no pase de un escándalo mediático. Para otros es más grave que eso. Por lo pronto, la Fiscalía reclamó ayer al Ministerio de Defensa que identifique a los militares que participaron en esa movida.

Curados de espanto

«Hemos escuchado decir a un líder de la ultraderecha argentina lo siguiente, cito textualmente: ‘La justicia social es una aberración y es injusta porque implica un trato desigual frente a la ley’. Algo de lo que aquí en España ya estamos, en fin, curados de espanto. No nos sorprende, si no fuese porque ya lo había dicho antes la líder intelectual del Partido Popular, que es la señora (Isabel Díaz) Ayuso, cuando afirmó, señorías, no es broma, que la justicia social es un invento de la izquierda para promover la cultura de la envidia». No se guardó nada el presidente español. Sánchez ya había tratado al candidato argentino de tener un «delirante discurso reaccionario». Fueron dos menciones en su nueva asunción, emparentadas con las 26 que hizo de Vox. Los acusó de negacionistas de la violencia de género, de ir por una «deriva trumpista», de tener una agenda reaccionaria y «alimentar la discriminación y el odio», entre otras custiones. Les recordó además que su líder Santiago Abascal, cuando pertenecía al PP, promovió 1600 indultos de miembros de Terra Lliure sentenciados por terrorismo y se mofó de los que caratulan de «escándalos» sus anunciadas amnistías. Como corolario les imputó: «El problema del PP y Vox es que no aceptan el resultado electoral del 23 de julio».
No son meras coincidencias: donde dice Vox puede decir LLA.

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