La banda estadounidense llegó por primera vez a la Argentina para presentar “Gnosis”, su octavo disco, y repasar lo mejor de su carrera. Fue una noche de riffs abrasivos y desarrollos narcóticos que puso a la música como única protagonista.
En esta gira latinoamericana, que tuvo su primera fecha en Brasil y tendrá paradas en Chile, Colombia y México, la banda presenta Gnosis, su octavo, último y aplastante disco lanzado en 2022 y creado en su totalidad de forma remota durante la pandemia. En el Gnosis Tour 2024, Mike Sullivan en guitarra, Dave Turncrantz en la batería y Brian Cook en el bajo materializan juntos esos nuevos temas que compusieron por partes, individualmente y a la distancia, y repasan los álbumes más destacados de sus veinte años de carrera.
A las 19.40 arrancaba la fecha la banda invitada IAH, también trío instrumental, representante del stoner argentino. Los cordobeses Mauricio Condon en la guitarra, José Landin en la batería, y Juan Pablo Lucco Borlera en el bajo, puntuales y estructurados, aceitaron los tímpanos instalando una atmósfera pesada ideal para perderse, con métricas irregulares, guiños chacareros, mantras stoneros y estética fractal, que recibió el vitoreo del público y hasta gritos catárticos.
Russian Circles salió puntual al escueto escenario de Uniclub a las 21, mientras “Ghost on High” se reproducía por los parlantes como introducción calma antes de la tormenta: pronto arremetieron con el explosivo “Station”, pieza de casi 9 minutos del disco homónimo, bajo la elegancia de un juego cromático de luces que por momentos teñía la escena de blanco y negro.
Del mismo álbum y como segundo eslabón sonó “Harper Lewis”, momento de ovación colectiva a la batería de Turncrantz, que culminó en el primer gran pogo de la noche que poco se hizo esperar. Con una estética sonora casi bélica, luego se abrió camino el pesadísimo “Conduit”, el primer tema de Gnosis de la noche, que retumbó entrañas y castigó cervicales.
Tan copado estaba el predio que no se distinguía bien dónde terminaba la gente y dónde empezaba el escenario. El “¡¡¡Olé ole ole /Rashan, Rashan!!!” no pegaba bien con nada, pero se cantó igual, aunque acabó pronto, sin repercusión. Tampoco hubo respuesta a los gritos que intentaron llamar la atención de Mike. La idiosincrasia recitalera argenta no hizo mella en los estadounidenses.
Es que Russian Circles no compra la pose del rockstar ni obedece los ritos y reglas preestablecidas de los conciertos mainstream. Tienen su propio libro donde la única protagonista posible es la música, el impacto emocional del sonido en el cuerpo. Entonces no habrá saludos ni agradecimientos. Tampoco habrá encore una vez terminado el setlist de 10 temas cuidadosamente confeccionado para el Latin American Tour 2024. Cuando Russian Circles toca en vivo habla muy en serio. Tanto que no pronuncian una sola palabra en todo el show.
Y así, sin decir palabra —sin necesidad alguna de decir palabra—, se sucedieron «Afrika», «Quartered», y todas y cada una de las extensas y abrumadoras canciones del repertorio. Sin explicaciones entre tema y tema, sin presentaciones redundantes, sin rellenos. El diálogo con la audiencia se dio a través del lenguaje universal de los riffs desgarradores, la percusión primigenia, las melodías que calan hondo.
Se sentían golpear con fuerza las ondas sonoras, como si necesitaran escaparse de esas paredes, liberarse de un espacio limitado que no les daba abasto. Tras un intervalo por problemas técnicos, y algún que otro desvanecido entre el público que hubo que asistir, el trío volvió a embestir con toda potencia. Sullivan sonreía en éxtasis, el pelo larguísimo cual Jesús le flameaba al viento, el público a sus pies. Cook, completamente en trance, empuñaba su mástil como arma en el frente de batalla. Dave golpeaba cada vez más profundo, enaltecido desde su pequeño pedestal. El público se dejaba atravesar.
Después del apesadumbrado “Betrayal” y su desenlace narcótico, rugió el latido ensordecedor de “Gnosis”, el tema estrella que le da nombre al último álbum y al tour, seguido por “Deficit”. Poco más de una hora dentro de la experiencia sonora, el público celebró el conocido riff mathrockero del “Youngblood”, que devino en el último pogo de la noche. Cerca de las 22.20 el recital se acercaba a su fin: ya sonaba el celebratorio y casi ameno “Mlàdek”, un bienvenido puñado de acordes mayores para bajar brevemente la intensidad y pesadumbre, antes del ineludible y estrepitoso final.
Tras una decena de canciones, sin bises y sin haber dicho una palabra, se fueron los tres Russian Circles con los puños en alto, tan violentamente ruidosos como llegaron. Y sin lugar a dudas quedarán resonando un tiempo en las mentes de los fans, que todavía no han vuelto del otro plano.
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