Con una economía que no repunta y acosado por las denuncias judiciales, el mandatario brasileño está dispuesto a otorgar los beneficios necesarios para frenar los sumarios abiertos en el Congreso.
El mejor ejemplo lo dio el Frente Parlamentario Agropecuario (FPA), que salió a despegarse de una medida que impulsó el Ministerio de Trabajo, que paradójicamente llevaba adelante una reivindicación de esta bancada ruralista, buscando seducirlos para que voten contra el pedido de investigación de la Fiscalía General. Los grandes hacendados no quisieron quedar pegados a una medida que generó fuertes rechazos en sectores sociales y políticos, considerándola como un retroceso en la lucha contra la esclavitud. Tan fuertes, que el mismo Michel Temer tuvo que mandar a revisar.
Básicamente, la medida sostenía que una «jornada exhaustiva» y las «condiciones degradantes» no constituyen de por sí una «privación de la libertad del trabajador», tal como se entiende en la actualidad a partir del artículo 149 del Código Penal. La medida publicada en el Boletín Oficial, con la firma del ministro de Trabajo Ronaldo Nogueira, sostiene que sólo existe «trabajo forzado» si no hay acuerdo o consentimiento del trabajador de su situación. Esa idea es contraria a la definición adoptada en las operaciones de rescate de trabajadores en situación de esclavitud, que sostiene como irrelevante la aceptación de su situación. De hecho, entre 1995 y 2016, más de 50 mil personas fueron rescatadas de situaciones análogas a la esclavitud. La nueva concepción dificultaría la lucha contra la explotación de personas.
Por la influencia de ciertos actores, especialmente la bancada ruralista representante de los agronegocios y heredera de las tierras de las haciendas del siglo XIX, se tiende a pensar que la esclavitud implicaría a una persona con grilletes arando la tierra a latigazos o siendo maltratada en un taller de costura. Por eso, la «jornada laboral» o las «condiciones de trabajo» no constituirían una práctica esclavizante en cierto imaginario social.
Sin embargo, las reformas brasileñas que se alientan deberían encender las alarmas sobre las relaciones esclavizantes. Es que varios cambios en los CLT (Contratos y Leyes de Trabajo) también propician esa situación. Porque un trabajador, al vender tiempo de su vida a otra persona, queda a disposición del comprador, por lo que las condiciones de transacción garantizan su tiempo de libertad y evitan el sometimiento total de la persona. En definitiva, la extensión de jornadas laborales hasta 12 horas reduce espacios de ocio del trabajador, y las condiciones donde desarrolla su labor son fundamentales para propiciar su desarrollo humano.
Y un punto que subyace, y que fue festejado por los industriales brasileños, siempre reacios a los CLT, fue el impulso de la tercerización, el mecanismo que más propicia las relaciones esclavizantes porque la contratación de autónomos propicia condiciones desiguales para discutir jornada laboral y condiciones de trabajo.
Esta situación es muy clara en la industria textil, donde trabajadores son encontrados en situación de esclavitud, al estar en un taller de costura de grandes marcas pero sub-contratados, sin derechos, por ignotas empresas. Al respecto, comenta Mauricio Ferreira Brito, que está al frente de la Coordinación Nacional de Erradicación del Trabajo Esclavo del Ministerio Público de Trabajo en Brasil: «Nuestra experiencia de combate al trabajo esclavo muestra que los rescatados son contratados por intermediarios que ya son autónomos o tercerizados, y quien los contrata busca esquivar responsabilidades legales».
A río revuelto, ganancia de militares
Michel Temer entró al libro Guinness al ser el primer mandatario en ser acusado dos veces en pleno ejercicio y lograr la eximición de las denuncias en la Cámara de Diputados. No por mayoría, sino con una minoría de 157 votos a favor, logró que la oposición no alcance los 342 votos necesarios para autorizar a la Corte Suprema a analizar las denuncias en su contra, acusado de obstrucción a la Justicia y asociación ilícita. Claro que para lograrlo recurrió a la liberación de multimillonarios fondos presupuestarios en enmiendas parlamentarias.
Lo trágico para la democracia brasileña es que el desprestigio del Parlamento y las instituciones republicanas es muy fuerte, llegando a quedar detrás de instituciones como las Fuerzas Armadas. De hecho, semanas atrás, el general Antonio Hamilton Murao, secretario de Finanzas del Ejército, se envalentonó y sostuvo «o las instituciones solucionan el problema político o tendremos que imponer eso». Una frase desafortunada que debería poner en alerta a toda la política brasileña, incluso a la latinoamericana, porque no sólo afecta al gobierno actual.
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