Como relataba Joseph Conrad, esa nación africana vive en estado de horror. Acusan al grupo M23 de asesinar a miles de civiles en la ciudad de Goma. Minerales clave y codicia.
Lo que no se ve en esas imágenes es aún peor. El gobierno nacional de la RDC acusa al M23 de asesinar 7000 civiles en Goma, de bombardear hospitales, de hacer un reclutamiento forzado entre la población, de la liberación de presos para sembrar el caos e incluso de violaciones masivas.
Lo que las imágenes no muestran, tampoco, es qué se encuentra en disputa en el Congo, así como tampoco qué tan profundo se hunde en su historia esta guerra civil que sacude el país desde hace décadas.
El este de la RDC tiene uno de los suelos más ricos en minerales del mundo entero. De allí se extraen oro, diamantes, estaño, tungsteno, casiterita, cobre (RDC es el segundo productor a nivel mundial de este metal) y, fundamentalmente, coltán y cobalto, dos insumos imprescindibles para la producción de teléfonos móviles, vehículos eléctricos y dispositivos electrónicos. Sin ir más lejos, el país extrae las tres cuartas partes de la producción mundial de cobalto, sin el cual una industria fundamental como la telefonía móvil no podría existir.
El extractivismo en la RDC se hace en condiciones deplorables. El trabajo infantil está a la orden del día y los grandes beneficios no quedan en el país, que tiene un 60% de la población bajo la línea de la pobreza.
En ese contexto, las posiciones tomadas por el M23 son claves. Goma, sin ir más lejos, es la principal ciudad de la zona y cuenta con un aeropuerto que permite la exportación directa de los minerales.
Aún queda mucho Congo por expoliar. Según el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, todavía permanecen bajo tierra y sin explotar metales al menos por un valor de 24.000 millones de dólares. Y la expoliación del Congo no es una historia que recién comienza.
El país ha sido un botín histórico de las potencias extranjeras. Ya desde 1884, la Conferencia de Berlín partió el África al gusto de las potencias europeas y la actual RDC quedó en manos de los belgas en el que probablemente haya sido el mayor genocidio europeo en el continente, tal como narra Joseph Conrad en su novela El corazón de las tinieblas. El siglo XX no fue más auspicioso: en 1961 Patrice Lumumba, histórico dirigente independentista y panafricanista, fue asesinado por mercenarios europeos con apoyo logístico de la CIA, instaurando la dictadura de Joseph Desiré – Mobutu, quien gobernaría de acuerdo a los intereses extranjeros.
Ya desde el final del siglo XX la política congoleña no puede comprenderse sin la entrada en escena de un actor fundamental que será clave hasta el día de hoy: Ruanda. Buena parte de la historia reciente de la RDC puede entenderse a partir de las relaciones con su vecino, cuya frontera separa justamente a Goma de Gisenyi, del lado ruandés.
En 1994 los hutus, la etnia mayoritaria en Ruanda, llega al poder y desarrolla un genocidio sobre la etnia tutsi. Los números no están claros, pero los muertos se calculan en más de 1.000.000. Finalmente los tutsis llegan al poder, lo que llevará a que miles de hutus, partícipes del genocidio o no, huyan a la RDC temerosos de las represalias. Argumentando garantizar la vida de los tutsis congoleños frente a la llegada de los hutus, el gobierno de Ruanda, junto a su par ugandés, comienza a incursionar en las tierras del vecino Congo, aquellas ricas en minerales y metales.
Se así inicia la “Primera Guerra del Congo” que enfrenta al gobierno nacional congoleño contra grupos armados apoyados por Ruanda y Uganda. En 1997 Mobutu es derrocado. Lejos de pacificarse, el país entra un año después en la que se dio en llamar “Segunda Guerra del Congo”, “Guerra del Coltán” o directamente “Guerra Mundial Africana”, en tanto participaron en ella nueve países de la zona y diversos grupos paramilitares.
En 2003 se firma nuevamente la paz, luego de lo que constituyó realmente un genocidio en la RDC, en el que se estima murieron 6.000.000 de congoleños. Pese a que Uganda y Ruanda retiraron formalmente sus tropas, mantuvieron presencia en el este congoleño a través de grupos paramilitares que garantizan al día de hoy el contrabando de los minerales, que cruzan la frontera entre Goma y Gisenyi, para ser exportados por Ruanda.
En 2012, para reforzar su presencia en el este de la RDC, Ruanda impulsó la creación del M23, conformado mayoritariamente por ruandeses y congoleños de la etnia tutsi. El M23 no es el único grupo paramilitar con despliegue en el este del Congo. De hecho, se calcula que al día de hoy hay más de cien ejércitos irregulares actuando en suelo congoleño. Lo que es innegable es que la creación del M23 supuso un salto para el contrabando de los recursos mineros. Hoy Ruanda exporta más coltán que Congo, incluso está construyendo plantas de refinado del metal en su propio territorio. El dato curioso es que en suelo ruandés no hay coltán. Todo proviene del contrabando del este del Congo.
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