Referentes de estudiantes del Carlos Pellegrini, Mariano Acosta, Lenguas Vivas y Normal 6, reivindican su participación política.
Ofelia Fernández y Manuel Ovando llegan juntos caminando desde Plaza de Mayo. Se conocen de la Coordinadora de Estudiantes de Base, donde se discuten acciones colectivas entre medio centenar de secundarias públicas porteñas. Ofelia es presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini (CECaP) y Manuel, vocero del Centro del Lenguas Vivas. En la puerta del Ministerio de Educación de la Ciudad los espera Malena Fortonniski, integrante del Centro del Mariano Acosta, y segundos más tarde se suma Ramiro Torres, del Normal 6.
Todos estuvieron hace poco en el mismo lugar reclamando ser escuchados, luego de que se enteraran del intento de reforma educativa a través de un PDF filtrado que les llegó por WhatsApp. Malena y Manuel, además, estudian en dos de los colegios piloto que serían los primeros en aplicar la reforma desde 2018.
«Nosotros en el Pelle veníamos de un campamento de invierno donde discutimos mucho sobre nuestra responsabilidad como estudiantes de defender la educación pública, aun cuando no es el modelo que queremos. Porque si nos ponemos a pensar en el ideal de educación, está lejos de lo que tenemos hoy», explica Ofelia. «Y cuando nos llegó este documento, vimos que se alejaba cada día más del modelo de sociedad que buscamos. Porque la educación, más allá de los resultados que tiene en materia de evaluación educativa, en lo macro forma tipos de persona, y esta reforma apunta a cambiar el tipo de persona que sale de la escuela pública. En vez de ir hacia un sujeto crítico, transformador de la sociedad en la que vive, busca un sujeto sin dinamismo, sometido totalmente a las reglas del sistema».
¿Cuál debe ser el rol de la escuela secundaria pública?
MF: Nosotros creemos en la educación como una herramienta de emancipación de los pueblos. En un ciudadano que va salir de la escuela sabiendo dónde está parado, qué quiere de su vida y cómo lograrlo. Y esta reforma es todo lo contrario. Es para personas que salen siendo un robotito que trabaja en una empresa y sabe nada más eso. Y la reforma, además, no se aplica en las escuelas privadas. Así que los chicos de las escuelas públicas tenemos que trabajar en quinto año para ser mano de obra gratis de la gente que se forma en escuelas privadas para manejar esas empresas.
RT: Lo que esperamos de la secundaria también es que nos abra las puertas a la facultad. Pero esta reforma, por los distintos puntos que plantea (separar las materias en áreas, que las notas ahora sean créditos e «introducirte al trabajo»), lo que en realidad hace es ampliar una brecha ya muy abierta entre la secundaria y la facultad. Porque te van acostumbrando a trabajar y cumplir labores en una empresa antes que prepararte para elegir el camino que querés para ingresar a la facultad.
MO: Hace años que venimos hablando del vaciamiento de la educación pública o de la privatización de la educación, y quizás para muchos esas cuestiones quedan en el aire. Pero esta reforma viene a englobar todo. Es un cambio de paradigma. Y aún sosteniendo que no es el modelo que queremos, lo que hace es profundizar las raíces neoliberales que se vienen insertando en la Ciudad de Buenos Aires desde hace once años, y ahora a nivel nacional de manera mucho más profunda.
¿Cómo llegaron a definir la toma de la escuela?
RT: El PDF nos sorprendió porque no nos esperábamos tanto. Las clases cambiaban del todo, no veíamos información concreta porque no estaban explicados los puntos planteados y eso fue lo que movió al centro de estudiantes. Porque somos un colegio que no tiene tanta participación política como otros. No son comunes las tomas. Empezamos con medidas escalonadas: sentadas en rectoría, un pernoctazo (que es quedarse a dormir una noche en el colegio) y después, una vez que se agotaron todas las medidas, se votó la toma. Lo que pedimos es la prórroga para corregir los puntos en los que estamos en contra y discutir con toda la comunidad educativa. Entonces si quieren hacer un cambio que sea con el consenso de los estudiantes.
