Rodolfo Hamawi: «El macrismo produjo un verdadero embargo cultural»

Por: Mónica López Ocón

El exdirector nacional de Industrias Culturales explica cómo la gestión Cambiemos perjudicó la producción del sector y diluyó el concepto de cultura en el de creatividad.

Rodolfo Hamawi, decano del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y exdirector nacional de Industrias Culturales, afirma que la alianza Cambiemos sometió a los argentinos a un bombardeo conceptual tóxico. «Los datos de la gestión de este gobierno hablan por sí mismos –sostiene–, y un dato significativo es que el presupuesto de Cultura bajó un 30%, es decir, un tercio menos respecto de 2015. Hubo un movimiento de triple tenaza. Por un lado, la falta de dinero hizo que la gente se retrajera en el consumo cultural. Por otro, como no se vende nada, los productores culturales ajustaron precios muy por debajo de la inflación. Finalmente, el aporte estatal, como dije, se redujo en un tercio. Se produjo un embargo cultural. Me parece que ese concepto define bien la situación, porque el embargo implica una inhibición, y lo cierto es que nos inhibieron a nivel de la política en general, pero en particular en la cultura».

–¿Cuál era la situación dentro del campo de las industrias culturales antes de que Cambiemos llegara al gobierno?

–Con altas y bajas, había un desarrollo sostenido de los pequeños productores audiovisuales, de las salas de teatro independiente y de otras áreas. Contra eso, lo que nos hicieron los embargadores fue una especie de intoxicación conceptual, que también hay que tomar en cuenta, porque además de los números, ha sido muy fuerte la operación que realizaron sobre nuestras cabezas.

–¿En qué consiste esa intoxicación conceptual?

–Tomemos algunos ejemplos. Si hablamos del tema trabajo, el ministro Esteban Bullrich aconsejaba a los jóvenes producir cerveza artesanal como una forma de solucionar el desempleo. También hicieron la Feria de Empleo Joven, donde hubo decenas de miles de jóvenes a los que les ofrecían unos pocos trabajos absolutamente precarizados. En el plano de la libertad también se bastardearon los conceptos. La ministra Patricia Bullrich dijo que este es un país libre, que el que quiera andar armado puede andar armado. En el campo de la Justicia se da, para poner sólo un ejemplo, el caso de las detenciones arbitrarias. Por otro lado, hay un negacionismo, como lo expresó Mauricio Macri al hablar del «curro» de los Derechos Humanos. Soportamos trolls, noticias falsas. Todo eso tiene que ver con el embargo cultural. Hubo una división de nuestra creatividad y un bombardeo tóxico que aguantamos durante cuatro años. Los resultados electorales muestran que hay una gran franja que no pudo procesar todo esto. Como está sucediendo en Bolivia, los golpistas hablan de democracia. El secretario Pablo Avelluto dijo estar muy feliz por reducir la plantilla de trabajadores de la cultura. Ellos se enojan cuando alguien como Felipe Solá dice que son el peor gobierno de la democracia. Creo que, en Cultura, de esto no hay ninguna duda. Avelluto combina mediocridad y soberbia, que es la peor conjunción posible. Viniendo del mundo de la edición, ha logrado el desencaje total de una gestión con el mundo real de la cultura. De él no se puede decir que haya favorecido a algún sector de la cultura, porque los perjudicó a todos: los teatros independientes, los centros culturales, etcétera. El Ministerio y luego la Secretaría de Cultura lograron que nadie reivindique la gestión de Avelluto, salvo personas como Campanella y Luis Brandoni.

–Se llevaron a cabo algunos MICA, que fueron una creación suya. ¿Cuál fue su alcance?

–Les cambiaron el nombre. En vez de Mercado de Industrias Culturales Argentinas, le pusieron Mercado de Industrias Creativas Argentinas, lo cual es muy significativo, porque la diferencia entre cultura y creación lo que hace es abrir tanto el concepto y diluirlo de tal manera que no se vuelve operativo.

–¿Por qué?

–Porque no hay ninguna industria que no sea creativa. Hay núcleos específicos de la industria cultural y otros con los que hay que cohabitar, como el turismo o la gastronomía, pero sabemos que son otra cosa. Cuando hablamos de cultura, hablamos de libros, películas, música, videojuegos, estamos hablando de productos con un alto contenido simbólico e identitario. Las zapatillas tienen diseño, tienen creatividad, pero la verdad es que en ellas no se juega ningún tipo de identidad.

–En los últimos tiempos han pululado las ferias que ligan cultura y gastronomía.

–Sí, hay muchas en la ciudad de Buenos Aires. Son tingladitos para vender todo tipo de comidas y un escenario donde alguien tocará alguna música. En realidad, la cultura es la que organiza la fiestita, mientras que el negocio fuerte se lo llevan otros sectores. Por el contrario, nosotros habíamos puesto el foco en los productores culturales porque son ellos los que pueden mostrar diversidad y creatividad. Las grandes empresas están muchas veces obligadas a la repetición porque necesitan facturar. Una gran editorial no puede sacar a un autor novel que venda 300 ejemplares. La novedad la puede generar una pequeña editorial o una pequeña productora audiovisual. Y en este punto es que se produjo el cambio significativo de mirada sobre la cultura. Aquí se ve claramente que hay que desembargar la cultura.«

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