En paralelo, el gobernador saliente busca mantener su influencia antikirchnerista en Córdoba.
«Se va a ir de la gobernación, pero la provincia le responde a él». Ocho años de gestión, una muñeca indiscutible para hacer peronismo en una provincia conservadora y más del 75% de imagen positiva avalan los dichos de un reconocido colaborador de Juan Schiaretti que se mueve entre la Casa de Gobierno de Córdoba y el Congreso nacional. Esta afirmación se hace carne día a día en El Panal, sede de gobierno local donde los balances, transiciones y despedidas no abundan en nostalgia. El círculo íntimo sabe que la jura del heredero el próximo domingo no será más que un acto protocolar: «El Gringo» dejará la institucionalidad pero no las riendas del poder.
Este jueves el viejo líder dio el último discurso como titular de la provincia en el encuentro que se llevó a cabo en la Bolsa de Comercio de Córdoba e hizo su primer gran movimiento para alcanzar el lugar que augura ocupar en los próximos años. «Nosotros queremos que a Javier Milei le vaya bien y lo vamos a ayudar», sostuvo luego de prometer «gobernabilidad» bajo la atenta mirada de un grupo de empresarios y su ministro de Finanzas, Osvaldo Giordano, que será el próximo titular de la Anses nacional. La amistosa frase del gobernador saliente tuvo más de un destinatario.
En medio de los armados para el traspaso, Schiaretti hizo el primer llamado de atención a Martín Llaryora, quien durante la campaña del balotaje mostró sus primeros brotes de rebeldía, actitud que parece sentarle cómoda. En una entrevista, el gobernador entrante ratificó esta semana su apoyo al gobierno de Milei, pero se encargó de recalcar que se sumará a los mandatarios que defenderán «los intereses de nuestras provincias», poniendo en jaque la actitud colaborativa para la construcción libertaria que el saliente desplegó desde fines de octubre.
Las primeras diferencias quedaron expuestas cuando el heredero decidió desoír la exigencia de neutralidad y habilitó a su tropa a jugar abiertamente por la candidatura de Sergio Massa, lo que le costó una caza de brujas que incluyó amenazas telefónicas para sus aliados. El control de Schiaretti en el discurso de Llaryora deviene no sólo del cuidado de la pureza del cordobesismo, sino de la construcción de cara al 2027, en la que ambos dirigentes aspiran tener un rol protagonista. Mientras uno construirá su músculo como nuevo titular de una de las provincias más sustentables en recaudación, el otro saldrá a la caza de viejos conocidos que le permitan construir su propia potencialidad.
El padre del peronismo cordobés quiere comandar al justicialismo que viene y convertirlo en un espejo del que creó junto a Juan Manuel de la Sota. «Moderno, federal y republicano», como él mismo definió. Pero con una condición que no está dispuesto a negociar: el peronismo del futuro debe ser deliberadamente antikirchnerista. Para ejecutar su plan, Schiaretti sabe que debe apuntar fuerte y al medio en el Congreso.
Según confirmaron fuentes parlamentarias a Tiempo, el cordobés comenzó a tejer redes entre los provincialismos que habitan el palacio legislativo para ampliar su campo de influencia en ambas cámaras, donde cuenta con siete bancas en Diputados y tres en Senadores. Entre las aliadas, podrían sumarse aquellas que responden al gobernador de Neuquén, Rolando «Rolo» Figueroa, el rionegrino Alberto Weretilneck y el salteño Gustavo Sáenz. A ellos, podría incluirse el Frente de la Concordia comandando por el misionero Carlos Rovira, a quien responde Oscar Herrera Ahuad.
Los cuatro gobernadores mantuvieron un encuentro este miércoles en la Casa de Salta de la Ciudad de Buenos Aires, donde comenzaron a trazar sus primeros pasos en un nuevo mapa político que deberá reconfigurarse para sobrevivir. Si bien todos apoyaron abiertamente al tigrense en su campaña, esta nueva realidad los obliga a negociar para evitar perder peso en sus territorios y es en este punto donde Schiaretti buscará hacer pie y convertirse en el Mesías de los heridos, que aún miran con extrema cautela la cercanía que se gestó entre el cordobés y el libertario durante el armado del gabinete nacional.
A través de su esposa y senadora, Alejandra Vigo, y su mano derecha, el diputado Carlos Gutiérrez, el gobernador saliente golpeará cada uno de los despachos para profesar su protestantismo. En caso de conseguir su prometido, Schiaretti avanzará un paso más e irá por su más grande ambición: romper el bloque de Unión por la Patria y cobijar a quienes entiendan necesario correr del centro de la escena a Cristina Fernández de Kirchner. Consciente del plan del cordobés, uno de los miembros de la todavía bancada oficialista salió a hacerle frente. «Que intente todo lo que quiera, acá no va a poder», sentenció. «
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