Más de 200 familiares llegaron a las islas y participaron de un muy emotivo acto en el Cementerio de Darwin, donde se encuentran las tumbas de unos 246 muertos argentinos, 121 de los cuales permanecían sin identificar desde la guerra.
Madres y padres, hijos, hermanos y sobrinos, más de 200 familiares en total, pudieron por primera vez abrazar, llorar, rezar o simplemente permanecer en silencio ante la tumba de su ser querido. «Ahora sé donde está. El corazón me latía a mil, me voy con la satisfacción de haber conversado con él. Fue un encuentro lleno de amor y paz», expresó Dalal Massad, apenas terminado el homenaje, la mamá de Marcelo Daniel Massad, un soldado que murió durante la batalla de Monte Longdon.
De la ceremonia religiosa y militar participaron también el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj; la titular de la Comisión de Familiares de caídos, María Fernando Araujo; el militar inglés Geoffrey Cardoso -quien en el 82 diseñó el cementerio y enterró a los soldados argentinos- y el ex combatiente Julio Aro, uno de los impulsores de la iniciativa de las identificaciones de los cuerpos. Todos recorrieron una a una las tumbas. «Ahora mis chicos descansan en paz. Ya no son huérfanos, ahora están en sus hogares, que son los corazones de sus padres y hermanos», afirmó Cardoso luego de la ceremonia, visiblemente emocionado después de haber abrazado y contenido a los familiares.
La jornada había comenzado muy temprano, en la madrugada de este lunes, cuando tres aviones partieron entre las 3:30 y las 4:30 del aeropuerto de Ezeiza para realizar un vuelo de 2 horas 40 minutos directo a la base militar de Mount Pleasant, donde se encuentra el aeropuerto de las islas.
Tras los trámites migratorios -que incluyeron el sellado del pasaporte- el contingente de 248 argentinos recorrió en micros los 37 kilómetros hasta el cementerio de Darwin, ubicado en un paraje ventoso y desolado todo el año, que fue acondicionado en los últimos días para recibir a la delegación de familiares; muchos de ellos de edad avanzada. ingresaron a partir de las 8 al cementerio con llantos desconsolados.
Carpas y cerramientos con vallados, asientos, baños químicos y lugares reparados del viento para poder servirse una bebida caliente fueron dispuestos en el ingreso del cementerio, donde yacen unos 246 muertos en la guerra, 121 de los cuales permanecían sin identificar desde 1982. Gracias a un acuerdo político alcanzado entre los gobiernos de Argentina y el Reino Unido, el Comité Internacional de la Cruz Roja realizó el año pasado, en conjunto con el Equipo Argentino de Antropología Forense, un trabajo de exhumación de las tumbas no identificadas y se recolectaron restos que fueron comparados con las muestras de ADN aportadas por 107 familias. Se lograron identificar un total de 90 cuerpos.
La ceremonia religiosa estuvo a cargo del obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Enrique Eguía Seguí, quien rezó en la ceremonia por todos los que perdieron la vida en la guerra de Malvinas «por los 649 militares argentinos, los 255 británicos y los 3 isleños» y pidió «ser constructores de la paz entre los pueblos y trabajar por una cultura del encuentro, sin divisiones, odios ni guerras». También oficiaron la ceremonia los representantes católicos y protestante de las islas, el padre John Wisdom y el reverendo Nicholas Mercer, como así también el abad Alan Hugh -administrador apostólico de las islas- quien, a pedido del papa Francisco, viajó especialmente del Reino Unido para participar de la celebración.
Otro momento emotivo del acto se produjo cuando ingresó la guardia de honor, compuesta por seis efectivos y un comandante, así como dos gaiteros -con sus vestimentas alusivas- que entraron al cementerio marchando y ejecutaron melodías y marchas como el «Lamento». Los efectivos de la guardia, en tanto, adoptaron la postura de descanso de armas, con sus armamentos hacia abajo en señal de respeto a los caídos.
Al término de la ceremonia, se hizo entrega de dos Rosas por la Paz, una artesanía colectiva iniciada por el orfebre Juan Calos Pallarols, realizada con material bélico de la guerra del ’82 como cápsulas de balas y otros objetos que fueron encontrado diseminado por los campos de batalla. Una de las rosas fue entregada por el oficial inglés Cardoso y quedará instalada en Darwin, mientras que la otra fue dada por Araujo al comandante de las fuerzas británicas para que sea colocada en el cementerio británico de San Carlos, donde están enterrados los soldados ingleses.
Todo el contingente volvió a la base militar y cerca de las 19 empezaron a arribar a Buenos Aires.
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