La reconocida actriz encabeza La fuerza del cariño, la obra inspirada en la película de James L. Brooks que retrata la relación entre una madre y su hija durante 30 años. Su reencuentro con Laport y el duro presente que vivimos los argentinos.
También es recordada por la conducción de las primeras ediciones de Gran hermano y por ser jurado de Bailando por un sueño. Eso sólo en televisión. En cine se destacó en películas como Un muchacho como yo (con Palito Ortega), Los muchachos de antes no usaban gomina (con Rodolfo Beban), El profesor hippie (con Luis Sandrini), La clínica del Dr. Cureta (con Gianni Lunadei), Despabílate amor (de Eliseo Subiela con Darío Grandinetti y Juan Leyrado). Su última aparición fue en Hoy se arregla el mundo, dirigida por Ariel Winograd.
Ni hablar de todas las obras de teatro en las que participó: «Son muchos años, muchos compañeros y compañeras. Creo que nunca veo o recuerdo algo del pasado, sólo estoy contenta con el cariño de la gente», afirma la actriz mientras se peina en su camarín antes de la función. Entre indicaciones y saludos, es sin duda la cabeza de compañía: el epicentro en el cual se apoya toda esta obra, que la muestra vigente e híperactiva.
–¿Qué fue lo que te convenció de la obra? ¿El guión siempre es la clave?
–El guión no me convenció al principio: me parecía raro que esté adaptada de la película, no de la novela. Pero eso en definitiva sumó porque nos dio una exigencia técnica fuerte porque tiene que ser todo más visual. Yo quería una puesta con paredes corredizas como hizo Ciro Zorzoli en alguna obra hace poco, pero al final lo hicimos de otra manera y quedó muy bien. Acepté el desafío actoral que conlleva; hay que mantener el estado emocional en 30 escenas, y cambiarse 14 veces para recorrer esos años de relación que narra esta historia. Para el espectador es gratificante, pero es complejo para los que estamos en el escenario. Pero la verdad que la iba a hacer sea como sea porque me encantaba el personaje. Siempre la quise hacer. Desde que vi la película. Con una actriz tan emblemática como Shirley MacLaine. Está bueno intentar recorrer un vínculo tan tratado en la dramaturgia, como el de madre e hija. Una relación que, además, yo no transité, porque crié varones. Si me dejan decir que fue así… En realidad, mis hijos nacieron en mi época de mayor trabajo, en los años de mayor sacrificio, así que hice lo que pude. Pero bueno, como decía, intenté ponerme en ese imaginario de tener una hija mujer: tengo una nuera que es como una hija, la que no tuve. O veo cómo es con mis nietas. Pero no es lo mismo. Además, en la crianza, varones y mujeres son el día y la noche. Pero en este caso es una madre insufrible y llena de matices, que para actuar es algo desafiante y super interesante. Por eso la hice.
–¿Cuánto tiene de la película de 1983?
–Hay algo, obviamente, pero está muy bien la adaptación que hicimos, ya que somos latinos y le ponemos nuestra impronta para que sea algo más cercano. Detalles, expresiones, maneras de ser que no es la estadounidense. Es una obra popular y apostamos a que todo el que venga se vaya contento. Ese es un poco mi estilo. Yo trabajo con la gente. La siento, esa es mi gran virtud como actriz: sentir lo que piden, me doy cuenta si se aburren o si les gusta. Los escucho, sé que tengo que hacer. Eso es lo lindo de la ceremonia teatral, me parece.
–¿De dónde viene ese instinto o es algo que fuiste incorporando con los años de trabajo?
–Creo que de chica, de tener una infancia muy dura, fui creando esa manera de ir dándome cuenta de lo que pasa, para dar lo mejor, casi como una defensa. La memoria emotiva siempre funciona, así que ese dolor de lo que pasé, me permite llegar a emociones fácilmente. Con los años supongo que fui armando caminos, siempre hay de dónde agarrarse, sin dudas las carencias de mi infancia me dieron una sensibilidad especial para llegar al gran público. La necesidad me ayudó. Se qué es lo que es no tener nada, y bueno también lo que es un lugar de privilegio. Pero también tuve una relación conflictiva con mi madre, a mi padre lo habré visto ocho veces en mi vida y otros eventos traumáticos que me tocaron… Estaba muy sola. Pero esa necesidad, dejó algo en mí, fue una gran compañera en la vida para manejarme. Aprendí mucho, por eso no me faltaron fuerzas para luchar por lo que quería. Quería salvarme y salvar a la familia de las penurias que a mí me habían tocado. Y así creo se fue armando en mí una manera de detectar la necesidad de otros, y de poder dárselo.
–¿Fuiste cambiando tu forma de trabajo?
–Y sí. La verdad que creo que es inevitable. Con los años aprendés cada vez más y estás en todo. Sabés y le pones atención a detalles que antes ni se te ocurrían, porque tenía otras prioridades: hoy estoy pendiente de las luces, el vestuario, el sonido. Tengo la desgracia de notar y ver todo lo que pasa, y a esta altura no me guardo nada. Soy muy hinchapelotas (risas). Tendría que dirigir, porque sin quererlo me pongo en ese rol.
-¿Por qué no lo haces?
-Creo que los actores me aguantarían dos días (risas). Pero bueno, no lo descarto, si encuentro una obra, quizás me anime a hacerlo. Tal vez lo haga, es una experiencia para la que estoy preparada. No me tendría que ir de este mundo sin hacerlo. Al menos probarlo y bueno, si a los dos días se van todos, me dicen no te bancamos más, listo. Pero al menos lo habría intentado. Veremos si aparece algo que me ponga en acción.
