El martes se realizó una nueva audiencia del juicio por los crímenes cometidos en los pozos de Quilmes y Banfield y en El Infierno. Lidia Biscarte, una de las víctimas brindó un estremecedor relato. También declararon Gustavo Javier Fernández y Orlando Edmundo Ubiedo, hermano de Valerio Salvador Ubiedo, quien continúa desaparecido.
Orlando Edmundo Ubiedo, hermano de Valerio Salvador Ubiedo, fue el primero en prestar testimonio, en donde contó el secuestro de su hermano Valerio ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.
“Mi hermano trabajaba en el molino San Sebastián, partido de Escobar. Era delegado interno. La primera semana de marzo del 76, reunidos en la casa de mi tío, vino el Ejército, entre los presentes se encontraba Luis Abelardo Patti, y se lo llevaron una tardecita un sábado a la tarde,” afirmó Ubiedo, quien agrega, “fue llevado a un caserón en Cardales sobre la ruta 4. Esa noche fue torturado y lo largaron a las 6 de la mañana. Al día siguiente ,sobre la ruta 4 descansó atado las manos atrás con el propio cinto que llevaba puesto. Lo encuentra un conocido a quien le cuenta lo que había pasado. Éste lo asiste dándole dinero para que tomara el colectivo de la línea 204, de regreso a Escobar. Ese fue el primer secuestro que sufre mi hermano”, detalla Orlando.
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Posteriormente el testigo, cuenta a todos los presentes conectados a la sala virtual, la persecución y el hostigamiento ejercidos por parte del ex intendente de Escobar y ex subcomisario de la policía bonaerense Luis Abelardo Patti, quien secuestra nuevamente a Valerio Salvador Ubiedo, un tiempo después.
“El 2 de abril la madrugada llega nuevamente el Ejército a su domicilio, es secuestrado y llevado al Pozo de Banfield, donde fue torturado y golpeado. Esa feroz golpiza le provoca la quebradura de dos de sus costillas. Luego de algunas semanas, ya a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) es trasladado con otros compañeros trabajadores a la cárcel de Mercedes, provincia de Buenos Aires y posteriormente, trasladado a la cárcel de Sierra Chica. Allí estuvo dos años y pasó a la Unidad 9 de La Plata donde luego de dos años recuperó su libertad en el invierno del 81”, cuenta su hermano.
Una persecución familiar
La familia Ubiedo es de Entre Ríos estaba ligada a la actividad sindical. El testigo, describió en otro tramo de su declaración la persecución a toda su familia durante esos años de terror, que se vivía en nuestro país. “A mí me secuestran en septiembre del 74. En ese entonces, era secretario general de Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores. Ese día llegaron, rompieron todo el sindicato, me esposaron junto a otros compañeros presentes y nos subieron a una camioneta tapados con una lona. A llegaron nos bajaron a un sótano tabicados y encapuchados. En ese lugar, sólo había luz en el calabozo. Estuvimos cuatros días allí”. Ubiedo cuenta que cuando es liberado advierte que en el lugar se encontraba la delegación de la Policía Federal de San Martín. «Soy un sobreviviente de esa etapa tan jodida, donde desaparecieron y murieron 30 mil compañeros. Es mi deber denunciar estas cosas por las que, lamentablemente, pasamos en nuestro país», finalizó Orlando Ubiedo.
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Luego se escuchó el testimonio Lidia Biscarte: “A mí me secuestran el 27 de marzo de 1976 en mi domicilio. Estaba con mis hijos y fui llevada a la comisaría de Zárate. Me doy cuenta que me llevaron a la comisaría de Zárate, porque un día escucho atender el teléfono», afirmó la testigo. Y agregó: “en la comisaría recibo la primera lesión y con la ‘Maquina'», describe la mujer, refiriéndose a la tortura por picana. “Me echan agua, me retuercen los pechos, ya desnuda totalmente”, relató. De allí, la llevan a la Prefectura de Zárate donde le partieron los dientes de un culatazo. Lidia iba reconociendo estos lugares por ruidos particulares, porque estaban cerca de su casa.
Luego de dos días en la dependencia policial, según relata, inicia un recorrido que incluyó el paso por la Prefectura de Zárate, el Arsenal Naval, el barco Murature, el Pozo de Banfield, Campo de Mayo y el penal de Olmos
La testigo describió que durante todo su cautiverio y el paso por todos esos diferentes sitios de detención, sufrió múltiples fue torturas con picana eléctrica, la aplicación del llamado ‘submarino y violada de manera reiterada. «Nos manguereaban para después violarnos. Nuestros compañeros pedían por nosotras y a nadie le importaba. Ellos les pegaban un tiro, ese compañero que reclamaba no se escuchaba más», agregó Lidia. «Todos los días veíamos la muerte. Todos los días nos hacían submarino en el río y pensaba que no iba a respirar más. Es terrible, quería mil veces que me pegaran un tiro, antes que andar soportando todo eso”.
Luego describió las condiciones cautiverio en Banfield aseguró que “éramos veinte, treinta, apilados como animales, con las manos atadas, vendados”. Estábamos “semi desnudas. Ahí no nos dieron comida. Éramos animales. Había orines, materia fecal. Por eso mi pedido es basta: ya tienen los nombres, métanlos presos”, exclamó Lidia Biscarte dirigiéndose al presidente del Tribunal Ricardo Basilico. También en Banfield hubo violaciones. “Escuché a Teresita cuando la estaban violando también. Una chica jovencita. Éramos todas jóvenes. Yo estaba muy lastimada”.
