Rosa Montero: “Esta explosión de creatividad y empática alegría ha surgido en la más negra noche de la pandemia”

“Queridos todos, NOTICIA BOMBA!!!!!!! el 30 de septiembre, es decir, dentro de apenas 48 horas, se pondrán a la venta los dos maravillosos libros de cuentos escritos durante la pandemia por 168 autores repartidos por todo el mundo, un absoluto milagro de creatividad y cooperación.” Así explicaba la escritora Rosa Montero un libro de cuentos de autores de diferentes lugares del mundo que ella apadrinó como titular del taller virtual que lleva a cabo y que nació a partir de la pandemia de coronavirus que desde hace meses viene hostigando al mundo.

El libro se llama En cuentos con Rosa, una compilación de cuentos de 168 autores de lengua española pertenecientes a 23 países que hoy comienza a venderse a través de Amazon.com por 5,99 dólares, aunque a los argentinos les resultará un poco más caro debido a los impuestos.

“Esta bonita historia -dice Montero desde su cuenta de Facebook- empezó el 14 de marzo, con el confinamiento. Era tal la angustia reinante que pensé en hacer algo para intentar animarnos un poco. Y se me ocurrió organizar encuentros en vivo en mi Facebook todos los miércoles y sábados. Muy pronto las citas se convirtieron en un taller de escritura creativa; fueron seguidas en directo por cientos de personas y en diferido por miles. Provenían de diversos rincones del planeta y se arremolinaron en torno a mí, pillándome tan de sorpresa con su apasionado entusiasmo que me vi arrastrada, o más bien levantada en volandas. Ese hermoso huracán me hizo volar”.

El libro, sin duda, se convertirá en una suerte de documento histórico acerca de la pandemia de coronavirus que viene asolando al mundo desde hace muchos meses y para la cual aún no se ha encontrado una solución definitiva.

En cuentos con Rosa fue publicado de manera virtual en dos volúmenes por la editorial mexicana Literálika. Uno de ellos se llama “Carmín” y el otro, “Chocolate” en función de las características comunes de los personajes de cada uno de los tomos. Será presentado este sábado a través de un Facebook Live de la editorial y las rentas que produzca serán donadas al Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur).

A partir de la pandemia y a través de la tecnología, han confluido virtualmente autores residentes en lugares muy distantes uno de otro como lo son Suecia y Argentina o Chile y España.

Entre los argentinos se cuentan –según informa Télam- Andrea Centeno con su cuento “Apenas un cuerpo”, Marcela Torreblanca con “Doce campanadas”, Patricia Arenas con “Loca Habana”, Valeria Villa con “La cigüeña”, Angie Gomes con «Uno más uno no siempre es dos», Adriana Lanzi con “Idilio imaginado», Gisela Meier con “Dulces senos” y Javier Schmalsz, con “Reencuentro”. No sorprende que esta vez la lista esté integrada mayoritariamente por mujeres, ya que Rosa Montero defendió siempre la causa femenina de distintas formas. Una de ellas fueron sus columnas del diario El País de España.

Según cuenta Montero, el mecanismo a través del cual se produjo el libro fue el siguiente: “Hicimos diversos ejercicios, y uno de ellos consistió en definir un personaje con sólo dos frases. Mandaron más de cuatrocientas definiciones; escogí seis, y entre ellas la gente votó dos. Para entonces llevábamos más de tres meses de taller y decidí poner punto final. Pero les sugerí que no dejaran de escribir y que redactaran un cuento en el que interactuaran los dos personajes. ¡Madre mía! Fue como tirar una piedra contra un panal de abejas: inmediatamente se levantó un enjambre zumbando y brillando y dibujando rizos en el aire. Luego alguien dijo que esos cuentos podrían formar un libro. Resultaron ser dos.”

“Esta explosión de creatividad y empática alegría –agrega- ha surgido en la más negra noche de la pandemia.”

En una entrevista aparecida en Voz de América y firmada por Alonso Castillo, Montero dice refiriéndose a la situación producida a nivel mundial por el coronavirus: “Hay una gradación de respuestas que van desde las más estúpidas, las más cerradas, las más egoístas, las más tremendas. Me estoy acordando todavía de Boris Johnson cuando luego enfermó él, pero en un principio de la crisis decía que se infectara la gente y que si se morían los ancianos es que quitaba peso a la seguridad social. Luego comprendió la burrada que estaba haciendo. O sea que hay una gradación de respuestas que, por cierto, dentro de las mejores respuestas a la pandemia han sido en los ocho países gobernados por mujeres. Que las mujeres gestionamos muy bien la cosa pública. Han ganado las mujeres por goleada en la reacción ante la pandemia.” Para ella la pandemia, según lo expresa en la mencionada entrevista, tiene por lo menos un rasgo positivo y que es que “nos ha ayudado a recuperar la cultura” desplazando el celular para darle paso a la lectura de un libro. La afirmación es coherente con el hecho de querer dejar testimonio por escrito del difícil momento que la humanidad está viviendo desde hace unos meses.

Según la autora de La hija del caníbal, los novelistas son más conscientes de la muerte que el resto de las personas y en ella la conciencia de la finitud se despertó muy temprano. En 2019, cuando vino a la Argentina a presentar Los tiempos del odio, habló con Tiempo Argentino sobre el hecho de que esta conciencia tiene en ella, como contrapartida, la capacidad de disfrutar de la vida. “Venimos a este mundo con un yo que lo ocupa todo -decía en ese momento, cuando la pandemia no existía ni en nuestra peores pesadillas-, somos tan importantes para nosotros mismos, tenemos tantas ganas de vivir esta vida bella y en un abrir y cerrar de ojos, si tenemos suerte, nos hemos hecho viejos. Se nos caen los dientes, perdemos la cabeza, vamos en silla de ruedas y luego nos morimos. Esto está compensado con unas ganas de vivir salvajes, con ser muy disfrutona, con comerse la vida a bocados. Ella tiene todo esto más exagerado, pero yo también soy una disfrutona, una vitalista. Y es muy lógico, porque si estás muy llena de la conciencia de la muerte, estás muy llena de la conciencia de la vida.”

Cuando tantas veces se ha proclamado la “inutilidad de la literatura”, Montero demuestra sin proponérselo, que si bien la utilidad de la escritura no puede medirse en el mismo sentido ni con los mismos métodos con que se evalúa la productividad de una fábrica, no es un gesto en absoluto inútil empuñar las palabras para afirmar la vida.