Ignacio "Kini" Roesler obtuvo el Premio Withley por su tarea en el Proyecto Macá Tobiano, que lleva 12 años trabajando en la conservación de esa especie en peligro de extinción.
Kini dedicó gran parte de su vida a este proyecto que ya tiene 12 años de desarrollo. En esta entrevista habla de las exigencias de la investigación en biología, del trabajo y los ideales compartidos con sus y de las satisfacciones que supone pertenecer al mundo de la ciencia.
–Resguardar las especies en extinción ¿lleva toda una vida?
–Casi (se ríe). Yo vivía en La Plata y, mientras hacía el doctorado en la UBA, los primeros cinco años del proyecto estuve viviendo entre Buenos Aires y Santa Cruz, y venía todo el tiempo. Una vez que terminé el doctorado hice un paso cortito por Ushuaia y después caí acá, en Bariloche, porque soy investigador de la Fundación Bariloche, perteneciente al Instituto Balseiro, que es uno de los tantos lugares de ciencia y tecnología con sede acá.
–¿Y por qué te interesó investigar esta especie?
–El macá tobiano fue descubierto hace 50 años, y en ese momento había alrededor de 5000 individuos. En 2009 se hizo un censo de la especie y se descubrió que solo quedaban 800. Al poco tiempo arrancó el proyecto de preservación, que está dentro del Programa Patagonia de Aves Argentinas del Conicet. Es un ave acuática, una especie muy carismática, que tiene un atractivo para la gente pero al mismo tiempo tiene un nivel de amenaza tan grande. Es por eso que en estos últimos años el proyecto creció muchísimo.
–¿Hay otras especies están en la misma situación en la Patagonia?
–Sí, el Programa Patagonia no solo buscar proteger al macá tobiano sino a varias especies más, y trabaja en un nivel ecosistémico, es decir con todas las especies mezcladas y las comunidades. Y ahora empieza a desarrollar actividades con problemáticas humano-animales, es decir, la situación de conflicto con la naturaleza relacionada, sobre todo, con actividades productivas.
–En el imaginario común, uno piensa que el investigador trabaja en soledad, como el escritor ¿Es así?
–No en este caso. Somos un equipo de 24 personas que trabajamos para evitar que esta especie se extinga en la próxima década. El equipo está conformado por guardaparques, técnicos de campo, educadores ambientales, hasta tenemos una licenciada en Arte que hace la comunicación. Es un proyecto bastante ecléctico, como deberían ser los equipos de conservación, ya que, es cierto, estamos acostumbrados muchas veces a hacerlo todo de a una o dos personas, pero este proyecto tiene muchos años y creció un montón.
–¿Esperabas este reconocimiento?
–El Whitley Fund for Nature exige que los proyectos tengan una cierta antigüedad, una trayectoria, no pueden ser programas que recién arrancan. Sin embargo, y con casi 12 años, el nuestro es uno de los más jóvenes. Otro de los ganadores, que es de Brasil, investiga a delfines que viven en el sur de ese país y que llegan a la Argentina, pero ese proyecto tiene más de 20 años. La preservación del macá tobiano generó en poco una masividad que surge del trabajo de las ONG pero principalmente del Estado: Conicet, Parques Nacionales, la Secretaría de Ambiente de Santa Cruz. Eso le dio dinamismo al proyecto.
–¿Cómo se generó tu vínculo con la naturaleza?
–Uno es conservacionista y científico porque está realmente convencido de que puede hacer una diferencia. Evidentemente, no estás acá por el dinero ni la fama, sino porque te encontrás con gente que comparte el mismo compromiso, que está codo a codo laburando con vos. Que reconozcan tu trabajo es muy reconfortante, pero lo es sobre todo porque lo hiciste con gente que querés. Y este proyecto crece porque esas relaciones humanas son importantes. El mundo, las personas que uno encuentra en este trabajo de preservación de la naturaleza, es una de las mayores recompensas. «
Apoyo a la investigación
Más de 100 proyectos presentaron investigadores y conservacionistas de todo el mundo. Ignacio Roesler fue elegido primero entre los 15 finalistas, de los cuales seis fueron reconocidos por la Whitley Fund for Nature (WFN) que, además del reconocimiento, brinda financiamiento y formación a sus ganadores.
Amenazas
La presencia de especies invasoras, el cambio climático, la velocidad del viento, las sequías, son algunos de los motivos que reducen el hábitat reproductivo del macá tobiano: muchos de esos factores son producidos por el ser humano, que es la principal amenaza de éste y otros animales. El trabajo de Roesler comenzó en 2009 como voluntario del proyecto. Once años más tarde, consiguió que la población del macá tobiano permanezca estable.
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