Es una pedagogía a gran escala de que si te metés en política y si representás intereses populares y sos una mujer, podés terminar con un revólver en la cabeza. Ese revólver en la cabeza a Cristina es un revolver en la cabeza para todas las mujeres, lesbianas, travestis y trans que se animan a dar disputas y a dar debates en sus espacios políticos.
Es un revólver que tenemos todas en la cabeza. Para nosotras la imagen es muy fuerte y es muy fuerte también que se esté repitiendo. Pensamos en qué será ahora, de esas chicas que crecieron viendo la imagen de Cristina en cadena nacional, en la imagen de una mujer fuerte, de una mujer que le contestaba a los poderes fácticos, y que ahora ven que hacer política a esa escala y meterse con esos intereses siendo una mujer te puede llevar a que te pongan un revólver cabeza.
Por supuesto que creemos además que el repudio tiene que ser absoluto. Un repudio que no solamente tiene que ver con Cristina sino con la vida de toda la militancia, con la posibilidad de vivir en un Estado de derecho, en una democracia donde sea posible la movilización popular, la organización y la militancia feminista.
Y, además, creemos que esto tiene que generar un debate profundo. Una de las primeras lecturas que hicieron los referentes de la oposición, con el objetivo de quitarle gravedad al hecho. Fue hablar desde los argumentos más burdos, decir que podía ser algo orquestado incluso por el propio kirchnerismo.
Pero, lo que se instaló, -que para nosotros es lo más nocivo-, es la idea de “el loco suelto”, de alguien aislado que intenta cometer el asesinato. Y eso nos recuerda mucho a las explicaciones que hay cuando nosotras decimos claramente que los femicidios y que la violencia contra las mujeres, la violencia contra las mujeres travestis y trans, contra las lesbianas contra les no binaries se originan en problemas estructurales que después pasan al acto, en el momento en que vemos al femicidio o el travesticidio. Entonces la teoría del loco suelto nos parece muy problemática. Lo que hay que generar es una discusión profunda de cuál es el papel de los medios de comunicación, estigmatizando a las militancias populares y a las líderes populares.
La manera en que se corrieron los límites de lo que se puede decir en nuestra democracia, donde sistemáticamente estigmatizan, produce un discurso de odio. Es un engranaje mediático articulado con referentes de la oposición, pero que también tiene detrás otro poder como el Poder Judicial, que también son parte de este proceso de estigmatización.
Hay que generar un debate profundo, por ejemplo, sobre el rol de los medios. Es inadmisible que se siga dando pauta oficial a los medios que promueven y propulsan los discursos de odio. Eso tiene que cambiar. Tiene que haber un debate profundo para poder democratizar los medios. Tenemos que salir a decir “no”, a decir “basta”, a poner un límite. Ellos cruzaron el límite, y todo eso que parecía, en el plano de lo discursivo o mediático, ahora pasó al acto material. Para nosotros eso tiene que ser un límite muy grande, porque atrás de esa imagen hay un disciplinamiento muy concreto para todas las militancias populares, para todas las mujeres. Particularmente para quienes se atrevan a representar los intereses populares y a tratar de e intervenir en espacios de estas esferas de la política.
También hubo un despertar de la movilización popular. Por lo menos, de la base más identificada con la figura de la vicepresidenta. Había una militancia que estaba desmovilizada y buscando volver a las calles y recuperar una mística. Esas expresiones de amor en la puerta de la vicepresidenta molestaron mucho al Poder Judicial y a los poderes concentrados. Es algo que ellos no pueden controlar molesta mucho. Me parece que hay que poner este hecho en relación a los discursos de odio, al avance represivo del gobierno de la Ciudad de la semana pasada, a esa escalada en la reacción represiva que tuvieron a ciertas muestras de amor, y que ayer culminó con este intento de magnicidio.
Está el desafío de sumar a esa defensa de la figura de Cristina un programa político que pueda enamorar a más amplios sectores populares. Ese es el desafío. Además de expresar ese amor y esa recuperación de la movilización popular alrededor de la figura de Cristina, asociarlo también a una serie de medidas que vayan a favor de los intereses populares.
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