El uruguayo se presenta este viernes y domingo en Buenos Aires y La Plata. A sus 81 años, no para y asegura que lloró mucho con un documental sobre su vida que se estrenó en 2024.
Sin embargo, la leyenda de la música rioplatense acepta las dificultades que presenta hoy en día componer una nueva canción que alcance ese estatus entre las generaciones más jóvenes, al remarcar que “los chiquilines de ahora no tienen tiempo que perder”.
“Ellos escuchan 30 estilos en una hora porque está todo a mano y eso no es bueno. Entonces pega una canción y ya está, se escucha en todo el mundo, como pasó con ‘Despacito’. Los que queremos la música tratamos de ponerle cantidad de armonías y cosas, pero es una pérdida de tiempo. Tratar de hacer un hit cuesta más porque los chiquilines de ahora van al grano, al diente”, explica el artista uruguayo en una charla telefónica con Tiempo.
No obstante, el “rey del candombe” no se detiene en lamentos y señala que tiene en cuenta estas nuevas tendencias, al punto de afirmar que sus hijos más chicos “hasta van al baño con esa música” y él trata de “parar la oreja para robar algo”. “Robo como loco, pero siempre le pongo algo mío”, reconoce con su habitual gracia, y seguramente no exagera a juzgar por la forma en que siempre supo conjugar distintos ritmos o tomar clásicos de otros autores y reformularlos bajo el influjo de los tambores rioplatenses.
Precisamente, eso hizo en su última producción titulada Candombe con la ayudita de mis amigos, lanzada en mayo pasado, pocos días después de su memorable último concierto en nuestro país, realizado en el Luna Park, en el que rodeado de figuras invitadas celebró sus 80 años.
En ese trabajo pueden escucharse en la voz del entrañable “Negro” piezas tan variadas como “11 y 6”, de Fito Páez; “El breve espacio en que no estás”, de Pablo Milanés; el tango “Patotero sentimental”; los boleros “Adoro” y “La otra tarde vi llover”, de Armando Manzanero; “El viejo”, de La Vela Puerca; “¿Y cómo es él?, de José Luis Perales; y “Oh capito che ti amo”, del italiano Luigi Tenco; entre tantas.
Algunas de esas obras seguramente sonarán en el reencuentro con el público argentino que el entrañable “Negro” planea para el próximo 14 de febrero en el C Art Media, del barrio porteño de Chacarita, y el 16 en el Teatro Ópera de La Plata, aunque no plantea estos conciertos como una presentación formal del disco.
Precisamente, su carisma inigualable, la gran cantidad de composiciones propias que ya son parte de la cultura popular rioplatense y una personalidad musical única le permiten, en muchos casos, definir sobre la marcha el listado de canciones.
-¿Habrá algunas similitudes con respecto al espectáculo que vimos el año pasado en el Luna Park?
-Vamos a hacer un show diferente. Pasa que nunca sé cuándo es diferente porque es el público el que cambia todo. Te ponés a tocar y de repente empiezan a pedir “cantate aquella” o “cantate la otra” y termina siendo mitad del show lo que la gente quiere y mitad lo que quería yo. La idea es tocar tres o cuatro temas del último disco que grabé y la música que a la gente le gusta. Si la gente se empieza a aburrir y tengo que levantar, puedo tocar esas canciones que fueron éxitos como “La Mandanga” (“Mandanga Dance”), o esa otra que dice (canta) “tocá, che, Negro Rada” (“Blumana”), o “aparte de ti, tu boca” (“Cha cha, muchacha”), y ahí cambia todo.
-Muy distinto a lo que hace la mayoría de los artistas, que presentan un repertorio preestablecido o ponen el énfasis en su último disco.
-Eso es lo más aburrido que hay. Los únicos tipos que pueden hacer eso hoy en día, cantar todas las canciones de un disco, pueden ser Stevie Wonder, Paul McCartney o Djavan. No sé, gente que tiene un montón de canciones pegadizas. Es difícil sentarse frente al público y decir “voy a tocar mi disco nuevo”, porque capaz que hay algunos éxitos, pero la mitad del disco es un “bagayo”, ¿entendés? Yo jamás hice eso. Yo presento un disco y le digo a la gente “voy a tocar seis o siete canciones del disco”, que son las que más les gustan. Después tengo que hacer un show completo; mezclar las cosas nuevas con algunas viejas. Armar un show para que la gente se vaya pipona y alegre.
-En tu obra se refleja una gran apertura musical. ¿Ves posible alguna incursión en el trap o algunos de los ritmos urbanos vigentes?
