El documental que reconstruye el horror de los vuelos de la muerte cerró el ciclo “Cine por la Identidad” en un espacio cargado de historia y resistencia.
“El documental lo empezamos en marzo del año pasado, cuando la Argentina era otra. Nos costó todo un año hacerlo, y una de las últimas escenas la filmamos en diciembre, en un contexto que ya sentíamos distinto. Teníamos un candidato a presidente (Javier Milei) que había citado a Massera en el último debate, y la sensación era que esta película se volvía imprescindible para las nuevas generaciones”, reflexionó Nicolás Gil Lavedra. “Intentamos darle un ritmo que atrape a los jóvenes, con entrevistados que le den voz a esas ausencias, donde el archivo sea un personaje más que nos haga dar cuenta, a veces con dolor, de que somos un poco cíclicos, que nos cuesta la memoria. Quisimos tratar cada testimonio y cada imagen con respeto, para que acompañe el relato y no lo invada”.
Las palabras del director resuenan con fuerza en este espacio que respira memoria y justicia. A pocos metros del auditorio se encontraba el avión SKYVAN PA51, el mismo que fue utilizado en los vuelos de la muerte y que hoy permanece en el Espacio Memoria como un símbolo de resistencia frente al olvido. Este vínculo físico y simbólico entre la película y el lugar otorga una dimensión aún más profunda a la proyección, cargándola de significados.
El guionista Gustavo Gil destacó la importancia del lugar y el impacto del contexto en la obra: “Iniciamos el proyecto en otro país, en otra realidad social y política. Nunca pensamos que llegaríamos a este presente tan complejo. Proyectar la película acá, en este espacio, es realmente muy fuerte. Hay muchas partes del documental que fueron filmadas acá, y verlo en este lugar tiene otra energía. Representa, creo yo, una necesidad de revisitar 47 años de historia argentina, narrados con el apoyo de archivos y pruebas que demuestran la existencia y magnitud de los vuelos de la muerte”.
Con un estilo visual impactante y un extenso uso de archivos, animaciones y testimonios, Traslados se posiciona como el primer documental en reunir de manera integral las piezas que explican este sistema de desaparición forzada. La obra reconstruye episodios clave de la historia reciente, como el hallazgo de los cuerpos de las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon, la infiltración de Alfredo Astiz en el grupo inicial de Madres de Plaza de Mayo, y el estremecedor testimonio del represor Adolfo Scilingo.
El avión, que estuvo perdido durante años, regresó en 2023 como parte de una lucha que no cesa. Su presencia en el Espacio Memoria recuerda la necesidad de enfrentar el pasado para construir un futuro basado en la verdad y la justicia. Este vehículo del horror, que intentó borrar pruebas y silenciar voces, ahora es testigo mudo de un presente que sigue exigiendo respuestas.
A lo largo de sus 90 minutos, el documental no solo detalla el plan sistemático de desaparición de 30.000 compañeros y compañeras entre 1976 y 1983, sino que también busca resonar especialmente en las juventudes, acercándolas a una etapa oscura de nuestra historia. Como explicó Gil Lavedra, hijo de Ricardo Gil Lavedra –uno de los protagonistas del Juicio a las Juntas–, Traslados se presenta como una herramienta para preservar la memoria y seguir luchando por la verdad y la justicia.
“El eufemismo ‘traslados’, que da nombre al film, era el término que usaban los represores para referirse a los vuelos en los que arrojaban a los detenidos-desaparecidos al mar o al río, buscando borrar toda evidencia. El documental busca ponerle nombre y rostro a esas víctimas, a esas ausencias, y hacerlo con un compromiso que no deje lugar para el olvido”, agregó el director.
«Con esta última función del ciclo “Cine por la Identidad”, cerramos un año de proyecciones que reafirman que el cine, además de arte, es memoria viva», afirmó Miguel «Tano Santucho integrante de Abuelas y trabajador de la Casa por la Identidad.
Desde este auditorio cargado de historia, donde el avión nos recuerda lo que nunca debe repetirse, la película se transforma en una herramienta imprescindible para sembrar conciencia, especialmente en las nuevas generaciones. Porque la memoria no es solo un acto de recordar, sino de luchar. Y en esa lucha, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo nos enseñan a conquistar la verdad. Su incansable búsqueda no sólo alumbró las historias de quienes faltan, sino que marcó el camino de un país que nunca deja de exigir Memoria, Verdad y Justicia.
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