OF: Muchos hablan de la toma como un proceso acelerado. Pero lo que hace al proceso atinado es que no nos enfrentamos solo a una reforma, sino a una composición del Ministerio que tiene una disputa mucho más grande. Entonces no se puede confiar en estos tipos porque siempre que pudieron atacaron a la escuela pública. Cuenta con uno de los presupuestos más bajos de la historia en materia de educación pública, hay 11 mil pibes por año que se quedan sin vacantes. Entonces esta es una más de las batallas en defensa de le educación pública que tenemos contra este Ministerio que cambia de ministro pero sigue la misma fuerza que se formó y abona por la educación privada.
MF: En muchos medios decían «estas decisiones fueron tomadas por cinco personas en cada colegio y hay 30 personas en total tomando los colegios» cuando no era así. Un centro de estudiantes se maneja mediante un estatuto, mediante formas de votación representativas, mediante asambleas. En nuestro caso tenemos dos turnos con 400 personas en cada turno y la votación fue casi unánime. Así que fue una medida avalada por 800 personas. Eso es muy distinto que cinco pibes.
¿Y de qué manera evalúan las tomas teniendo en cuenta la estigmatización que sufren?
MF: Nosotros hicimos cortes de calles, volanteadas, marchas, exigimos reuniones, fuimos a medios de comunicación a golpear la puerta. Y después de ver cómo se nos ríen en la cara hablando de «caos de tránsito», vimos que no teníamos otra. Sabíamos también que tomar 30 colegios es una forma de visibilizar el conflicto y empezar a hablar de la reforma. Aun a sabiendas de que primero se habla de la reforma y después se habla de las tomas de los colegios.
OF: Hay que decir que nada les viene bien. El caso de la represión docente es muy gráfica. Porque primero los docentes este año hicieron paro y el tema era «quieren que los chicos pierdan clase». Después hacen una movilización y «quieren que la gente no llegue a sus trabajos, cortar el tránsito». De repente ponen una carpa sin cortar el tránsito, de manera pacífica, un domingo de lluvia en una plaza, y van y reprimen. Entonces no se trata de si perdés clases, sino cuál es tu reclamo. Y también es importante poner en cuestión la idea de la toma como la última medida. Porque si bien suele ser así, la medida tiene que ver con cuánta organización demanda el contexto que estás viviendo. Cuando tomamos el colegio somos los estudiantes los que estamos a la cabeza. Y un ejemplo es lo que pasó en el Fader, que es muy emocionante porque todos estos días los chicos estuvieron refaccionando un aula que estaba destruida hasta dejarla hermosa. O en el Julio Cortázar donde hicieron una campaña de «aprovechemos que no están las autoridades para hacer la escuela que queremos» y crearon baños sin distinción de género, se encargaron de que hubiera papel higiénico o jabón en los baños.
¿Cambió algo en el colegio antes y después de la toma?
MF: La información y los lazos con diferentes lugares del colegio. Nosotros somos un colegio con 5 niveles. Jardín, primaria, secundaria, terciaria y el profesorado. Cada uno tiene su propio centro de estudiantes y cada uno resolvió individualmente y luego coordinó actividades conjuntas. Tenemos lazos increíbles con padres de primaria o jardín, cuyos hijos tienen 3 años y ellos bancan la toma de chicos de 16. Es increíble los lazos que fuimos formando, incluso con los docentes que también nos brindan información.
MO: La solidaridad que se genera y el compañerismo es increíble. Porque de repente convivís 20 días y eso no se ve nunca cuando se habla de las tomas. Y tiene que ver con la participación política también. Pero lo que hace que funcione es una base de solidaridad y compañerismo increíble que se genera. Y ahí es cuando hablamos de los aprendizajes que generan las tomas de colegio. El alumno se arraiga con su colegio y espacio de estudio en lo más profundo y lo puede usar como trinchera, como un espacio de sostén de si mismo a través del Centro de Estudiantes, de defensa de sus derechos, de su participación y de su voz. Y eso es lo más interesante de las tomas
¿Cómo ven el lugar de la juventud en la política hoy?
