Los dirigidos por Gallardo ganaron otra copa pero todavía no logra parecerse al viejo campeón continental, aunque mantiene algunos pilares para seguir ese camino.
La imagen del goleador que la semana que viene compartirá la Selección con Lionel Messi dista muchísimo de los anteriores cuatro definiciones ganadas por River en los últimos dos años. Desde la Sudamericana 2014 hasta la Suruga Bank del año pasado, el equipo de Gallardo ganó finales con la mirada, con el ladrido, con la superioridad espiritual sobre el rival de turno porque ese equipo -con algunos cambios- se había forjado en definiciones, en partidos calientes, en situaciones límite y siempre había salido airoso. Incluso algo de eso pudo demostrar en la final del Mundial de Clubes, en la que demoró todo lo pudo que Barcelona hiciera efectiva su evidente superioridad.
En cambio el equipo que ayer dio la vuelta olímpica en un camión de bomberos se encontró con una final por la resaca del éxito pasado y la aprovechó, no sin antes tener que sufrir en los últimos minutos. Es que por primera vez en esta era -la más exitosa de su historia a nivel internacional- no pudo liquidar una final antes de tiempo. Ganó «solo» 2-1 después de superar por tres a Gamba Osaka y a Tigres, y por dos a San Lorenzo y Atlético Nacional.
Para ese equipo que parecía sentirse campeón antes de jugar, esas definiciones no eran más que la culminación de otra serie de «finales» aún más complicadas que comenzaron en las semis contra Boca en 2014 y que sirvieron para forjar el espíritu ganador con el que venció a San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, con el que afrontó la complicada clasificación a los octavos de la Libertadores, con el que se le paró a Boca en la Bombonera mientras lo dejaron, con la que fue a Brasil a golear a Cruzeiro , con la que reaccionó en el Defensores del Chaco, con la que aguantó en Monterrey contra Tigres y hasta con la que casi le da vuelta la serie a Huracán en Ducó después de ir perdiendo por tres goles a fines del año pasado.
Mucho tendrá que ver en esa falta de seguridad para ganar el recambio. De los que ayer fueron titulares, solo Ponzio había jugado -y brillado- ante Boca en noviembre de 2014, cuando el equipo de Gallardo se demostró ganador ante todas las cosas. El conjunto que festeja ahora no será aquel, pero por lo menos mantiene al capitán de mirada asesina, al líder de la defensa y a un delantero mandado a hacer para estos partidos. Encima logró curtirse en su primera definición. Y lo hizo con el mismo cierre que aquella vez, con el nueve del equipo pisándola en el córner.
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