Formada en 2003, RUO ofrece talleres culturales, un centro de formación en arte textil, ecoarte, carpintería, sublimado, serigrafía, radio y electricidad, fotografía, cerámica, huerta y compostaje.
Por empezar, además de realizar las tareas propias de la recuperación de residuos, la cooperativa restauró el predio lindero a las vías del tren Sarmiento, que antes era un baldío, y lo convirtió en un espacio verde para que puedan disfrutar los vecinos. Ahí también funciona un centro de formación y un invernadero con huerta urbana incluida, que le da de comer a los 250 recuperadores urbanos que clasifican material todos los días en el Bajo Flores, donde se encuentra el otro sector de la cooperativa: la planta de procesamiento.
Ahí es donde el material se clasifica, se procesa, se enfarda y se comercializa. “Estamos en el orden de las 900, 950 toneladas mensuales. Hay un 30% que va a descarte y lo que se coloca en la industria son alrededor de 800 toneladas mensuales de celulosa, papel cartón, metales ferrosos y no ferrosos, tetrapark y toda la gama de los plásticos”.
«Esto vuelve a la industria y la industria lo convierte en productos. Es el proceso de la circularidad. El actor principal de toda esta cadena en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires son los cartoneros y las cooperativas”, dice a Tiempo Eduardo Catalano, coordinador del Servicio de Recolección Domiciliaria del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y coordinador de proyectos de RUO.
Después de la pandemia, cuenta Catalano, desde la cooperativa se empezó a tener otra mirada sobre el centro de capacitación de Caballito. «Nos empezamos a preguntar qué queremos que el barrio tenga o qué queremos ofrecerle al barrio desde RUO: un lugar que la vincule con un espacio verde», explica.
Y agrega: “No cualquier espacio verde sino uno que tenga su arraigo en lo que era la Ciudad de Buenos Aires antes de ser la Ciudad de Buenos Aires, que era un pantanal, un humedal. Entonces llenamos el predio de plantas nativas, con una laguna artificial, con senderos en donde tenés los materiales que usa la cooperativa para el reciclaje y hacemos visitas guiadas para contar cómo es el sistema, los talleres que funcionan, la carpintería, al centro de compostaje, a la huerta. Vienen escuelas y jardines maternales para recorrer el lugar. RUO es un espacio para los vecinos y para que conozcan el trabajo de los recuperadores urbanos desde un lugar más amigable”.
En el centro de formación de RUO se llevan a cabo nueve talleres con una oferta de lo más variada: arte textil, ecoarte, carpintería, sublimado, serigrafía, radio y electricidad, fotografía, cerámica, huerta y compostaje. Están abiertos a todo el público, tanto para trabajadores de la cooperativa como para los vecinos del barrio. Y son dictados, de igual manera, por recuperadores urbanos y gente interesada en el espacio. Funcionan también tres espacios de formación educativa: de terminación de la primaria y la secundaria, y un espacio de alfabetización digital.
Para los talleres y los espacios, RUO utiliza como insumo material reciclado. El taller de fotografía es un gran ejemplo: de las 400 cámaras fotográficas que se recolectaron, los trabajadores recuperaron 50. “Son cámaras viejitas pero funcionan. Y con estas cámaras que se fueron recuperando hicimos donaciones a escuelas de fotografías, y armamos nuestro propio taller con una compañera de la cooperativa que estudió y ahora dicta el taller abierto a la comunidad con estas mismas cámaras que la cooperativa recuperó”, cuenta Catalano.
“El impacto en el barrio es totalmente positivo”, agrega el coordinador. Las formas de participar del espacio son variadas: hay vecinos que van a pasear el perro, otros que simplemente llevan material para reciclar, otros que compran los plantines que vende la cooperativa. “La gente se acerca por curiosidad o porque tienen conciencia de la importancia de la circularidad o el medioambiente y tratan de aportar su granito de arena. Y los talleres, por supuesto, son otra herramienta para generar este diálogo en el barrio”, dice.
Los espacios de los talleres de RUO están rodeados de murales que se hicieron con la participación de miembros de la cooperativa y vecinos. Además, se hacen encuentros y eventos culturales: en los espacios de terminalidad primaria, docentes de folklore, arte y música realizan clases abiertas. Y todos los años se festeja el día del niño con actividades artísticas y lúdicas.
A partir de la crisis del 2001, cuando la figura del cartonero irrumpe masivamente, empiezan a conformarse organizaciones aisladas e informales de recolectores de basura. Poco a poco, estas organizaciones fueron tomando cada vez más forma y se conformaron como cooperativas.
RUO nació en el año 2003. “Había que dar una respuesta a la informalidad”, afirma Catalano. “En 2003 se crea la Ley n°9912 y en el 2005 Ley n° 1854, que brindan un marco jurídico para la actividad de los cartoneros en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires. Y lo incorpora al sistema de recolección urbano en la ciudad en la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU). Entonces, una manera que tenía el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para bajar recursos a estas organizaciones aisladas era buscar una entidad, una forma que se encontró con la forma de cooperativas”.
“El Gobierno de la Ciudad –añade-empezó a bajar recursos a estas cooperativas de cartoneros. Se formaron tres cooperativas muy grandes, Amanecer de los cartoneros Mte/Ctep, nosotros somos la segunda más grande, la RUO, madres selvas (zona norte). Estas organizaciones se convirtieron en cooperativas y empezaron a formar parte cada vez más oficialmente del sistema de recolección en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires”.
Después, empezó un proceso en donde la cooperativa se empezó a asentar en el predio lindero al tren Sarmiento como base de transferencia y centro operativo de guardería de carros. “La pandemia trajo una reformulación de esto, evaluamos cambiar todo el sistema de trabajo junto con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Entonces eliminaron los carros y la pandemia tuvo esto parado bastante tiempo y hubo que reconfigurar el uso del espacio”.
“La pandemia dejó muchos compañeros este en el camino y otros muy golpeados y enfermos. Y aparte, hay que tener en cuenta que esa persona que en el 2001 se quedó sin trabajo a los 40 años y tuvo que salir a recolectar cartón, hoy sigue recolectando pero tiene 60 años. Hay un desgaste físico que hay que tener en cuenta. Esto es un tema sistema inclusivo, no podemos dejar afuera a aquellos compañeros que no pueden trabajar en la calle. La huerta empezó como un lugar de trabajo para incluir a esos compañeros. Y así fuimos conformando todo lo que hoy se ve acá. Es un espacio abierto para toda la comunidad”, cierra.
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SI es el predio de Yerbal y Nicasio Oroño, un espacio de nomás de metro y medio de diámetro NO hace a una "laguna". Que desde el GCBA lo dibujen como los bosques de Palermo NO es para que se les crea. Solo subir al puente que conecta Yerbal con la avda Avellaneda les baja los globos hiper inflados de los funcionarios. Que hagan algo bien NO significa que es genial. Sí sería bueno controlar TODO el dinero que pagamos por eso y en qué se usa detalladamente. Creo q hay unas 8 plantas de choclo? Espero sea OTRO lado y NO otra estafa más del GCBA