Greene escribe: “Omar Torrijos quería una Centroamérica socialdemócrata, independiente de Estados Unidos, pero que no supusiera una amenaza para su colosal vecino”. Y, según Rubén Moheno, Greene agregaba: “El proyecto de Torrijos cobraba la dimensión de un sueño, un sueño romántico, si se quiere”.
Moheno le atribuye a Torrijos la frase “decir imperialismo y decir oligarquía es una redundancia porque es decir lo mismo”.
Juan Carlos Zapata cuenta otra historia sobre el secuestro de unos banqueros ingleses por la guerrilla salvadoreña. La familia de los banqueros Massie y Chesterton solicitan a Torrijos su ayuda y éste decide llamar a sus amigos Graham Greene, en Londres, y Gabriel García Márquez, en México, para solicitar su colaboración.
Greene debe mantener el contacto con las entidades bancarias inglesas principalmente y García Márquez buscar y alcanzar contactar a los secuestradores guerrilleros salvadoreños para que no maten a los secuestrados y tengan una negociación que permita salvar sus vidas.
Cuatro meses duraron las negociaciones que los escritores impedían que muriesen para preservar la vida de los banqueros secuestrados. Finalmente alcanzan un acuerdo económico y propagandístico para los guerrilleros secuestradores y los banqueros preservan sus vidas.
Torrijos una vez más había realizado una tarea humanista agradecida por los familiares de Massie y Chesterton. El hecho muestra la personalidad del líder panameño y su capacidad para cultivar amistades con grandes de la literatura a ambos lados del océano.
Esta rica personalidad tiene un rasgo particularmente destacable, su sutil visión política para captar y actuar en la coyuntura histórica en aras de su objetivo vital, que era recuperar pacíficamente la dirección panameña sobre el Canal de Panamá y lograr la salida de 14 bases militares estadounidenses, en plena guerra fría.
Interpretó correctamente la estabilidad institucional de la democracia estadounidense, su tradición de respetar los acuerdos internacionales que firmaban sus presidentes y lo cambiante que podían ser las concepciones sobre la política interna e internacional de los presidentes que el pueblo estadounidense elegía cada cuatro años.
Se percató Torrijos que Jimmy Carter era un ser de gran fervor religioso, férreos principios morales y convencido defensor de los derechos humanos, la democracia, la justicia y la paz. Desplegó todas las acciones políticas y diplomáticas necesarias porque intuía que un acuerdo, que pacíficamente devolviera a Panamá el control del Canal, y consiguiese la salida de las bases militares estadounidenses, era posible con el presidente Carter. Y tal vez no con quien resultase su sucesor si fracasaba en su intento reeleccionista o él fallecía para conversar con su padre muerto, como le solía relatar a Graham Greene.
En Agosto de 1977 se firmaron los históricos Tratados Torrijos-Carter con la asistencia , entre los invitados especiales, de Graham Greene y Gabriel García Márquez . En Washington el general panameño había logrado su mayor objetivo político de dimensión histórica.
La intuición torrijista tuvo trágica realización cuando el 31 de Julio de 1981 el avión FAP 205 con 7 acompañantes en viaje a su amado Coclesito estalló en el aire en el atardecer de un viernes. Según contó el cercano colaborador de Torrijos, Chuchú Martínez, a Graham Greene, había una bomba en el aparato que provocó el estallido del avión.
Habían pasado apenas 37 días de la muerte en otro accidente de aviación del presidente del Ecuador Jaime Roldós Aguilera. Ambas muertes están envueltas en rumores y especulaciones políticas y mediáticas. Nunca ha tenido una explicación consistente nacional o internacional la muerte de ambos líderes.
Hoy en Coclesito se erige un monumento al general Omar Torrijos Herrera, construcción hecha por el gobierno panameño a instancias del ex embajador de Panamá en Portugal y España, Humberto López Tirone, un torrijista y social demócrata consecuente.
Además de las circunstancias de su muerte, queda también para el análisis histórico si la invasión de fuerzas militares estadounidenses, en 1989, que costó la vida de miles de panameños, ordenada por el presidente George Bush padre, como parte de “la estrategia antidrogas”, habría ocurrido si Torrijos hubiese estado vivo como líder moral de la nación panameña. Nos atrevemos a decir que no. Porque las circunstancias del narco-Estado ,que fue el argumento verdadero o discutible para la invasión, no se habrían producido. Una vez más, como ocurre tantas veces la historia, habría tenido un curso distinto en dependencia de la presencia de un líder del histórico calibre de Omar Torrijos Herrera.
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