San Lorenzo celebra lo imposible

Por: Alejandro Wall

A 40 años de que la dictadura lo sacara de Boedo, recupera hoy los terrenos de avenida La Plata con una fiesta que será inolvidable. La historia de una utopía que tardó dos décadas en hacerse realidad.

Hace 20 años, año más, año menos, Adolfo Res y su hermano Diego repartían volantes en la tribuna de San Lorenzo. «Diez razones para volver a avenida La Plata», decía el panfleto. Algunos hinchas los leían y se los guardaban. Otros lo tiraban. Si eso pasaba, Adolfo y su hermano volvían para que eso no sucediera. «Se te cayó esto», les decían y les volvían a dar el papel. Eran las proximidades de 1998, fines de la década de los noventa, y lo que empezaba a gestarse en San Lorenzo era una épica de lo imposible, lo irrealizable. Lo imposible, lo irrealizable, son las utopías, el paraíso de los sueños al que a veces se llega. Y a veces no. Adolfo Res, uno de los que pensó antes que nadie en volver, estará hoy en la vigilia que los hinchas de San Lorenzo harán hasta el lunes, cuando tomen la posesión de las tierras que consideran santas. San Lorenzo vuelve a su lugar en el mundo.

Como sujetos, nos movemos de manera permanente. Nacemos, nos mudamos, nos casamos, nos separamos, la vida puede entregarnos movilidad, incluso una movilidad placentera. Los clubes tienen otra pertenencia. Cuando Res, un historiador del club, comenzó a militar la vuelta, eran pocos los que la imaginaban. Eran pocos los que tenían una conciencia de volver. Fue Res el que trabajó para abrir esas cabezas. Hasta que el 12 de marzo de 2012 San Lorenzo protagonizó una de las movilizaciones más masivas de hinchadas de fútbol. Fue a la Plaza de Mayo a reclamar por la ley de reparación histórica que saldría meses después. «A San Lorenzo hay que ayudarlo porque lo cagó la dictadura», cerró el acto Res.

En diciembre se van a cumplir 40 años del último partido en el viejo Gasómetro, un 0-0 entre San Lorenzo y Boca. El brigadier Osvaldo Cacciatore, intendente de la dictadura militar, ordenó abandonar el estadio. El tema venía de lejos y bajo distintas excusas: en 1971 era que por ahí pasaría una autopista, luego se dijo que se abriría una calle para mejor tránsito de los autos, luego que la cancha tenía que ser remodelada porque no podía mantenerse con sus tablones. San Lorenzo tenía problemas económicos graves, era presionado por la dictadura, y los dirigentes cedieron. El club no sólo atravesó el destierro. También sufrió el descenso, en 1981, del que volvió un año después como un equipo que movía multitudes.

Un tiempo después llegó el supermercado Carrefour al lugar. Se tardó mucho en generar conciencia sobre lo que había generado irse del barrio. Primero fue construir un estadio, pero después fue volver al barrio. Los que creen que se trata de una cuestión despectiva con el Bajo Flores, el lugar donde hoy se levanta el nuevo Gasómetro, a 30 cuadras del viejo, no entienden lo que pasa con el hincha de fútbol. Hay mitos que se recrean y ahí también está el capital simbólico de un club. San Lorenzo no se vende, cantaron esos hinchas en 2000 y resistieron a una privatización. Hay también lugares de pertenencia. Los de Boca no se quieren ir de La Bombonera. Los de River ya advirtieron que no se irían así nomás del Monumental. Independiente y Racing no dejarían sus canchas, separadas por dos cuadras, para compartir un estadio único.

«La hinchada de San Lorenzo tiene eso de pelear contra molinos de viento. Primero fue tener un estadio. Y cuando tuvo un estadio fue volver a Boedo. Eso es la utopía. Y lo que parecía imposible se hace con la gente, mediante una ley en democracia, cuando los terrenos se habían perdido en dictadura. Por eso, ya tener los terrenos es maravilloso», dice Eduardo Bejuk, periodista y escritor de San Lorenzo, autor de Hermano Cuervo. «Cuando estamos juntos logramos lo imposible», dijo el viernes Matías Lammens, presidente del club, durante la reunión de comisión directiva en la que se votó la escrituración de los terrenos. Un rato después se firmó la escritura.

Para Lammens, la vuelta tiene dos dimensiones. «Una es la emocional –explica– porque significa volver al lugar al que iban a la cancha nuestros viejos, es la recuperación de la identidad y se logró con una epopeya popular maravillosa, con la gente en las marchas comprando metros cuadrados. Y la otra es la patrimonial, porque San Lorenzo compró 28 mil metros en el centro geográfico de la ciudad de Buenos Aires y eso lo convierte en el club con más patrimonio del continente. Por eso es el logro institucional más grande la historia». Ahora se vienen otros pasos, explica, la rezonificación que debe aprobar la Legislatura y la puesta en marcha para la construcción de la cancha. «Proyectamos un estadio de fútbol, pero también un centro comercial, un destacamento de la Policía de la Ciudad, colegios primarios y secundarios, y un jardín de infantes que en la zona es necesario. San Lorenzo le puede aportar más movimiento y seguridad al barrio», cuenta Lammens.  

Es la utopía, la palabra que eligió el club para anunciar la vuelta. También es una gesta. La hizo San Lorenzo, pero es de todo el fútbol argentino. Faltarán muchos pasos. Pero desde que comience la vigilia de este domingo los hinchas de San Lorenzo podrán decir que vieron volver a su club. Para siempre. «

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