Columna de opinión.
Esta forma de medir los colores, va desde el blanco total al negro absoluto.
En Cataluña estos matices ya no se pueden aplicar a la situación del choque entre el poder del Estado español y el poder del gobierno catalán.
Desde este miércoles, no hay colores intermedios, o se está con la independencia y con la democracia o con la monarquía y la represión.
Porque este miércoles comenzó un golpe de Estado estilo siglo XXI, un golpe que se ejecuta de forma calculada, para obtener la supremacía en el terreno que se define todo: el relato.
Este miércoles 20 de septiembre, el Estado español invadió con fuerzas policiales dependencias oficiales del gobierno y viviendas particulares.
La Guardia Civil, el cuerpo policial de estructura militar asaltó sin orden judicial de ningún tipo, varias oficinas, como la del Departamento de Economía autonómico, detuvo a más de una decena de altos cargos, intervino todas las cuentas del gobierno catalán y bloqueó por unos minutos las web del referéndum.
Un ataque en toda la regla. Las consecuencias son de dominio público: la población salió a las calles a defender sus instituciones y la movilización popular logro limitar la efectividad práctica de estas acciones militares.
El objetivo era exhibir el músculo del poder español en estado puro, la odiada y temida Guardia Civil imponiendo su autoridad. Ese es el objetivo que no se logró, porque a ese poder prepotente, se le enfrentó otro poder, calmo, festivo, alegre y especialmente, tranquilo.
El relato quedó en manos de la gente manifestándose y la Guardia Civil, famosa por su ferocidad hizo el ridículo de tener que salir de una oficina escoltada por los Mossos d’ Esquadra, luego de 17 horas de asedio festivo de decenas de miles de personas.
España huyó hacia un precipicio, del cual sólo puede salir despeñándose o rindiéndose ante la evidencia de que la gente catalana ya no teme al poder de Madrid y que ya se ha marchado.
Porque es imposible de imaginar una Cataluña gobernada bajo el poder directo de un gobierno títere apoyado en la represión policial.
Ante este cuadro, las medias tintas, los matices y los versos se acabaron: o con la Guardia Civil y el poder del Estado monárquico o con la democracia.
La primera voz que se alzó contra este golpe policial fue la de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, quien se había lucido haciendo piruetas en la cuerda floja de la indefinición.
La líder de Podemos se enfrentó decididamente a la acción de la Guardia Civil, confinando a su policía municipal bajo las órdenes de los Mossos d’Esquadra.
Toda la política catalana quedó al costado de una grieta: con la represión golpista o con la democracia.
El golpe logró que miles de personas que no querían el referéndum, ahora lo exijan.
¿Alguien recuerda al cacique Calefunquen? «
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