En el búnker de Juntos por el Cambio atenuaron la derrota destacando la "remontada" del resultado respecto de las PASO y la posibilidad de conservar cohesionada la coalición. Rodríguez Larreta fue el único que pudo festejar y evitó referirse al escenario nacional.
Minutos antes de esa escena, Macri había subido al escenario secundado por Miguel Pichetto, su compañero de fórmula. El presidente no fue el mismo que cuando perdió las PASO. Aquel día primero había mandado a la sociedad a dormir y horas después la había culpado por una nueva suba del dólar por haber vuelto a votar al peronismo. Esta vez, el mandatario cuidó cada una de sus palabras. Felicitó al presidente electo Alberto Fernández. Dijo que lo “había invitado a desayunar” a la Casa Rosada para “tener un transición ordenada”. Macri hizo todos los agradecimientos de rigor y después se ubicó en el lugar del nuevo jefe opositor. “No vamos a dejar de defender los valores en los que creemos. Vamos a seguir trabajando juntos”, remarcó, mientras los pocos cientos de militantes, en su mayoría jóvenes, que llenaban la explanada del búnker, aplaudían y al mismo tiempo se secaban las lágrimas. No estaban los clásicos globos de otras elecciones del macrismo.
Los pocos operadores políticos que se mezclaban con los periodistas ponían el acento en la “remontada” del oficialismo. Era lo que ponía algún atenuante al trago amargo de la derrota. Macri acortó la diferencia de alrededor de 15 puntos en las PASO a entre 8 y 10. Y logró dar vuelta el resultado en provincias con peso electoral como Mendoza, Santa Fe, y Entre Ríos. Fueron los premios consuelo del gobierno, que sin duda logró mejorar su respaldo electoral con la gira del “Sí, se puede”.
El discurso de María Eugenia Vidal fue el más político de todos. La gobernadora salió al escenario antes del presidente. Muy rápidamente dijo: “No se termina nada. Empieza una nueva etapa”. La definición puede ser leída como su intención de reemplazar a Macri en el liderazgo opositor o simplemente como proyección de jefa de Cambiemos en la provincia. Vidal felicitó a Axel Kicillof por la elección que había realizado y luego dijo: “Agradezco a los votantes que nos hicieron crecer respecto de las PASO”.
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En agosto, la gobernadora había sacado alrededor del 33% de los votos y el ex ministro de Economía estuvo cerca de 52. Kicillof mantuvo el mismo porcentaje, pero Vidal creció cinco puntos. Esa recuperación, al igual que la de Macri, era el dato que el oficialismo en su conjunto celebró, pasar fortalecido a la oposición, con un porcentaje que abre la chance de evitar la diáspora que parecía inevitable luego de la aplastante derrota de las Primarias.
Horacio Rodríguez Larreta fue el único que sonrió varias veces durante la jornada. Su construcción política en la Ciudad, sumando viejos adversarios como Martín Lousteau o Roy Cortina, terminó dándole resultados a pesar de la debacle del macrismo a nivel nacional. El reelecto jefe porteño fue el primer en mostrarse en público, en un momento calculado para los medios de comunicación, cuando comenzaron a difundirse los datos oficiales y quedaba claro que el cántico “se da vuelta y esto se da vuelta”, que acompañó toda la gira del presidente en el último mes d la campaña, no se iba a cumplir.
Rodríguez Larreta, el único ganador de las figuras centrales del PRO, alambró la Ciudad también en su intervención. Evitó toda referencia al escenario nacional y se dedicó a enumerar una interminable lista de agradecimientos. El jefe de la Ciudad quedó en la posición de mayor fortaleza dentro de la galaxia macrista. No sólo maneja un territorio sino que se trata de un enorme presupuesto. Cómo será la relación con su ¿ex? jefe político, el presidente Macri, es todavía un misterio que esta noche se avizoraba en el horizonte inmediato.
El final del ritual de despedida del poder y de bienvenida a la oposición del macrismo finalizó con el mismo sabor de amargura atenuada que recorrió toda la tarde el búnker. Al terminar el discurso de Macri se puso música a todo volumen, una canción de Soda Stereo, y rápidamente los simpatizantes comenzaron a abandonar el lugar. No había cánticos. No había globos. La imagen del presidente saludando a su gabinete con una reverencia era la síntesis final. El show había terminado.
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