Los ocho años cooperativos de Tiempo Argentino se cumplen en el período más dificultoso para la vida de los medios. De la revolución digital al cierre de empresas y el fin de la pauta.
Pero estos ocho años de Tiempo Argentino cooperativo son mucho más que el testimonio, valioso de por sí, del afianzamiento de un medio periodístico. Se trata del período más dificultoso para la vida de los medios de comunicación desde que éstos se masificaron a fines del siglo XIX.
Nunca como ahora fue tan difícil sostener la actividad de los medios informativos. Casi sin distinción de fronteras y con raras excepciones, los medios tradicionales cierran o se encogen mientras improvisan rebusques para sobrevivir. Tiempo Argentino es, en varios niveles, una experiencia extraordinaria, anormal.
El problema de la reconversión tecnológica de los medios es mundial: la revolución digital causa estragos en todo el ecosistema de información y cultura, los ingresos de los medios se desploman porque las audiencias migran a formatos digitales cuya rentabilidad es capturada por las big tech. El modelo fue descripto por Nick Srnicek como «capitalismo de plataformas». Plataformas que extraen y comercializan datos personales, para lo cual programan algorítmicamente las redes subiendo o quitando exposición a los contenidos que producen las industrias de contenidos, cuyos costos no son cubiertos por el reparto de la publicidad en entornos digitales.
El cierre de empresas periodísticas y el ajuste de los medios son consecuencia de la digitalización de las comunicaciones, cuyo desenlace nadie conoce a ciencia cierta. La situación es durísima incluso en economías prósperas. En Estados Unidos, un informe de Jeff Jarvis cuantificaba el problema: la circulación de periódicos es un tercio de lo que era en la década de 1970 y los ingresos por publicidad son una quinta parte de lo que eran en 2005.
En la Argentina la situación es aún más comprometida, porque la crisis económica local golpea los ingresos de la mayoría de la población, forzada a recortar sus consumos. La precarización del trabajo en las redacciones y la expulsión de profesionales calificados del mercado laboral son una de las facetas más calamitosas de la crisis en el sector de medios, como señala Fatpren a nivel nacional y Sipreba en Buenos Aires.
Además de este panorama general, Tiempo Argentino cooperativo ha sufrido en estos años la discriminación de gobiernos como el de Mauricio Macri o Javier Milei en el acceso a la información oficial y a los recursos que el Estado destina en forma de pauta publicitaria gubernamental, con la que casi todas las gestiones premian a medios oficialistas y castigan a los críticos. También padeció los rigores del monopolio en la provisión del insumo papel, en este caso por parte de la única fábrica nacional que tiene al Estado como socio de Clarín y La Nación, Papel Prensa.
Que un medio autogestivo sobreviva en medio del tsunami que padece la industria de medios, mientras cierran empresas de los grupos Clarín, La Nación (como la Agencia DyN o el diario La Razón) o Indalo Media (Buenos Aires Herald), y emisoras del Grupo América (Daniel Vila, José Luis Manzano, en asociación con Claudio Belocopitt), realizan ajustes y suspensión de servicios, es otro motivo para destacar en este octavo aniversario de Tiempo Argentino.
Más aún cuando el gobierno de Milei suspendió los servicios de la agencia de noticias Télam, además de congelar la producción audiovisual de emisoras que sumaban contenidos culturales y temas federales a la agenda pública (Canal 7, Encuentro, Paka-Paka). La ofensiva contra el periodismo y los medios no ultraoficialistas ejecutada por Milei en el marco de la mayor caída de ingresos de los trabajadores de este siglo habla de dos procesos complementarios.
En este escenario de retracción de espacios informativos y de opinión, Tiempo Argentino y otros medios con agendas diferentes a las de los grandes grupos concentrados aportan un oxígeno esencial. En una época de operaciones de desinformación y viralización de fake news, la referencia de medios con rigor periodístico mitiga los efectos de distorsión de hechos y protagonistas.
Estos años de Tiempo Argentino contienen enseñanzas que permiten comprender y actuar en contextos sumamente adversos para el ejercicio del periodismo, la comunicación pública y de recortes al derecho a la libertad de expresión. Estos temas son el ADN de Tiempo Argentino, ya que sellaron su conversión en cooperativa y su evolución desde fines de 2015, tras el vaciamiento de la sociedad editorial perpetrado por los empresarios Sergio Szpolski y Matías Garfunkel.
La autonomía inherente a la creación y al funcionamiento cotidiano de Tiempo Argentino es su principal fortaleza, pues no depende de un patrón, sea este económico o político partidario. Esta cualidad se remonta al compromiso de sus trabajadores para resistir primero el vaciamiento y luego para construir un medio de nuevo cuño en el marco de un gobierno que los hostigaba y cuyo presidente, Macri, calificaba a sus periodistas de usurpadores. El tiempo, a veces, pone las cosas en su lugar y los 85 trabajadores de la Cooperativa Por Más Tiempo son, desde hace ocho años, los dueños de la organización editorial.
Pero Tiempo Argentino es más que una organización cultora de una lógica alternativa que se traduce en una agenda que cubre temas a los que los grandes medios comerciales no prestan atención. Fuentes informativas, en muchos casos silenciadas por el statu quo por su compromiso social, su actividad política o su defensa irrestricta y amplia de los Derechos Humanos, tienen espacio en Tiempo Argentino y otros medios de perfil similar.
Tiempo Argentino está inserto en una comunidad que lo necesita y que sostiene su trabajo. Es, también, inspiración para la formación y el crecimiento de una constelación de medios de comunicación con y sin fines de lucro pero con posicionamientos editoriales alternativos a los de los principales grupos periodísticos, como Futurock, Gelatina o Feminacida. Es, además, un eslabón fundamental en la articulación de los medios cooperativos del país y del exterior con los que colabora, como El Ciudadano de Rosario, El Resaltador de Córdoba o La Diaria de Uruguay. A la vez, es un ejemplo para generaciones de estudiantes de comunicación en universidades de todo el país, otro sector agredido por las políticas del presidente Milei, al igual que la producción científica, pues en Tiempo Argentino los investigadores tienen un medio respetuoso y atento a los avances del conocimiento, y no abocado a su constante descalificación.
En épocas críticas es preciso romper el aislamiento, planteaba Rodolfo Walsh. Hace ocho años que Tiempo Argentino nos enseña laboriosamente la importancia de la colaboración en la tarea cotidiana. « |
Como parte de los festejos del octavo año de la cooperativa, decidimos liberar De la resistencia a nuestra existencia, documental que cuenta la historia de Tiempo Argentino, y subirlo a YouTube el próximo viernes.
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