-Hace dos años atrás grabé una canción con un cantante uruguayo que se llama Peke 77. Cuando llegué a mi casa, mis chiquilines más chicos me dijeron: “Ah, bueno, te fuiste para arriba, grabaste con El Peke”. O sea, todo lo que había hecho antes no servía para nada. Para ellos no todo tiempo pasado fue mejor. El tiempo de hoy es el mejor porque es lo que están viviendo. Yo no puedo decirles: “Vení que te llevo 50 años atrás para que veas como era”. Es imposible. Pero los chicos del trap me quieren mucho porque yo los respeto. Nunca hablo mal del trap ni nada de eso. Al contrario, cuando yo iba a mi casa con una canción de Los Beatles, mi viejo me decía: “¿Por qué no escuchamos algo de música?”. No entendía nada de lo que estábamos tocando. Hay que ser respetuosos. A los chicos hay dejarlos que floten y ya por el camino irán cambiando, irán creciendo y les irá gustando otro tipo de música; pero ahora esta es la manera que tienen de presentarse, con lo que sienten. Todos hemos cambiado los estilos, las formas.
-¿Sentís que es más difícil llegarle a la gente a través del humor en estos tiempos?
-Yo nunca he tenido ese problema porque ya nací así. Soy un loco que me la paso hablando y diciendo disparates, pero siempre estoy atento a lo que pasa. Canto canciones divertidas, pero siempre meto una o dos canciones que digan algo, porque me parece que hay que ser respetuosos con los tiempos que estamos viviendo y los que tenemos la posibilidad de decir algo, tenemos que hacerlo. Lo que pasa es que hay un montón de cosas que no sabemos cómo viene la jugada. Nunca entendés qué pasa y en el medio está la gente. Somos el jamón del medio. Por eso la vigencia de “Dedos”, porque siempre es lo mismo. Da vuelta la tómbola y siempre aparece la guerra, porque es un negocio.
-En breve asumirá en Uruguay un nuevo gobierno. ¿Te genera esperanzas este cambio de color político en tu país?
-Yo siempre fui de izquierda y nunca lo oculté. Esta persona que nos va a gobernar (Yamandú Orsi) es muy buena persona. Ya fue intendente dos veces seguidas en Canelones. Es una persona muy seria, pero todo depende de cómo se maneje con los dueños de la tierra. Nosotros habitamos este lugar, pero siempre dependemos de eso. No tenemos la libertad de decidir lo que queremos porque todo pasa por un requisito del FMI. O de quién sea. Eso es una porquería.
-Se cumplieron 45 años del lanzamiento de “La Banda”, tu primer disco en nuestro país. ¿Qué recordás de esos primeros años en Buenos Aires?
-Era muy distinta la ciudad porque antiguamente en una noche recorrías tres o cuatro pubs en donde estaban todos: Charly, Spinetta…lloro, mirá. Era la época en que no se tocaba en estadios. El más grande era Obras y actuar ahí era tocar el cielo con las manos. Después terminabas la noche tocando en Jazz & Pop y te encontrabas con todos los músicos. Había más onda. Ahora no podés ni siquiera visitar a un amigo que toca en un estadio porque hace un concierto para diez mil personas y se tiene que ir de apuro, porque hace muchos días que viene así y al otro día tiene volver a tocar.
-Y sin embargo Mick Jagger se hizo tiempo para ir a la casa del Lobo Núñez en la última visita de los Rolling Stones a Montevideo.
-¡Siii! “Vení, pasá, Miguelito”, le dijo el Lobo. Le dimos agua de la canilla y estuvimos bailando. ¡La pasamos bárbaro! ¡Nos divertimos mucho!
Casi en simultáneo con el show celebración por los 80 años en el Luna Park, de mayo pasado, en los cines uruguayos se estrenó Rada, la película, un documental que permite un acercamiento íntimo a la historia del icónico artista.
Dirigida por Luis Ara, la cinta, que contó con la producción de Ignacio Jaunsolo; Sylvia Chebi, Patricia Jordara, esposa y mánager del músico, y Matías Rada, su hijo, conjuga pasajes familiares con el repaso de la obra y el legado del popular “Negro”. Allí desfilan testimonios de sus afectos más cercanos, como así también de figuras de la talla de Fito Páez, León Gieco, Sandra Mihanovich, Hugo Fattoruso, Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar y Sebastián Teysera, de La Vela Puerca.
-¿Qué te genera ver tu historia en el cine?
-Me encanta. He llorado como loco en el cine, pero es una partecita de mi historia. Tengo 81 años y, aunque parezca mentira, tengo 60 o 70 años de carrera. Un disparate. Esta película la hice para mostrar a mi familia. Para mostrar lo difícil que es la vida, pero siempre que uno esté con la familia, con los hijos ahí acompañándote, la cosa es más fácil. Lo que pasa es que los pibes jóvenes no tienen hijos y ven todo de otra manera. Pero los más veteranos tratamos de estar unidos y darle todo el amor a los chiquilines para que ellos puedan caminar en la vida tranquilos. Hay que ser fuertes en la crianza y mostrarles que pueden ser felices porque si está todo mal en la casa, se van y se meten en una cueva a consumir cualquier cosa. Ahí se complica todo.
Viernes 14 de febrero en C Art Media, Avenida Corrientes 6271, C.A.B.A.
Domingo 16 de febrero en el Teatro Ópera, Calle 58 770, La Plata.
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