MO: La juventud tiene en Argentina un rol de participación política muy importante que no tiene en otros lados del mundo. Y ahí aparece la inmadurez de la ministra que dice que no se quiere sentar con nosotros como si fuera un capricho. Pero tiene que ver con endurecer más ese núcleo ya duro de votantes anti-juventud, esas políticas de persecución a la política en sí misma y en especial cuando eso está enmarcado en un contexto joven o en los parámetros de lo que debe ser la juventud. Cuando la juventud sale de los márgenes que se quieren imponer empieza a molestar y entonces empieza a ser reprimida, criminalizada. Y nosotros lo decimos de un lugar cómodo, porque tenemos la posibilidad de participar políticamente y tenemos la posibilidad de estar hablando acá, pero qué pasa con los jóvenes que no tienen esa posibilidad porque viven en barrios carenciados, que viven situaciones de gatillo fácil o igual de terribles y que no se discuten. Entonces de la manera en que los grandes medios de comunicación o medios hegemónicos cubren las tomas sin centrarse en la reforma educativa; con el resto de las cosas pasa lo mismo. En una villa miseria aparece el pibe que sale a matar y no el que es matado o es perseguido o utilizado por la policía
OF: Desligándome de lo que es el kirchnerismo hay que reconocer que si hay algo que supo hacer es resignificar a la política y pensar a la juventud como un factor importante dentro de la política. Pero ahora se está queriendo arrasar con todo. Estamos en un retroceso porque todas las herramientas políticas como las conocíamos se están tratando de desarticular por parte del gobierno. Con el caso de Santiago Maldonado es muy fuerte pensar en ese boceto de autorización que hicieron para los padres que quieran pedir que sus hijos no estén en clase cuando se hable de que hay una persona desaparecida. Es muy fuerte. Si el Estado puede desaparecer gente y jugar con nuestras vidas, entonces nuestras vidas son políticas.
Críticas al uso de un abuso
Como si las tomas no tuvieran que cargar con un fuerte estigma por parte de los medios masivos de comunicación, el levantamiento de la medida de fuerza en los colegios porteños fue acompañado por la noticia de un presunto abuso sexual sufrido por una chica del Colegio Nacional de Buenos Aires de parte de otro estudiante y hecho público por el rector, Gustavo Zórzoli. El Centro de Estudiantes del Colegio explicó en un comunicado que tomó medidas durante la toma apenas se enteró y que respetó el deseo de su compañera de no hacer pública la denuncia, por lo que condenó la reacción del titular de la institución.
«Creo que en un caso como este aparece de nuevo la hipocresía», explica Manuel Ovando, vocero del Centro de Estudiantes del Lenguas Vivas. «Cuando no estamos los pibes dirigiendo el tema, las cosas se tapan o mejor dejarlas pasar. Pero cuando ocurren durante la toma, la cosa es distinta. Lo mismo pasa con la Ley de Educación Sexual Integral o el Protocolo contra la violencia de Género. No son caprichos que venimos reclamando los estudiantes, son cosas necesarias», añade.
«En el caso del Pelle, el protocolo contra la violencia de género y cualquier tipo de discriminación sexual fue una bandera del Centro de Estudiantes. Nosotros incluso tuvimos que hacer una toma para reclamarlo, lo aprobamos y ya se está implementando», agrega Ofelia Fernández, presidenta del CECaP. Ofelia también enmarca los casos de violencia de género en un contexto más complejo, que no se limita a las tomas. «En este instante nosotros también estamos atravesando un caso de violencia de género entre alumnos. Es un compañero que extorsionó sexualmente a una compañera, y de repente 15 chicas del colegio hicieron denuncias similares sobre el mismo pibe. Y cuando se le llevó el caso a las autoridades, en lugar de implementar el protocolo, lo que plantearon fue una mesa de diálogo entre la víctima, el victimario y ambas madres (quiero remarcar que el rector habló claramente de madres y no padres). Eso es lo más grosero que se puede hacer, juntar a víctima y victimario, incluso cuando tenemos un protocolo que está firmado por el propio rector», añade.
Ofelia insiste con este caso porque también se viralizó en las redes pero «nadie vino a hablar de un caso de violencia de género que pasa a pesar de la escuela y que además institucionalmente no se sabe resolver». También para marcar que no se recuerda que el Centro de Estudiantes tuvo que hacer tres tomas en años consecutivos para pedir que se separe de su cargo a un preceptor que quería ser ascendido a regente, y que tenía denuncias por haber golpeado alumnas en 2007 y que hostigó a otras compañeras menores de edad. «
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