"Vivir partido a partido", la serie del Cholo –en su peor año en Atlético Madrid–, lo muestra como un hijo dilecto de Bilardo.
Eliminado en octavos de final de la Copa del Rey, afuera en semifinales de la Supercopa de España, a 15 puntos del líder Real Madrid en la Liga, y con el 1-1 de local en octavos de Champions ante Manchester United, el Atlético Madrid, apuntan, atraviesa el peor momento desde que Simeone asumió como entrenador en 2011. Criticado incluso por los propios. Con candidatos a reemplazarlo. Es la crisis del “cuchillo entre los dientes”, la frase que Simeone popularizó como capitán de la Selección. “Una forma de representar el esfuerzo que hay que hacer para ganar”, la traduce el Cholo en su serie, Simeone. Vivir partido a partido (Amazon Prime). Otro entrenador argentino en una situación peor es Marcelo Bielsa, echado del Leeds, a dos puntos de la zona de descenso en la Premier League. Bielsa es el técnico que devolvió a la primera división al Leeds después de 16 años. El que no vio Take Us Home: Leeds United, la serie de ese regreso que lo tiene como protagonista central. Y el que plantó la tercera posición en el fútbol argentino después del menottismo y el bilardismo.
Simeone fue dirigido por Bielsa en la Selección, citado al Mundial Corea del Sur-Japón 2002. Bielsa y Simeone abrevan perfeccionismo, control, locura y obsesión de las aguas de Bilardo. Pero a Bielsa lo separa un mundo en la ética del juego. No así al Cholo, que juega al límite y más allá del reglamento. Lo hizo como futbolista. En Atlético Madrid, con el que salió campeón de la Liga 1995/1996, le metió un pisotón a Romario (Barcelona) sin ser visto por el árbitro. Romario reaccionó: le devolvió una piña y lo expulsaron. “Viveza”. O, peor, le clavó un tapón del botín a Julen Guerrero (Athletic Bilbao). “¿Es necesario que lo vuelva a ver? Eso es una agresión –reconoce Simeone en su documental–. Y está mal”. Cuando ve el “pisalo, pisalo” de Bilardo como DT del Sevilla, dice que “los pequeños detalles” le quedaron tanto que “por algo después suceden otras cosas”. Simbiosis: como Bilardo en el Metropolitano 1982, Simeone fue campeón como DT de Estudiantes de La Plata en el Apertura 2006.
Simeone suele decir que no es supersticioso, porque “trae mala suerte”. Y siempre viste un traje negro. “Difícil desconectar del fútbol, muy difícil, muy difícil”, repite como abducido por el léxico de Bilardo. En la final de la Copa América de Ecuador 93 ante México, el Cholo sacó rápido un lateral en ataque y Gabriel Batistura metió el 2-1 a los 74 minutos. Fue el gol del título, el último de la Selección hasta el año pasado. Con Simeone con la camiseta número 10 de Diego Maradona. Sacar rápido un lateral no es una acción extradeportiva. Pegar puntapiés de atrás, sí. Se trata, dice Juan Sebastián Verón en Simeone. Vivir partido a partido, de “sacar ventaja de cada cosa”. “Exigente, duro, cruel, sin corazón, ganador”, lo define Sebastián Abreu, a quien el Cholo dirigió en River, donde salió campeón (Clausura 2008) y último (Apertura 2008). Con ocho títulos, Simeone superó a Luis Aragonés como el DT más ganador en la historia del Atlético. Pero el valor real se mide más allá.
Simeone ha sido etiquetado como defensivo. Con y sin razón. Las etiquetas pesan toneladas, sobre todo las autoimpuestas: a veces ataca más con las palabras que en la cancha. No siempre, porque en la Liga 2020/2021 le adosó a su equipo mayor protagonismo, más ambición: fue la de mayor promedio de posesión (51%) en sus nueve años como entrenador del Atlético, en los que nunca bajó de los tres primeros puestos en Liga. Es, de hecho, el único equipo que rompió dos veces la hegemonía del Barcelona (10) y el Real Madrid (5) en las últimas 17 Ligas, ya que la primera vez que la ganó fue en la temporada 2013/2014. Pero Simeone, antes que un “ganador”, es un líder que aprende. Que cambió la historia del Atlético con su cultura. Y que, sin embargo, puede ser criticado. “Aprendí a competir –dice el Cholo de Bilardo, su padre futbolístico–. El talento lo tienen muchos futbolistas, pero compiten pocos con la voracidad y la ilusión de ganar. Carlos te daba la posibilidad de crecer aprendiendo a jugar en distintas posiciones. Él peleó contra todo un pensamiento que posiblemente tampoco estaba errado. Pero la firmeza de creer y desarrollar su idea hizo más grande su búsqueda”.
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