–¿Qué te genera la situación actual del país?
–Y mirá, todos tenemos miedo: que la gente no venga al teatro, que la recesión sea cada vez mayor y no se pueda solucionar nada… Yo siento que tuvimos un tiempo de fiesta, y se acabó. Cada uno de nosotros vive este proceso de una manera diferente, dependiendo de lo que te pasó y cómo afrontas esta realidad que nos abruma. Yo estoy enfocada, como siempre, en trabajar, en crear mi camino, en hacer lo que me toque de la mejor manera. No sé hacerlo de otra manera. No creo que estemos para otra cosa. Yo quiero hacer la función y darle a la gente lo que busca cuando viene a vernos. Desde que me alejé del kirchnerismo decidí no hablar más públicamente sobre política, me parece que los que nos vienen a ver nos piden que le demos algo, pero bueno, respeto al que quiera expresarse o buscar bajar línea con tal o cual historia. Yo nunca trabajé para el Estado, ni me gusta, porque te crea una dependencia y si hay algo que soy, y decidí serlo hace mucho, es una mujer libre. Nunca fui verticalista, soy horizontal y no me puedo mover dentro de estructuras donde un liderazgo marque un poco el camino.
–¿Fue por algo puntual tu alejamiento del kirchnerismo?
–Yo estuve con Néstor, en el acto del 24 de marzo de 2004, en la ex ESMA, cuando pasa a ser el Espacio Memoria: leí la carta, en realidad un poema de la poeta desaparecida Ana María Ponce. Me llamó Cristina en persona y yo lo hice con toda la emoción, fue un día inolvidable. Pero después más allá de alguna que otra cosita, no me involucré. La única militancia que tuve fue en los ’80 con las Madres de Plaza de Mayo, pero bueno nunca sentí que era mi rol. Nunca fui una militante y fui alejándome de toda participación. Nunca fui peronista, nunca entendí esa neurosis de que un movimiento pueda tener derecha e izquierda, y demás. No sé, entiendo la importancia de la política, pero no es mi pasión. No creo que pueda aportar. Unirse y luchar por un ideal suena bien pero no siempre es fácil tomar la decisión y hacerlo con todo. A mí me pasa con los proyectos de teatro o lo que hago. Ahí me siento yo. Creo que nada puede hacer tan bien como el teatro, que es algo puro y sincero. El tema no es vender entradas, es armar equipos y llevar adelante una propuesta. Yo soy honesta, con los demás y conmigo. Digo las cosas de frente, si me gusta me gusta, sino me gusta no me gusta y si no me interesa, no le doy bola. A mi edad puedo hacer lo que quiero. Y así seguiré manejándome, supongo. «
Versión de Federico González del Pino y Fernando Masllorens. Dirección: Corina Fiorillo. Con Soledad Silveyra, Osvaldo Laport, Julieta Ortega, Dolores Ocampo y Damián Iglesias. De miércoles a viernes a las 20:30, sábado doble función (20 y 22) y los domingos a las 20. En el Multiteatro, avenida Corrientes 1283.
La verdad es que para Solita hubo un motivo más para aceptar ser parte de este proyecto: en La fuerza del cariño también trabaja Osvaldo Laport. Con el actor hizo dupla en tiras diarias de mucho rating, fueron pareja en Campeones de la vida, en El Trece, siendo uno de los mayores éxitos de Polka y luego se reencontraron en Amor en custodia, en Telefe, en un formato de novela de la tarde, en la que se divirtieron mucho. “Volver a trabajar con Osvaldo es una alegría. Nos llevamos muy bien, hay cariño y eso ayuda, claro. No soy de añorar el pasado. Cuando los proyectos terminan listo, se acaban. Me olvido y se terminó, sigo adelante. Pero bueno, la gente me lo recuerda, y con él hicimos historia y había mucha química. Por eso amo a la gente, porque te dan tanto cariño por algo que vos le diste y no sabías”, reflexiona la actriz.
Silveyra afirma que con Laport “somos de los últimos mohicanos. Quedan pocos actores populares que entrábamos a la casa de la gente todas las noches. Hay buenos actores pero la popularidad que alcanzamos, es algo que hoy no existe.»
El título original en inglés, Terms of Endearment, fue traducido para España y el mercado latino como La fuerza del cariño. En esa película se basa esta puesta teatral. Hace cuarenta años adquirió gran éxito como una comedia dramática, con un aura bien estadounidense, basada en la novela homónima de Larry McMurtry. Estaba protagonizada por un elenco de lujo: Shirley MacLaine, Debra Winger, Jack Nicholson, Danny DeVito, Jeff Daniels y John Lithgow. La película cubre 30 años de la relación entre madre e hija. Obtuvo excelentes críticas y tuvo su auge: “Me acuerdo que en su momento era de esas que había que ver sí o sí”, rememora Solita.
El film recibió once nominaciones a los Premios de la Academia y ganó cinco: Mejor película, Mejor director y Mejor guión basado en material de otro medio para Brooks; Mejor actriz para MacLaine y Mejor actor de reparto para Nicholson.
“Hoy ya es un clásico, pero de esas pelis que no todos recuerdan. No la volví a ver, pero me marcó, recordaba detalles de sus personajes y la fuerza que tenían», concluye Silveyra.
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