Lo revela el primer informe científico sobre el impacto de este fenómeno que crece entre los adolescentes de Argentina. Advierten por la "presión social" para sumarse a estos sitios.
A fines de 2023, un grupo de docentes de Chivilcoy advirtió que no solo sucedían en los recreos, sino incluso durante las clases. Esa preocupación se trasladó a la diputada Constanza Alonso y al concejal Fernando Cabani, ambos oriundos de aquella localidad, y se transformó en una investigación dirigida por Martín Romeo, profesor de Sociales de la UBA. Con la publicación del informe Apostar no es un juego –que será presentado mañana en Sociales-, por primera vez en nuestro país existe información científica acerca del impacto de las apuestas digitales en la vida y la salud de personas entre 15 y 29 años a escala federal.
Durante la investigación encuestaron a 9768 jóvenes de 360 ciudades de las 24 provincias. Según contó Martín Romeo, fue clave lograr alianzas con organizaciones sociales, clubes, escuelas y partidos políticos, lo que logró el volumen y compromiso en las respuestas: “el propósito era construir una evidencia empírica mediante un método científico y una investigación rigurosa que permitiera visibilizar el problema, y fundamentalmente ser la base para la construcción de políticas públicas basadas en datos; porque si todos reconocemos que hay un problema y sabemos su dimensión, entonces hay que hacer algo”.
El estudio no solo pone la mirada en la existencia de las apuestas digitales sino también en qué caminos tomar para morigerarlas. Según Romeo, hace falta un involucramiento de todos los actores sociales: la familia que debe dialogar, las escuelas fundamentales en la sensibilización por medio de talleres y capacitaciones, y también las instituciones gubernamentales.
El informe revela que 4 de cada 10 adolescentes o jóvenes de 15 a 29 años apostaron recientemente o están apostando en este momento. “Los pibes y pibas se mueven en un ambiente en el cual la mayoría de sus amigos apuestan, o sea, 7 de cada 10 tienen amigos o conocidos que apuestan y eso es un factor de riesgo”, explicó. Existe una presión social por apostar: “los amigos dicen que ganan más plata de la que pierden entonces quien no apuesta se siente un boludo y quien ya lo hace, tiene un incentivo negativo a dejarlo”.
El volumen de lo que se apuesta es muy significativo: 2 de cada 3 pesos que los padres o tutores le entregan a sus hijos para movimientos cotidianos son apostados. La situación varía según la edad, si está o no está dentro de un establecimiento educativo, si está o no con empleo. Se registraron casos de personas de 29 años, con hijos, que apuestan.
“Los resultados del informe no son buenos en términos de la incidencia, de la cantidad de dinero que se apuesta, del clima en el cual se mueven los chicos. Tenemos 3 de cada 10 que han sufrido trastornos de ansiedad o de estrés por no haber podido jugar. El 25% dice que se ha endeudado o utilizó dinero que tenía destinado para otra cosa. Sirve para modelar lo que se difumina, un problema social”, expresó.
En un contexto de crisis socieconómica, en el que dos de cada tres niños son pobres, el flagelo de las apuestas repercute, en especial, en los adolescentes y jóvenes que residen en hogares en riesgo. “Los que están más cerca de empobrecimiento son quienes apuestan más fuerte. Tenemos la hipótesis de que están tratando de resolver las penurias de los ingresos personales y familiares, muchos tienen trabajos mal pagos o viven en hogares con ingresos insuficientes. Tratan de resolver el problema por esa vía. Por supuesto, no hay una solución y ese problema se agrava”.
Según Martín Romeo, los sitios de apuesta migraron del continente europeo ante las restricciones que se impusieron allí. El nuevo mercado es América latina. Los gobiernos provinciales y nacional pueden tomar medidas para morigerar o erradicar el flagelo de las apuestas digitales: “ya hay lugares de la provincia de Buenos Aires donde se bloquea el acceso a los sitios de apuestas desde las escuelas y con los wi-fi gratis. Es necesario sancionar leyes que permitan el control y la regulación de este problema”. Mencionó 27 proyectos que todavía no se debatieron en el Congreso. La mayoría oscila entre mayor prohibición de publicidades de los sitios, promociones, uso de influencers o famosos y además, un control estricto de la identidad. “No se va a resolver de la noche a la mañana ni solo una ley, va a requerir de tiempo y acciones educativas, como con la ley antitabaco”.
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