El presidente de EE UU permitió que Turquía persiga a yihadistas y kurdos en el norte de Siria argumentando que la política para Medio Oriente fue un costoso error para su país.
Sólo militantes o intelectuales de izquierda se atreven en Estados Unidos a plantear esa posición sobre la invasión estadounidense luego de los atentados a las Torres Gemelas, el 11S de 2001. Y la primera consecuencia ahora fue el retiro de tropas y un acuerdo con el gobierno de Recep Tayyip Erdogan que permitió la ocupación turca del norte de Siria con el objetivo de terminar con los últimos focos de terrorismo de Estado Islámico. De paso, Erdogan aprovechó para atacar a pobladores kurdos asentados en esa región y que contaban hasta ahora con protección estadounidense (ver aparte).
Mediante la costumbre de incomodar a la audiencia, desde que llegó al gobierno Trump usó la red social para mantener un diálogo descarnado con el público. Muchos tuits mostraron su talante xenófobo y misógino. Pero otros muestran el revés de la trama que se cocina en el Capitolio y exponen el verdadero rostro de una nación empeñada en extender su imperio a cualquier precio. Y sobre todo, arrincona al aparato industrial-militar sobre el que ya advertía Dwight Eisenhower en 1959, antes de dejar el gobierno a John Kennedy.
Desde este lugar, se comprende también que el impeachment no trata solamente sobre una amenaza de Trump al presidente Volodimir Zelenski para que la Justicia de Ucrania investigue maniobras económicas del hijo del ex vicepresidente Joe Biden, precandidato demócrata a la presidencia en 2020.
Una conversación telefónica del 25 de julio pasado entre Trump y Zelenski dio los motivos que demócratas y el establishment mediático necesitaban para sostener un deseo que tienen desde que sorpresivamente el empresario inmobiliario se convirtió en primer mandatario, en noviembre de 2016.
En esa charla, el estadounidense le pedía que tomara en cuenta la investigación que dejó pendiente el fiscal Yuri Lutsenko, quien fue expulsado presuntamente por presiones de los demócratas. Hunter Biden, el hijo del precandidato, ocupó un cargo directivo en una petrolera ucraniana luego del golpe contra Viktor Yanukovich, en 2014.
Acusado de haber recibido apoyo ruso para llegar al poder, Trump pretende un giro en la política exterior estadounidense que va en contra del llamado Estado Profundo, el aparato burocrático que guía a EE UU más allá de quien tenga la firma como presidente.
Al retirar tropas de Medio Oriente, Trump cumple con una promesa de campaña… de Barack Obama en 2008 y por la que recibió el Premio Nobel de la Paz hace justo diez años.
Pero ahora tanto demócratas como muchos legisladores de su propio partido, quieren frenar a Trump antes de que su giro en política exterior sea irreversible. Bastante golpeados quedaron luego de su acercamiento al líder norcoreano, uno de los enemigos acérrimos del Departamento de Defensa por décadas, entre otras «impertinencias».
La denuncia por aquella llamada telefónica del 25 de julio fue presentada por un agente de la CIA, a la que ahora se agregó la presentación de otro miembro de los servicios de inteligencia. Ambos estamentos son parte fundamental del Estado Profundo.
«No creo que sea un denunciante en absoluto. Creo que esta es una fuente anónima para el personal demócrata en la Cámara de Representantes –tuiteó Trump el miércoles–. Esto es un insulto para los verdaderos denunciantes. Los denunciantes de irregularidades continúan con sus vidas dadas vuelta», completó, arrobando a John Kiriakou, un exagente de la CIA condenado a 30 meses de prisión en 2013 por pasar información a un periodista.
La palabra para denunciante es «whistlerblower», literalmente, soplón. En esa misma condición están Julian Assange, preso en Gran Bretaña por filtrar documentos secretos estadounidenses, y Edward Snowden, exagente de la agencia NSA exiliado en Rusia tras revelar la forma en que las agencias de EE UU espían ilegalmente en todo el mundo. De un modo insólito, los mismos dirigentes políticos que se rasgaban las vestiduras contra WikiLeaks, que habría beneficiado a Trump en 2016, ahora le dan entidad a presentaciones contra el mandatario.
Mientras tanto, Eric, el tercer hijo de Donald Trump, también usó Twitter para castigar a Biden Jr. «Los miembros de la junta de Exxon Mobil (una de las compañías de energía más grandes y prestigiosas del mundo) ganan U$S 330 mil al año. A Hunter Biden, sin conocimiento de la industria ni obligaciones, se le pagaban U$S 600 mil anualmente».
Según publica el periodista Rob Crilly en Washington Examiner, al menos uno de los «soplones» trabajó junto a Biden cuando era vicepresidente de Obama. «
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