"Los valientes están solos" es la nueva novela del escritor napolitano que vive hace 20 años amenazado por la Camorra. Monumental homenaje del autor de "Gomorra" a otro luchador incansable contra los mafiosos: el magistrado Giovanni Falcone, asesinado en 1992.
Saviano es decano en el gremio de los perseguidos por la mafia. Vive hace 20 años escondido y con custodia a sol y sombra, luego de la publicación de su obra cumbre Gomorra, fresco demoledor de la Camorra napolitana también llevado al cine por Matteo Garrone. El denuncialista lírico sigue escribiendo. Como los valientes.
Boom. Dos explosiones marcan a fuego la novela del escrito napolitano nacido en 1979. La primera explosión data de 1943 en el paesino de Corleone, ¿les suena? En la cuna de la Cosa Nostra una humilde familia manipula una bomba aliada que no había explotado para desmontarla, venderla y matarse el hambre. Algo sale mal, el obús estalla y mata a todos menos a un bambino. “¡Es un milagro!”, dicen los vecinos sin conocer el porvenir. El mocoso sobreviviente es Totò Riina, futuro capo dei capi, el hombre que ordenará 49 años después el asesinato de Falcone con la segunda gran explosión del libro. Doscientos kilos de TNT que terminaron con la vida del hombre de justicia más buscado por la mafia. La bomba no mata sino el destino.
Basado en hechos reales, Los valientes están solos es un libro que rompe las fronteras de la novela. Saviano es un autor trasngénero. Ya lo demostró en Cero,Cero,Cero, Vente conmigo y La banda de los niños, tres obras que echan luz en los oscuros negocios non sanctos globales de la Camorra, la Cosa Nostra y la ‘Ndrangheta. También en los sucios aparatos políticos y empresariales, la mafia de guante blanco.
Con dosis desparejas de investigación periodística y lirismo de alto vuelo, Saviano reconstruye la vida pública e íntima del juez Falcone y las muertes de la Cosa Nostra: la gesta del Maxi Proceso de los años ochenta contra el hampa, las masacres de los sicarios sicilianos, los juegos de tronos en los tribunales, las miserias y fortunas del pueblo italiano.
A más de 30 años del asesinato de Falcone, en una reciente entrevista con Esquire, le preguntaron al autor condenado a muerte si la mafia había perdido terreno en el país europeo gobernado por la extrema derecha: “Esto es Italia, el país en el que la democracia es un envoltorio. Dentro hay un país devastado por la corrupción, por un sistema judicial lento y complejo y una economía que siempre depende de las políticas del ejecutivo. Las películas y los proyectos salen con el apoyo del gobierno, no existe la libre iniciativa, es un país terrible”. Es palabra de Saviano.
Una explosión sacude la tierra y no quedan más que escombros y cuerpos destrozados.
Parecía que ya hubiera pasado todo, que el diablo hubiera guardado su potente tambor, que los silbidos, las explosiones y los destrozos de la guerra hubieran abandonado el camino del cielo; que al menos de arriba no llovía más metal. En el transcurso del verano cesaron también los bombardeos. ¿Qué ha sido entonces? ¿Por qué los crucifijos cuelgan de pronto torcidos de los clavos de la pared?
En la calle Rua del Piano ha ocurrido una desgracia. La casa de Giovanni y de su familia ha desaparecido. Algunas personas miran con horror los escombros y las llamas, y tratan de ver lo que hay detrás de la nube de humo. De pie, entre los escombros, está el joven Salvatore, que ha sobrevivido. También Gaetano, su hermano, ha sobrevivido y se retuerce en el suelo, cubierto de sangre. Los demás varones de la familia han muerto.
Hasta ahora, las desgracias parecían lejos de Corleone. Aquí se trabaja, se reza y se tiene familia.
Tan plácido es el sueño de esta tierra que los forasteros que vienen por un motivo o por otro la pisan con cuidado por miedo a que de pronto despierte, los terrones rebullan y, en medio de la brisa suave y cálida que sopla por los campos, una voz burlona salga de lo profundo y resuene sobre sus cabezas: “¿De verdad creíais, pobres ilusos, que esta tierra dormía?”.
Aquí la tierra despierta mucho antes que el sol. Empieza a respirar cuando aún es de noche. Se despereza, desentumece sus miembros. Parece incluso que bostece, que su aliento caliente se eleve perezosamente por encima de los campos de frutales.
Y, con la tierra, despiertan también los hombres.
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