Agregó :“En Banfield estábamos con Iglesias, con los hermanos Barrientos, Eva Orifici, Blanca Buda, Souto, Oviedo, Marcelino López, Eduardo Paris, Parra, Teresita Di Martino. Todos estos compañeros habíamos estado ya en un circuito en Zarate Pasábamos de centro en centro», describió la testigo. “No somos como ellos. No buscamos venganza, queremos que se haga Justicia. Por favor, queremos que paguen por lo que hicieron. Se van muriendo compañeros, cada vez quedamos menos», reclamó nuevamente al tribunal.
Este debe ser mi juicio número 20 y a veces siento que venir a un Tribunal no sirve de nada, porque los genocidas están en su casa: quiero que se haga justicia que esto no se repita nunca más, pero nunca más de verdad», cuestionó. Esto, es un dolor muy grande, yo pido que haga Justicia, por favor. Tal vez sea la última vez que declare», finalizó Lidia la «China» Biscarte.
En último turno, declaró ante el tribunal, Gustavo Javier Fernández, sobreviviente de la Brigada de Quilmes conocida como Pozo de Quilmes, a donde fue llevado en agosto de 1976. Tenía 22 años y su hermano Carlos, que tenía 26, permanece desaparecido. Ambos militaban desde 1972 en la Juventud Peronista montonera en la ciudad de Luján, realizando trabajos de territorio.
Gustado Fernández comenzó su testimonio relatando hechos arraigados a la militancia política. “Algún tiempo antes previo al 24 de marzo de 1976 en Luján empezaron a producirse muchos secuestros y la situación se tornaba complicada. Entonces decidió Capital Federal, quedándome una noche en cada casa que podía. Mi hermano se quedó un tiempo más en lujan y ya era profesor de cerámica en la Escuela de Arte de Luján, que fue uno de los blancos de la represión en esa localidad. Decían “que era un lugar muy politizado”.
“Varios alumnos fueron luego desaparecidos. Había un ensañamiento con ese lugar. Cuando mi hermano ve que la situación se pone difícil, decide irse a la Capital para volver a conectarse con la gente de Montoneros”, relató Gustavo antes de indicar que luego de irrumpir en la casa de su madre y de su hermano entre junio y julio de 1976, un denominado ‘Comando Genta’ los detiene en una casa que les había prestado Miguel Prince. Revuelven todo, rompen cosas. Y de ahí nos sacan y nos suben en dos autos y nos llevan a un lugar que supimos que era la Superintendencia de Seguridad Federal en la calle Moreno. Había mucha gente”. De allí los trasladan a la Comisaría 2ª de Avellaneda, perteneciente a la Policía Federal.
“Ahí me torturan con picana durante bastante tiempo y sé que a él le hicieron lo mismo. Las preguntas eran sobre nombres de gente de Luján a los que consideraban subversivos, entre comillas. Me doy cuenta de que no tienen conocimiento de cómo funcionaban los grupos en Lujan”, relató Gustavo, antes de explicar que luego lo volvieron a poner en la misma celda que su hermano y que este le cuenta que “lo habían torturado mucho y le preguntaban mucho por la Escuela de Arte y por Ricardo Palazo”, un estudiante que fue secuestrado y sigue desaparecido.
Estuvieron hasta mediados de septiembre. “Llegamos a estar seis días seguidos sin comer”. Luego son trasladados al pozo de Quilmes” Hay una escalera muy empinada y caracol. Nos ponen en celdas que eran chicas, describe el lugar y agrega: “cada vez que no había personal cerca nos bajamos la venda y charlábamos entre nosotros el trato en el lugar era distinto, no tuvimos torturas, nos llevaban algo de comida” describió el testigo características del cautiverio en aquel centro clandestino.
Estuvieron en el Pozo de Quilmes hasta el 29 de septiembre. Luego describe un traslado a una comisaria en desuso a la que fueron trasladados los hermanos Fernández. “Nos sacan del pozo de Quilmes y nos trasladan, solo recuerdo que, en un momento del trayecto la camioneta para y preguntan a alguien en la calle por la ´comisaria vieja´, esa es la única referencia que tengo. El lugar parecía ser policial, porque tenía celdas muy chicas, pasamos dos noches a la mañana siguiente entran abruptamente a la celda donde me encontraba y comenzaron a pegarme con intensidad, recuerdo que me decían: Nos mentiste hijo de puta aludiendo a una supuesta información que yo tenía” describe Fernández de aquella situación. Y agrega: “Me tiran en el asiento de atrás de un auto con las manos atadas y tabicado y me llevan a una zona de Luján, logra escaparse del vehículo, el cual describe como un Falcon en el que lo llevaban.
“De mi hermano no supe más nada. Sigue desaparecido”, aseguró. En aquel entonces, su madre tuvo la ayuda de Emilio Fermín Mignone, cuya hija había sido secuestrada, para presentar un Hábeas Corpus a fines de 1976. Mi hermano nunca supo que su esposa estaba embarazada. Tuvo su tercera hija, que nació en mayo de 1977”, finalizó.
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