Los organizadores y la transmisión oficial vendieron la definición de la Copa Libertadores entre River y Boca como un evento que paraliza al planeta, pero fuera de Argentina ponen en duda semejante afirmación.
La transmisión del domingo era acompañada por un título: «La final del mundo». Así la difundió Fox Sports, una exageración que puede entenderse más para el marketing que para la realidad. Siempre se cita lo que en 2004 publicó The Guardian: que el Superclásico está entre los 50 eventos deportivos que hay que ver antes de morir. Pero había entrado a ese listado cuando se jugaba en estadios con público visitante. El escenario cambia demasiado con esa ausencia, aunque está claro que la rivalidad se mantiene con la misma intensidad. Es la rivalidad, de hecho, lo que se impone sobre la condición de final de Libertadores. Y está claro que la idea de final del mundo es forzada, pero con menos exageración también se dijo que el mundo, con estos partidos, está mirando a la Argentina.
Se intenta dar como prueba la tapa de Marca de hace una semana con los escudos de ambos equipos y el título «Decidme qué se siente». Pero eso no termina de significar que los futboleros del mundo miren al fútbol argentino. «En Italia hay mucha atención porque, de alguna manera, es un derbi global. Pero, sobre todo, está el hecho de que desde afuera de Argentina siempre se mira al fútbol argentino con ojos románticos y con una visión un tanto estereotipada. Argentina es uno de los grandes países del fútbol, y este hecho celebra la argentinidad», dice Pippo Russo, sociólogo italiano, profesor de la Universidad de Florencia.
Giansandro Merli, periodista del diario Il Manifesto, hincha de Lecce, recuerda que cuando vivía en Buenos Aires le preguntaban si en Italia miraban los partidos argentinos. «Y la verdad es que no», explica. Pero esto, aclara, es distinto: «No es lo mismo cualquier partido de Boca o River que Boca-River en la final de la Copa Libertadores. Eso sí que generó mucho interés y mucha espera. En los principales medios de comunicación y en todos los periódicos y las páginas que se ocupan de deporte salieron notas y especiales. Para todos los que creemos que el fútbol es más un arte sudamericano que un deporte inglés, para todos los que crecimos con el mito de Maradona y de las ardientes canchas argentinas, para todos los que pudimos respirar el aire de ese país tan futbolizado, el Superclásico en la final es el partido del siglo». El domingo pasado se juntó a mirarlo con amigos mientras otros veían Milan-Juventus, que jugaron en el mismo horario. «Les dijimos que era un error histórico. Ahora nos juntaremos para la vuelta, y estamos en la misma contradicción: hinchar por Boca y en contra de Macri», dice Merli.
«Aquí, en términos generales, no habla nadie del partido, fuera de los súper aficionados de fútbol que siguen en redes sociales a Tim Vickery, un periodista especialista en fútbol sudamericano, y los argentinos que viven en Inglaterra, que no son tantos», dice Matthew Brown, historiador inglés, profesor de historia latinoamericana en la Universidad de Bristol y, además de todo, arquero. «Yo, que sí sigo asuntos sudamericanos, me he dado cuenta de la final más que lo normal. Es decir, hay comentarios y propaganda que me llegan más que en años anteriores, pero todos vienen de Argentina, no de los medios británicos», agrega Brown. Aun así, el partido del domingo pasado se transmitió para Inglaterra, y lo mismo sucederá cuando se juegue en el Monumental. Es cierto que para la TV privada, con menos audiencia, pero se verá.
«En Alemania lo están siguiendo las publicaciones especializadas», cuenta Verena von Schoenfeldt, corresponsal en Argentina de la televisión pública alemana, ARD, que hace 25 años que vive en el país y es hincha de Victoriano Arenas. «Es exagerado que se hable de una final del mundo, pero es cierto que hay mucha pasión y es histórico que River y Boca se enfrenten en una final de Copa. Es algo único, aunque da mucha pena que no haya público visitante», dice Verena.
«Cuando los alemanes quieren mirar un superclásico de otro país, por lo general, es el Barça-Real», explica Thomas Fischer, historiador, presidente de la Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina. «El Superclásico final de la Libertadores es un tema aunque solamente entre los más aficionados y los expertos de fútbol. Para nosotros no se trata de ‘la final del mundo’, aunque tal vez sí de ‘la final en el fin del mundo’. No solamente para gran parte de los alemanes Argentina está muy lejos, sino que también se desconocen los jugadores», agrega Fischer, que además explica que del fútbol argentino despierta interés «el ambiente bien caliente entre los hinchas».
Sylvia Colombo es corresponsal de Folha de São Paulo en Buenos Aires y estuvo en la Bombonera. «Me llamó la atención que había pocas mujeres, pocas reporteras cubriendo el partido, algunas sí entre el público. Pero en Inglaterra, en Brasil, he visto más mujeres», dice la periodista. “El Superclásico está generando -cuenta- más atención afuera que si se tratara de otros equipos. En Brasil, cuando no hay un club brasileño en la final, ni siquiera se transmite. Esta final sí se está transmitiendo. Sí veo más fanatismo aquí que en Brasil si fuera entre dos brasileños. Pero en Brasil no tenemos este fenómeno de un clásico nacional”.
Si en Brasil puede haber interés por la final más allá de que no haya brasileños, en Colombia la atracción por el fútbol argentino siempre está, pero además se suma que están Wilmar Barrios, Edwin Cardona y Sebastián Villa, y Rafael Santos Borré (no va a poder jugar en el Monumental) y Juanfer Quintero, los colombianos de cada equipo. «Esa presencia hace que el Superclásico esté instalado en la gran prensa deportiva. Pero no es sólo oferta mediática: hay una gran afición por el fútbol argentino. No es exótico encontrar en las calles camisetas de Boca o River; hubo gente que se agolpó delante de los televisores en los comercios”, explica David Quitián, antropólogo colombiano, hincha de América de Cali. «Entonces -agrega- puede que aquí se diga que decir que es ‘la final del mundo’ es una exageración del ego argentino. Todos dirían que es exagerado decir eso, pero lo impresionante -y paradójico- es que por más que lo digamos es uno de los partidos más importantes del mundo que nos gustaría ver, y más si es una final de Copa Libertadores, la última a ida y vuelta».
Es que hay una certeza sobre estos partidos. Y esa certeza es lo extraordinario. Desde el año que viene la final será a partido único. Boca y River podrían jugarla en 2019 en Santiago de Chile. Pero se sabe que no es lo mismo. Este partido es también una despedida de una identidad de la Copa Libertadores.
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