La capital peruana ratificó su vocación conservadora con el triunfo de Rafael López Aliaga. El oficialismo y el fujimorismo sufrieron duras derrotas.
Ahora, según dijo a Télam el politólogo Roger Santa Cruz, lo que le podría quedar a Castillo es tratar de acercarse a los gobiernos regionales emergidos de las elecciones del domingo, para consolidar acuerdos.
No será fácil por la heterogeneidad de esos gobiernos, que en su gran mayoría estarán en manos de movimientos de alcance regional sin nexos entre sí.
Los comicios regionales volvieron a dejar en evidencia, según Santa Cruz y otros analistas, las enormes diferencias entre Lima y el resto del país.
Así, mientras en la capital hubo predominio de tres partidos nacionales -el ultraconservador Renovación Popular (RP), el derechista Podemos Perú (PP) y el centroderechista Somos Perú (SP)-, en el interior esas organizaciones fueron barridas por colectivos regionales.
Solo SP, con dos triunfos en la selva, y el centroderechista Alianza Para el Progreso (APP), con dos en la costa norte, lograron algunos resultados exitosos en el interior del país.
Es decir, de las 25 gobernaciones departamentales, alrededor de 20 estarán en manos de esos movimientos regionales, a los que Santa Cruz describe como “agrupaciones pragmáticas de ciudadanos que se unen para hacer política”.
En otras ocasiones, muchos de esos grupos solían manejar discursos de izquierda, incluso radical, pero esta vez los triunfadores parecen estar más cerca del centro o menos ideologizados.
Lima ratificó su vocación conservadora: la alcaldía de la ciudad de 9,5 millones de habitantes se disputó voto a voto entre López Aliaga, de RP, y Daniel Urresti de PP, a quienes solo hizo alguna sombra George Forsyth, de SP.
Al final, el triunfo, por no más de un punto porcentual, fue para López Aliaga, millonario miembro del Opus Dei que presume de su castidad y sus autoflagelaciones y tiene un discurso virulento contra los “malditos comunistas” (la gente de izquierda), y los “caviares” (quienes se le oponen desde el centro o centroizquierda).
A los 61 años, el virtual alcalde electo, que maneja como monopolio el transporte férreo hasta Machu Picchu, es nuevo relativamente en política. Su presencia se empezó a notar hacia 2019, cuando a fuerza de aportes económicos tomó la conducción de un partido al que rebautizó como RP.
El año pasado se postuló a la presidencia y quedó tercero a poca distancia de Keiko Fujimori. Desde entonces ha sido persistente crítico de Castillo, para quien siempre ha tenido los peores calificativos y contra quien ha dispuesto una ofensiva continua desde el Congreso a través de su partido.
López Aliaga estuvo segundo en las encuestas durante todo el proceso, superado por Urresti, general en retiro del Ejército al que se acusa del asesinato de un periodista y la violación sexual de una campesina, pero dio el salto en la recta final fortalecido por los señalamientos contra su rival.
Ahora hay quienes creen que puede abandonar la alcaldía en cuanto haya otras elecciones presidenciales, pero él lo niega. Por lo pronto, aseguró como vicealcalde y eventual reemplazo a otro referente de la derecha, el exparlamentario Renzo Reggiardo.
Impulsados por López Aliaga, Urresti y Forsyth, RP, PP y SP se quedaron además con buena parte de los 43 distritos que componen Lima. RP logró imponentes mayorías en las zonas con pobladores de elevados ingresos económicos.
En buena parte de los departamentos -el conteo aún no terminaba en la tarde del lunes-, se perfilaban segundas vueltas entre los dos candidatos más votados, pues ninguno llegaba al 30 % requerido.
De los gobernadores electos el de mayor presencia nacional previa es el excandidato presidencial César Acuña, fundador y máximo líder de APP, quien, a pesar de las críticas que recibe por sus prácticas clientelistas, ratificó su fortaleza en el departamento de La Libertad, uno de los tres mayores.
En otros departamentos grandes, como Arequipa, Piura, Cajamarca, Lambayeque, Cusco, Puno, Junín o Áncash, o ya se concretó el triunfo de un movimiento regional o se dio el caso de que ese tipo de colectivos pasaran a segunda vuelta.
Los dos partidos más fuertes en las elecciones generales del año pasado, el derechista radical Fuerza Popular (FP), de Keiko Fujimori, y el marxista leninista Perú Libre (PL), a cuyo nombre se postuló Castillo, tuvieron lánguidas presentaciones.
FP no figuró en el interior y tampoco en Lima, donde, desplazado por RP, ni siquiera tuvo candidato para la alcaldía provincial. Solo compitió en algunos distritos, pero en todos recibió duras derrotas.
PL también naufragó, incluso en su cuna, Junín, donde había gobernado varios períodos. El partido que dice que ya no es oficialista porque Castillo renunció a sus filas, quedó último entre ocho opciones en Lima, con solo 1,5 % de votos para Yuri Castro.
El otro partido nacional de izquierda, Juntos por el Perú, también sufrió derrotas, pero al menos alcanzó un triunfo importante: la alcaldía de Chiclayo, capital de Lambayeque y uno de las mayores ciudades del país, con Janet Cubas.
Por cierto, Cubas fue una de apenas dos mujeres que ocuparán alcaldías en las 196 provincias, lo que confirma que, salvo excepciones como Fujimori, Perú se resiste a abrirse al liderazgo político femenino.
Virtuales gobernadores electos, como Zózimo Cárdenas (Junín), Rohel Sánchez (Arequipa) o Luis Torres (Tacna), están en la mira de la Fiscalía por corrupción. Lo mismo sucede con algunos de lo que irán a segunda vuelta.
En Cajamarca, capital del departamento homónimo, ganó la alcaldía Joaquín Ramírez, financista de FP y de quien Estados Unidos ha reconocido que lo chequea por narcotráfico, pero no podrá asumir, porque el tribunal electoral lo excluyó a última hora por irregularidades.
Así, parece que la corrupción y el desorden político seguirán entre los protagonistas en un país que ni siquiera sabe cuándo serán las próximas elecciones generales, pues la oposición sigue con planes para derribar a Castillo antes de 2026.
Casi 20 millones de peruanos acudieron a las urnas en una jornada pacífica y apática. Los 25 gobernadores, 196 alcaldes provinciales y 1.684 alcaldes provinciales triunfantes, todos nuevos porque no hay reelección, gobernarán entre enero de 2023 y diciembre de 2026.
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