En los '30, fue creado en forma casual por dos dandis que vivían de la renta de sus estancias. La paradoja: se convirtió en infaltable en los bodegones porteños y es un emblema de la cocina popular.
Si se revisa la historia de la gastronomía, es fácil comprobarlo. Lo que resulta más complejo determinar es si los platos considerados de autor están bien atribuidos o tienen mucho de leyenda. La pizza Margarita, por ejemplo, debería su nombre a la reina Margarita de Saboya quien durante una estadía en Nápoles le habría pedido a un famoso maestro pizzero una pizza de un sabor original. De ese supuesto pedido habría nacido esta pizza que combina tomate triturado con albahaca fresca, aceite de oliva y pimienta negra. Por otra parte, el Charlotte, ese postre que consiste en un helado almendrado con salsa caliente de chocolate, sería el producto del espíritu bromista de Charles Chaplin, quien estando en Francia, donde se lo conoce como Charlotte, habría pedido en un restaurante un postre que fuera a la vez frío y caliente. Si es que esta historia es cierta, el chef pasó la prueba victorioso.
El revuelto Gramajo, ese menjunje delicioso que en su versión más completa incluye papas paille (esas cortadas tan finitas que parecen paja, que es precisamente lo que quiere decir ese nombre francés), arvejas, huevos, jamón, morrones y cebolla, según parece, es una creación a dúo.
Durante un tiempo se le atribuyó su creación al edecán de Julio A. Roca, llamado Artemio Gramajo. Lo curioso de este dato supuestamente histórico es que surge de una ficción que, al ser escrita por un historiador, se tomó por verdadera. Se trata del libro de Félix Luna Soy Roca (1989) que si bien se basa en un personaje de la historia argentina, se toma las licencias ficcionales propias de una novela. Luna le hace decir a Roca refiriéndose a su edecán: (…) Pasará a la historia por ésta, nuestra perdurable amistad que lo convirtió durante décadas en mi alter ego, pero también por haber inventado el revuelto que lleva su nombre y se ha convertido en un plato común de los restaurantes de Buenos Aires.”
Luna repitió hasta el cansancio que había inventado ese hecho porque estaba escribiendo una ficción, pero la leyenda tuvo más peso que la realidad. Lo cierto es que el edecán Gramajo estaba demasiado ocupado ayudando a cazar indígenas y demasiado revuelto andaba todo como para agregar un revuelto más.
Según consta en el portal Cucinare y en muchos sitios y libros más, fueron dos dandis porteños del 30, Arturo y Horacio Gramajo, los verdaderos creadores de este revuelto. Ambos hermanos vivían de la renta de sus estancias y tenían abultados bolsillos que les permitían pagar generosas propinas. Una madrugada llegaron con compañía femenina al restaurante Río Bamba en busca de una buena cena. Pero la cocina ya estaba cerrada. Pidieron entonces ser ellos mismos quienes cocinaran, deseo que les fue concedido. Allí, con lo que quedaba a mano, armaron este plato que fue bautizado con su apellido y que se convirtió en emblema de la cocina porteña. Claro que también se lo come en Uruguay, pero a diferencia de lo que sucede con Gardel, nadie ha salido a decir por el momento que el revuelto Gramajo se inventó en Canelones. Quizá sería un exceso culinario.
Ingredientes
En este plato, se miden “a ojo”, aunque se recomienda que la cantidad de vegetales sea abundante.
* Cebolla
* Morrón rojo
* Morrón verde
* Papas paille fritas
* Ajo (opcional)
* Jamón en tiritas
* Sal y pimienta negra
* Huevos (1 por persona)
* Pejeril fresco
Poner la cebolla, los morrones rojos y verdes cortados en tiritas finas en una sartén con aceite caliente. Agregar un poco de sal para que los vegetales comiencen a transpirar y se ablanden. Cuando estén blandos, correrlos hacia el borde de la sartén y agregar el jamón para que se saltee un poco y tome el sabor de las verduras. Agregar una pizca de ajo picado sobre el jamón y cocinar hasta que el jamón se dore. Agregar las arvejas cocidas, dejar 1′ o 2′ que se calienten, poner el fuego al mínimo y agregar las papas paille y los huevos que deben estar batidos hasta que la clara y la yema queden bien mezclados. Revolver bien para que los huevos se cocinen pero no se sequen. Agregar sal y pimienta negra recién molida, un poco de perejil picado y servir. Una vez en la fuente poner por encima el resto de las papas paille. De esta forma las papas tendrán dos texturas diferentes, unas estarán más blandas por el huevo y las otras, bien crujientes.
Utilice en lo posible una sartén grande y gruesa que mantenga el calor. Para que las papas queden bien crocantes lávelas hasta que suelten el almidón y luego séquelas muy bien con un repasador para que vayan secas al aceite. Reserve sobre papel absorbente hasta el momento de utilizarlas. No les agregue sal antes o durante la cocción para que no se ablanden. Aunque el punto de cocción de los huevos se elige según el gusto de cada uno, es conveniente que no se sequen demasiado pero, por cuestiones bromatológicas, que tampoco queden medio crudos. En el momento de condimentar con sal al final, tenga en cuenta que el jamón es de por sí muy salado, por lo que no conviene extralimitarse ya que si sala demasiado, no habrá vuelta atrás. Es mejor que cada comensal agregue sal a gusto, si considera que no tiene suficiente.
Damblee
Avenida Rivadavia 3401, CABA
Estacionamiento gratuito por dos horas a 10 metros del restaurante.
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esta mal la receta, no lleva ni morron ni ajo ni cenolla ni perejil
son muchos mitos los inventos de los platos, igual version de cuento poseen las chuletas de cerdo a la riojana y tambien los sorrentinos
....la constante es, se cerro la cocina o no hay ingredientes, entonces surje "el inventor"...cocinero o cliente...