Abrumados como estamos en Argentina, la experiencia senegalesa merece ser atendida.
En estos días, la dupla de gobierno ha inaugurado una estatua en memoria de Lat Dior Ngoné Latyr Diop (1842-1886), un noble de la etnia wolof que dirigió la resistencia contra el colonialismo francés durante más de veinte años, antes de caer en combate. Por cierto, Senegal también ha exigido el retiro de las tropas francesas del territorio nacional, habida cuenta de que es una cuestión de soberanía que no puede ser negociada. “Nuestra independencia y nuestra soberanía no pueden acomodarse con la presencia de trompas militares extranjeras en nuestro suelo”, afirmó el Presidente Faye. Eso no implica tener buenas relaciones con Francia, pero cada cual en la casa de cada uno.
En esa perspectiva, el gobierno senegalés también apura “el cambio de nombre de calles, bulevares y edificios públicos para valorizar las tradiciones varias veces centenarias del pueblo, rescatar la memoria y celebrar los héroes nacionales en todas las áreas”. En efecto, consideran que si no hay una reescritura científica de la historia de Senegal, será imposible “rehabilitar nuestro patrimonio nacional” sobre la base de la memoria, de tal modo que la dimensión histórica sea “un factor mayor del desarrollo económico, social y cultural de Senegal”. Esto se inscribe en la “Visión Senegal 2050”, que es como llaman a su proyecto nacional. Y si, para gobernar hay que tener un proyecto. Uno de los principales ejes es la planificación y el ordenamiento territorial, en especial en las áreas de urbanismo y construcción de viviendas tanto en las ciudades como en el campo, con polos de desarrollo económico establecidos en todo el territorio. No lo harán solos: convocan a la sociedad de arquitectos, a los trabajadores de la construcción, al saber universitario y a la sociedad civil para construir una ley de hábitat y de regularización dominial. El objetivo es facilitar el acceso a la propiedad de los jóvenes y de las mujeres.
La cuestión agraria es otro de los problemas que encara el gobierno. A tal efecto, se han creado “comités de aldeas”, cuya función es “pensar y actuar” sobre la propiedad rural. Esos comités son paritarios y deben participar del reparto de la propiedad para favorecer una gestión racional que ayude al objetivo de asegurar la soberanía alimentaria del país. “No podemos ignorar el agronegocio”, dicen las autoridades, “pero decimos que no a la mercantilización de las tierras. Si aceptamos la primacía del dinero, el más fuerte va a liquidar al más débil, y nuestras comunidades tal vez no tengan bastante dinero para comprar la tierra”. El Estado se compromete a proveer la infraestructura necesaria, en particular hídrica, establecer un marco jurídico seguro y propiciar créditos para aumentar la productividad.
Todas son buenas intenciones si no existen las posibilidades financieras. Es así como el financiamiento del proyecto nacional senegalés proviene de los recursos fiscales de la producción de petróleo, que alcanzó los cien mil barriles por día a fines de este año, con la esperanza de que lleguen a los 30 millones de barriles por año. También está previsto que para 2025 comience la explotación de gas natural. Esos fondos alimentan el presupuesto, las cuentas especiales del tesoro, un fondo intergeneracional y otro fondo de estabilización. Bueno, para eso sirve el Estado ¿no? Más aún, Senegal ya decidió salir de la zona del Franco CFA, esa moneda administrada desde Francia, articulada con el euro, que es una presencia colonial tan gravosa como las tropas. Con una moneda propia queda abierta la posibilidad de tener una política monetaria autónoma, que consolide las acciones de desarrollo económico endógeno.
Abrumados como estamos en Argentina, la experiencia senegalesa merece ser atendida. Demuestra que un proyecto nacional con conducción política y amplia participación de todos los sectores comprometidos con la soberanía nacional abre las posibilidades de una integración masiva de los excluidos sociales. Esta incorporación inmediata y organizada es lo que hace estallar las sociedades estratificadas, injustas, dependientes. Esa es la revolución en la revolución. ¡Feliz Navidad! Cualquier cosa nos vemos en Dakar. «
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